Leonel se detuvo, ya dentro de su habitación, y lo miró.Loman continuó:—Lo ha estado llamando, señor. Necesita hablar con usted. Eso último ella no me lo ha contado, pero sí es algo que noté. Ella no parece estar bien, parece que la visita de Raymond resultó ser mayor que una sorpresa. ¿Esperará llegar a San Juan para poder consolarla? Me atrevo a decir que es ya mismo que ella necesita que ustedes conversen sobre eso.Leonel debía calmarse. Pasó la mano por su cabeza, barrió su rostro con la palma y exhaló, para luego alzar su celular y marcarle a la maestra. Frank evitó un suspiro de momentáneo alivio y se retiró para darle privacidad a su jefe.Sofía estaba aún vestida como lo estuvo en la cena, aunque descalza, sentada sobre la cama, pensando en todo lo que había sucedido. Su hijo seguía dormido, Liliana se había ido y Dolores ya se encontraba en la habitación de invitados, por lo que Sofía aprovechó esa soledad para canalizar bien las cosas.El teléfono vibró, era Leonel. No
Leonel sonrió. Pensó que Frank tenía razón, hablar con Sofía era lo mejor. Se sentía mucho más calmado ahora y ella era un poco cómica, a pesar de todo. Le agradaba conversar con ella. Su forma de ser, de expresarse, ella era dulce y con carácter, ya lo había notado antes, una vez más lo confirmaba.—Raymond me llamó.Ella alzó las cejas.—Claro que te llamó —ironizó ella.—Me ha contado lo de Tamara, pero es algo privado, muy suyo, no me corresponde contarlo. Ella arrugó su rostro una vez más.—¿Qué quieres decir con privado? —preguntó ella a tientas.Leonel suspiró. Abrió los ojos, miró el techo de su habitación.—Ellos tuvieron un amorío.La boca de Sofía cayó abierta. No pudo hablar por varios segundos.La maestra no tenía idea del resto de cosas ocultas tras esa detonante información. Leonel no le contaría sobre las pasadas adicciones del agente, precisamente adquiridas en los tiempos de fuertes amores con Tamara. Tampoco le haría saber que el amorío no sucedió antes del matrimo
Un día después de esa conversa entre Leonel y Sofía, las cosas no andaban bien en San Juan; la maestra pudo intuirlo gracias al hermético comportamiento de los guardias. Le preguntó a Liliana al respecto, sintiendo un Deja Vu sobresaliente, pero la cocinera le dijo que realmente no sabía nada. Ambas habían sellado un pacto de sinceridad, aunque por dentro Liliana entendía muy bien no poder fallarle al jefe si éste pedía no informar sobre algo en específico. Dolores y Sofía intentaron disfrutar de un día ameno junto a Liam, pero la maestra notaba que desde lo sucedido la noche anterior, luego de lo que se enteró (algo que no tardó en contárselo a la recién llegada), el ambiente se puso tenso. Lo intentó con Francisco, y cuando lo hizo, en el momento en el que ella le preguntó qué estaba ocurriendo, fue cuando se dio cuenta que éste le ocultaba información. El señor Francisco solía ser transparente, ella ya lo empezaba a conocer. Volvió a intentarlo, con un par de escoltas, pero sin
Le costó dormirse. A la mañana siguiente, entró a la habitación de su hermana, sin esperar que ésta se levantara. —¿Pero qué ocurre, tía? Ya no me dejas ni dormir. Que ya yo tengo una edad. Tía, que te llevo 15, y eso que te quiero mucho.La maestra abrió las cortinas para que entrara la poca luz de las primeras horas del día.—Necesitaré que me hagas un favor.Dolores arrugó su cara y se tapó con el edredón.—¿Estoy en un crucero a la deriva en Altamar? Esta casa es todo un lío. Que estoy de vacaciones…—Dolores, préstame atención. —Sofía se sentó a su lado sobre el colchón—. Algo pasó con Raymond. Algo malo.El sueño de Dolores se fue disipando mientras Sofía le relataba todo lo que hizo anoche, cada vez más sorprendida la recién llegada por los cambios que daba su hermana. Para Dolores, la Sofía que llegó a España con una urgencia y un hijo en brazos, siempre fue alegre, proactiva y luchadora, pero también calmada, le dejaba todo a Dios, se tranquilizaba con facilidad. Desde que v
Ella se sorprendió por lo que encontró al entrar. —¿Sofía? —Raymond se levantó de una silla ubicada al lado de la lujosa cama de hospital.Estaba vestido con un jean y una camiseta blanca, zapatillas deportivas de color blanco con un diseño de marca. Estaba un poco despeinado, pero no se veía mal. Sin embargo, su cara… parecía no haber dormido bien.—Pensé que estarías… ¿peor?—¿Qué haces aquí? ¿Leonel te dejó venir? No puedo creer que te haya dejado verme así.Ella tenía sus cejas levemente arrugadas. Se detuvo en seco. —Él no sabe que yo estoy aquí. Me tuve que escapar como si estuviese presa. —Luego le señaló con ambas manos—. ¿Qué te pasó? Es decir, ¿una clínica y todo? Él la miró con tristeza. —¿Alguien te contó lo que me pasa? —Ella negó con su cabeza—. Tengo problemas de adicción. Los labios de Sofía se separaron, no se esperó jamás oír algo así, y menos de alguien como él. Recordó de súbito lo que el escolta de las pizzas, el mismo de allá afuera, dijo sobre Raymond. Sin
Tampoco existían pruebas de maltrato, solo los recientes mensajes de texto que Leonel no pudo evitar responder exigiéndole a Cord que lo dejara en paz, quizás con alguna mala palabra que le hizo sentir fastidio a él cuando fue criticada y utilizada como el supuesto maltrato. Vos sabía que iría al infiero por no reconocer lo que mandó a hacerle a la señorita Cord y su coche, pero para él, quien aseguraba ya haber estado en ese sitio, no le preocupaba demasiado que alguien deseara enviarlo de vuelta. Además, no podía contar allí lo que Elizabeth hizo, ni sus intenciones con su accionar, porque tendría que abrir un mundo perverso ante los ojos de la ley que no le convenía; hablar de gente prohibida, mencionar poderosos apellidos, hacer acusaciones muy delicadas y severas. Si tenía que pagar por daños ante la intocable moral de la señorita Cord, lo haría, no sería la primera vez y de hecho, ya lo había hecho con la compra de ese auto que ella misma se negaba a utilizar, camuflado todo com
Horas después, Leonel entró a su piso con cara de pocos amigos, aunque no era por lo que vivió esa mañana con Elizabeth, sino por tener que llevar el cabestrillo y la imposibilidad de mover bien el brazo, cuando el doctor exigía que no lo hiciera en absoluto, debía cuidar la operación. Cada vez que se bañaba, él solía moverlo un poco y le gustaba que el dolor era cada vez menor. Lanzó la chaqueta sobre la mesa de las llaves, se le estaba resbalando otra vez.Dando sus pasos correspondientes, saliendo de la corta zona entre el recibidor y el resto del apartamento, se detuvo en seco, teniendo la silla frente a él, con las persianas de tela gruesa parcialmente cerradas. La mediana oscuridad de la tarde y ese estatus del salón no evitaron que pudiese ver perfecto quién lo esperaba en uno de los sillones.Sofía Sullivan se levantó al verlo, sostendría su corazón con una sola mano si pudiese hacerlo. Él se veía estupendo con su ceño fruncido, muy bien vestido, de gris oscuro, corbata, geme
Leonel se detuvo en seco.Entrecerró sus ojos, dándose cuenta de que ella hablaba en serio. —Vine a buscarte. Quiero que te mudes a Puerto Rico y que vivamos juntos allá.Si verla allí le sorprendió, esa invitación lo dejó perplejo.—¿Por qué?Ella miró el brazo comprometido, luego clavó su mirada en los oscuros ojos de él. —Porque ya basta, ya está bueno de estar aquí dejándote ver solo en momentos específicos del día como un vampiro. Ya basta de recuperarte lejos de un hospital y con doctores a domicilio porque tu vida corre peligro. Porque ya basta de la destrucción de las almas por gente que es mas poderosa de lo que podemos pensar, o incluso ver…—Quieres que huya.—No quiero que huyas, quiero que estés a salvo. Así como me has mantenido a salvo, así como te has sacrificado por mí en el pasado. Así mismo me encantaría que lo hicieras por ti.—¿Y crees que no lo he hecho? Me he desligado de algo imposible. No sabes cuánta gente de las filas de Gael lo ha intentado, sin mucho éxit