Ella se sorprendió por lo que encontró al entrar. —¿Sofía? —Raymond se levantó de una silla ubicada al lado de la lujosa cama de hospital.Estaba vestido con un jean y una camiseta blanca, zapatillas deportivas de color blanco con un diseño de marca. Estaba un poco despeinado, pero no se veía mal. Sin embargo, su cara… parecía no haber dormido bien.—Pensé que estarías… ¿peor?—¿Qué haces aquí? ¿Leonel te dejó venir? No puedo creer que te haya dejado verme así.Ella tenía sus cejas levemente arrugadas. Se detuvo en seco. —Él no sabe que yo estoy aquí. Me tuve que escapar como si estuviese presa. —Luego le señaló con ambas manos—. ¿Qué te pasó? Es decir, ¿una clínica y todo? Él la miró con tristeza. —¿Alguien te contó lo que me pasa? —Ella negó con su cabeza—. Tengo problemas de adicción. Los labios de Sofía se separaron, no se esperó jamás oír algo así, y menos de alguien como él. Recordó de súbito lo que el escolta de las pizzas, el mismo de allá afuera, dijo sobre Raymond. Sin
Tampoco existían pruebas de maltrato, solo los recientes mensajes de texto que Leonel no pudo evitar responder exigiéndole a Cord que lo dejara en paz, quizás con alguna mala palabra que le hizo sentir fastidio a él cuando fue criticada y utilizada como el supuesto maltrato. Vos sabía que iría al infiero por no reconocer lo que mandó a hacerle a la señorita Cord y su coche, pero para él, quien aseguraba ya haber estado en ese sitio, no le preocupaba demasiado que alguien deseara enviarlo de vuelta. Además, no podía contar allí lo que Elizabeth hizo, ni sus intenciones con su accionar, porque tendría que abrir un mundo perverso ante los ojos de la ley que no le convenía; hablar de gente prohibida, mencionar poderosos apellidos, hacer acusaciones muy delicadas y severas. Si tenía que pagar por daños ante la intocable moral de la señorita Cord, lo haría, no sería la primera vez y de hecho, ya lo había hecho con la compra de ese auto que ella misma se negaba a utilizar, camuflado todo com
Horas después, Leonel entró a su piso con cara de pocos amigos, aunque no era por lo que vivió esa mañana con Elizabeth, sino por tener que llevar el cabestrillo y la imposibilidad de mover bien el brazo, cuando el doctor exigía que no lo hiciera en absoluto, debía cuidar la operación. Cada vez que se bañaba, él solía moverlo un poco y le gustaba que el dolor era cada vez menor. Lanzó la chaqueta sobre la mesa de las llaves, se le estaba resbalando otra vez.Dando sus pasos correspondientes, saliendo de la corta zona entre el recibidor y el resto del apartamento, se detuvo en seco, teniendo la silla frente a él, con las persianas de tela gruesa parcialmente cerradas. La mediana oscuridad de la tarde y ese estatus del salón no evitaron que pudiese ver perfecto quién lo esperaba en uno de los sillones.Sofía Sullivan se levantó al verlo, sostendría su corazón con una sola mano si pudiese hacerlo. Él se veía estupendo con su ceño fruncido, muy bien vestido, de gris oscuro, corbata, geme
Leonel se detuvo en seco.Entrecerró sus ojos, dándose cuenta de que ella hablaba en serio. —Vine a buscarte. Quiero que te mudes a Puerto Rico y que vivamos juntos allá.Si verla allí le sorprendió, esa invitación lo dejó perplejo.—¿Por qué?Ella miró el brazo comprometido, luego clavó su mirada en los oscuros ojos de él. —Porque ya basta, ya está bueno de estar aquí dejándote ver solo en momentos específicos del día como un vampiro. Ya basta de recuperarte lejos de un hospital y con doctores a domicilio porque tu vida corre peligro. Porque ya basta de la destrucción de las almas por gente que es mas poderosa de lo que podemos pensar, o incluso ver…—Quieres que huya.—No quiero que huyas, quiero que estés a salvo. Así como me has mantenido a salvo, así como te has sacrificado por mí en el pasado. Así mismo me encantaría que lo hicieras por ti.—¿Y crees que no lo he hecho? Me he desligado de algo imposible. No sabes cuánta gente de las filas de Gael lo ha intentado, sin mucho éxit
Ella se arropaba con el edredón, de medio lado, mirándolo en silencio mientras la sobaba. Leonel estaba sentado, ya se había curado la herida, ella le ayudó, él le explicó cómo hacerlo, Sofía aprendió rápido, y se colocó de nuevo el cabestrillo, ingiriendo también dos pastillas para el dolor.El empresario se asustó un poco luego de haber tenido sexo con ella en la ducha, ya que el dolor punzante se sintió pésimo, pero hasta ese momento todo estaba bien. Hizo sus notas mentales de hacerse pronto un chequeo más profundo.—Leonel…—¿Mmm?—¿Qué ha ocurrido con el vídeo? ¿No se ha encontrado una forma de conseguirlo?Él detuvo sus toques en la pierna descubierta de Sofía y la miró.Hicimos algunos movimientos para ello, no se encontró nada.—¿Cómo hicieron?—A través de una mucama de la casa de Gael. —¿Y cómo sabes que ella sí les colaboró?—Porque no es una mucama, es alguien de mi equipo.Sofía no dijo nada al respecto.—No lo debe tener allí entonces. O lo habrá borrado. No sé si ese
—Amiga, ¿cómo se siente estar en este motel tan cutre? —Se echó a reír, mientras que Elizabeth comenzaba a ponerse nerviosa—. ¿Me dejas pasar?La rubia Elizabeth Cord tragó grueso, le dio escalofríos esa inesperada visita.Dejó entrar a la esposa de Gael y cerró la puerta. Tamara, justo al entrar, se detuvo en seco, quedándose de pie. Miró a su alrededor, el lugar estaba limpio, ordenado y no olía mal, como a café y perfume de mujer. Divisó una maleta vacía, rectangular y de ruedas, abierta de par en par sobre la única cama matrimonial del lugar.—¿Sacaste cosas de tu apartamento? ¿Gael no te dijo que no te llevaras nada? ¿Qué empacarás allí? —Señaló la maleta de forma despectiva.—No saqué nasa de mi piso —respondió Elizabeth, vestida con un pantalón de tela gruesa color negro, un top del mismo tono y encima de éste, un chaleco color mostaza con grandes botones al frente de color marrón claro—. Compraré algunas cosas con el efectivo que me dio el trabajador de tu esposo cuando me tr
En el avión, la pareja conversó sobre Liam y la decisión de vivir juntos. Leonel estuvo de acuerdo en todo lo que la madre del pequeño propuso. No era la mejor idea dormir en la misma habitación justo al llegar. Querían primero explicarle a Liam cómo sería la situación de ahora en adelante, ver si él la aceptaba, pero sin dejar de pasar tiempo juntos dentro de la casa, invertir mas tiempo entre ellos como una nueva pareja que anhelaba asentarse en medio de caos y miedo, con salidas, en una vida en familia, ahora que Dolores estaba allí y que los demás parecían sumarse a este agradable círculo. De ese modo se hizo, todo cumplido, y en un par de días, los cuales fueron de trabajo para maestra en el plantel, así como días de escuela para el niño (siendo estos los últimos días escolares del año), empezaron a darle cabida a la navidad; aún sin ser diciembre, pero faltaba tan poco, que guiados por las tradiciones, comenzaron a adornar la casa.Terapia para el brazo, aunque aún de vez en c
La asistente del abogado Adam Coney llegó a su apartamento a las afueras del barrio latino de la gran manzana.Ya era de noche, llevaba un cansancio descomunal, zapatos de tacón que estaba loca por arrojar sobre cualquier parte de su piso y carpetas en la mano, junto a un maletín de cuero. Vestida de oficina y muy formal, aunque con un ligero desaliño de su cabello recogido gracias al frío que apenas cubría el largo abrigo y las pocas cervezas encima ingeridas en el bar de la esquina del bufete, se lamentó una vez más porque ese bonito complejo habitacional usara tarjetas magnéticas para las puertas, extrañando mucho unas llaves mientras se peleaba con el fallo del sistema.A punto de lanzar un nuevo improperio, se agachó un poco para dejar en el suelo sus bártulos y así poder realizar la tarea de abrir su hogar con ambas manos.Al enderezarse, un súbito empujón la estampó contra la puerta.Exclamó con urgencia, pero nadie la iba a escuchar, porque fue contundente la fuerza de la man