Lo miro detenidamente, olvidándome por completo de lo desesperada que me encontraba segundos antes, temiendo ser descubierta. Recorro con la mirada toda la habitación, completamente blanca y poco sorprendente, hasta nuevamente acabar fijando la dirección de mis ojos en Rafael, quien permanece inmóvil, acostado boca arriba con los ojos cerrados, el pecho desnudo, tapado con una sábana hasta la cadera y el pelo totalmente alborotado.
Suspiro y comienzo a acercarme con cuidado tras haberme asegurado de que en el pasillo no había nadie a través de la ventanilla difuminada por fuera. Me pongo de pie a la izquierda de la camilla y por un instante, todas mis preocupaciones se pierden al ver la cara de paz y tranquilidad que refleja él. Decidida, extiendo mi mano, pero esta permanece en el aire varios segundos, comenzando a temblar a medida que su piel me es menos distante.
Me cuesta horrores aceptar la culpa que tengo de
- Vos sí que estás completamente loca. ¿Por qué entraste?Suspiro, ya habiendo perdido la cuenta de la cantidad de veces que escuché lo mismo de su parte. Me encuentro caminando hacia la salida del hospital con la mente en otro planeta, mientras la voz de Analía no deja de resonar en mis oídos. Dicen que oír no es lo mismo que escuchar y ahora lo estoy comprobando por mi cuenta.Analía: ¿Me estás escuchando?"La verdad es que no, pero no da decírtelo en la cara".Emily: Si.Analía: No parece. ¿Por qué entraste ahí?Emily: Larga historia.Analía: Pero sabías que no podías, casi llaman a seguridad. ¿Hacía falta seguirles la contra boluda?Emily: ¿Querés dejar de tratarme como si tuviera cinco años? Me hacés acordar a alguien (digo deteniendo el paso y mir&aa
- La próxima vez que tengas que salir avisá, me preocupé.Oigo apenas abro la puerta delantera para sentarme.Analía: Aw, son tan tiernos ustedes.Comenta mientras se abrocha el cinturón en la parte trasera del auto.Emily: No sé si tiernos es la palabra, pero...gracias, supongo.Digo tras mirar de reojo a Marco con una expresión de disgusto, que también recibo como respuesta.Analía: ¿Por?Aunque opino que su pregunta carece de sentido de lógica, ya que...que yo sepa nadie suele llevarse bien con su hermano, me propongo contestar con el objetivo de evadir el tema con alguna mentira o excusa. Pero lamentablemente no llego a hacerlo.Marco: ¿Y ella quién es?Cuestiona en un tono de queja demasiado notable que provoca que lo mire con odio por ser tan bruto. Me ignora y pisa el acelerador con suavidad.Analía: Soy la pri
Esa mañana una nostalgia indescriptible me invade al mirar la pantalla del teléfono. Debido a alguna razón que ni yo conozco, se me da por entrar al chat que aún tengo guardado con Rafael. Ver ese último mensaje suyo en el cual me reprochaba ser igual a mi padre, diciéndolo como un insulto al saber perfectamente que me lo tomaría como tal, subir la vista un poco hacia la parte superior y leer "Ultima conexión: hace 5 días", su nombre y el pequeño cuadrado de su foto de perfil son detalles que en su conjunto me provocan una sensación demasiado extraña. Ya pasaron cinco días, tanto de su última conexión como de la última vez que escuché su voz, por no querer mencionar que fue justamente el día en el que aquel desastre ocurrió.Me estremece el solo imaginar cómo fue según lo explicado por los policías, quienes nos propusieron a
Desde chica supe que me encantaba el aire libre y ahora lo confirmo nuevamente con la vista perdida en aquellas extrañas formas de espuma que se dibujan delante de mí, quién sabe a cuántos millones de kilómetros de distancia. Mirar las nubes siempre fue mi pasatiempo favorito cuando era niña, en esas épocas en las que vivíamos en la casa simple que en ese entonces era lo único que le pertenecía a mi padre.Estoy acostada de espaldas al pastizal, con los ojos apuntando hacia arriba y los brazos extendidos. No hay absolutamente nadie que me moleste ni interrumpa. De repente, tomo asiento, ni yo sé por qué y observo la superficie del campo, lisa, sin ningún obstáculo que lo cuestione, hasta que una forma extraña comienza a dibujarse en el llano, aumentando de tamaño gradualmente, como si estuviera acercándose. Y sí, lo está haciendo, lo noto por el
Notar la presencia del guardia en la entrada de casa provoca que suelte un bufido de queja y está de sobra decir que obviamente no logro dormir esas pocas horas que restan de aquella noche lluviosa. Mis acciones consisten en una repetición sinfín de mirar el reloj y el techo, donde formas extrañas se dibujan, productos de las luces que provienen de la calle e ingresan por la ventana.Por primera vez en mi vida, el sonido del despertador no es un canto del mismísimo infierno para mis oídos, sino solo una orden de que tengo que abandonar la cama inmediatamente. Y así lo hago, dándome una ducha rápida para luego abandonar la habitación, como también la casa.…El tener que entrar por la entrada secundaria al hospital porque la chica de la recepción me echaría por mi última infracción me causa risa y no me queda más remedio que rodear todo el per&ia
Ya comienza a costarme el contener la tentación de ponerme de pie y entrar a esa habitación. Pero trato de pensar que tengo los pies pegados al suelo, para poder sacarme la idea de la cabeza. No sería buena idea entrar ahora y...- ¿Espera a alguien?Pregunta la enfermera que al parecer acaba de volver.Emily: No, yo... (miro a Rafael) ...en realidad vine de visita.- ¿A esta sala? Pase.Emily: Pero...Y no llego a terminar la oración porque la chica ya me aguarda en el interior de ese lugar. Nerviosa, tomo aire y cruzo el marco de la puerta. Ella se dirige al otro rincón, donde abre uno de los cajones de un armario que llega al techo, buscando vaya uno a saber qué. No miro a Rafael, por lo que no tengo forma de saber si él me estará mirando. La joven vestida de blanco cierra el cajón y de allí saca una serie de papeles, acercándose.- Tome asie
- Ya le dije que no hay cambios.El dueño de aquella áspera voz ni siquiera me está mirando. No debe ni pasar los 40. Sus ojos permanecen intactos en la carpeta blanca, cuyas hojas vacías se encuentra llenando. La superficie del alto escritorio que me llega hasta el pecho oculta sus dedos debajo de sí, haciendo que me sea imposible saber qué escribe exactamente. Solo veo el reflejo de la lapicera negra a través del cristal de sus lentes deteriorados por el uso.Emily: Pero tengo un problema grave y (exhalo con fuerza) ...personal.Levanta y baja las cejas sin levantar la vista, dejando notar que mi historia le interesa poco y nada.Mordiéndome el labio de furia, apoyo ambas manos sobre la mesa y me inclino hacia adelante para entender qué hace. Mi enojo se triplica al ver garabatos de formas extrañas en la hoja blanca, como si mi presencia fuese similar a la del vendedor de comida chata
— ¿Vos no tendrías que estar con el uniforme de médico?Emily: Está en mi mochila siempre.Exhala con fuerza, hundiéndose en el asiento.Marco: Bueno entrá, te espero.Emily: No quiero.Siento su mirada sobre mí.Marco: ¿Vinimos por nada?Suspiro, sabiendo que estoy actuando como una indecisa.Emily: Es que no sé... (lo miro, desesperada). ¿Qué hago?Sonríe, frotándose la frente, como si supiera que eso pasaría.Marco: Entrá, hacé lo que tenés que hacer para que te den la nota, actuá indiferente, ni lo saludes si no querés (vuelve a mirarme). Pensá que en el futuro no todos los pacientes que te toquen te van a caer bien (levanta los hombros, haciendo un gesto de niño indefenso).Emily: ¿Alguna vez pensaste en estudiar psicología?Marco