- La próxima vez que tengas que salir avisá, me preocupé.
Oigo apenas abro la puerta delantera para sentarme.
Analía: Aw, son tan tiernos ustedes.
Comenta mientras se abrocha el cinturón en la parte trasera del auto.
Emily: No sé si tiernos es la palabra, pero...gracias, supongo.
Digo tras mirar de reojo a Marco con una expresión de disgusto, que también recibo como respuesta.
Analía: ¿Por?
Aunque opino que su pregunta carece de sentido de lógica, ya que...que yo sepa nadie suele llevarse bien con su hermano, me propongo contestar con el objetivo de evadir el tema con alguna mentira o excusa. Pero lamentablemente no llego a hacerlo.
Marco: ¿Y ella quién es?
Cuestiona en un tono de queja demasiado notable que provoca que lo mire con odio por ser tan bruto. Me ignora y pisa el acelerador con suavidad.
Analía: Soy la pri
Esa mañana una nostalgia indescriptible me invade al mirar la pantalla del teléfono. Debido a alguna razón que ni yo conozco, se me da por entrar al chat que aún tengo guardado con Rafael. Ver ese último mensaje suyo en el cual me reprochaba ser igual a mi padre, diciéndolo como un insulto al saber perfectamente que me lo tomaría como tal, subir la vista un poco hacia la parte superior y leer "Ultima conexión: hace 5 días", su nombre y el pequeño cuadrado de su foto de perfil son detalles que en su conjunto me provocan una sensación demasiado extraña. Ya pasaron cinco días, tanto de su última conexión como de la última vez que escuché su voz, por no querer mencionar que fue justamente el día en el que aquel desastre ocurrió.Me estremece el solo imaginar cómo fue según lo explicado por los policías, quienes nos propusieron a
Desde chica supe que me encantaba el aire libre y ahora lo confirmo nuevamente con la vista perdida en aquellas extrañas formas de espuma que se dibujan delante de mí, quién sabe a cuántos millones de kilómetros de distancia. Mirar las nubes siempre fue mi pasatiempo favorito cuando era niña, en esas épocas en las que vivíamos en la casa simple que en ese entonces era lo único que le pertenecía a mi padre.Estoy acostada de espaldas al pastizal, con los ojos apuntando hacia arriba y los brazos extendidos. No hay absolutamente nadie que me moleste ni interrumpa. De repente, tomo asiento, ni yo sé por qué y observo la superficie del campo, lisa, sin ningún obstáculo que lo cuestione, hasta que una forma extraña comienza a dibujarse en el llano, aumentando de tamaño gradualmente, como si estuviera acercándose. Y sí, lo está haciendo, lo noto por el
Notar la presencia del guardia en la entrada de casa provoca que suelte un bufido de queja y está de sobra decir que obviamente no logro dormir esas pocas horas que restan de aquella noche lluviosa. Mis acciones consisten en una repetición sinfín de mirar el reloj y el techo, donde formas extrañas se dibujan, productos de las luces que provienen de la calle e ingresan por la ventana.Por primera vez en mi vida, el sonido del despertador no es un canto del mismísimo infierno para mis oídos, sino solo una orden de que tengo que abandonar la cama inmediatamente. Y así lo hago, dándome una ducha rápida para luego abandonar la habitación, como también la casa.…El tener que entrar por la entrada secundaria al hospital porque la chica de la recepción me echaría por mi última infracción me causa risa y no me queda más remedio que rodear todo el per&ia
Ya comienza a costarme el contener la tentación de ponerme de pie y entrar a esa habitación. Pero trato de pensar que tengo los pies pegados al suelo, para poder sacarme la idea de la cabeza. No sería buena idea entrar ahora y...- ¿Espera a alguien?Pregunta la enfermera que al parecer acaba de volver.Emily: No, yo... (miro a Rafael) ...en realidad vine de visita.- ¿A esta sala? Pase.Emily: Pero...Y no llego a terminar la oración porque la chica ya me aguarda en el interior de ese lugar. Nerviosa, tomo aire y cruzo el marco de la puerta. Ella se dirige al otro rincón, donde abre uno de los cajones de un armario que llega al techo, buscando vaya uno a saber qué. No miro a Rafael, por lo que no tengo forma de saber si él me estará mirando. La joven vestida de blanco cierra el cajón y de allí saca una serie de papeles, acercándose.- Tome asie
- Ya le dije que no hay cambios.El dueño de aquella áspera voz ni siquiera me está mirando. No debe ni pasar los 40. Sus ojos permanecen intactos en la carpeta blanca, cuyas hojas vacías se encuentra llenando. La superficie del alto escritorio que me llega hasta el pecho oculta sus dedos debajo de sí, haciendo que me sea imposible saber qué escribe exactamente. Solo veo el reflejo de la lapicera negra a través del cristal de sus lentes deteriorados por el uso.Emily: Pero tengo un problema grave y (exhalo con fuerza) ...personal.Levanta y baja las cejas sin levantar la vista, dejando notar que mi historia le interesa poco y nada.Mordiéndome el labio de furia, apoyo ambas manos sobre la mesa y me inclino hacia adelante para entender qué hace. Mi enojo se triplica al ver garabatos de formas extrañas en la hoja blanca, como si mi presencia fuese similar a la del vendedor de comida chata
— ¿Vos no tendrías que estar con el uniforme de médico?Emily: Está en mi mochila siempre.Exhala con fuerza, hundiéndose en el asiento.Marco: Bueno entrá, te espero.Emily: No quiero.Siento su mirada sobre mí.Marco: ¿Vinimos por nada?Suspiro, sabiendo que estoy actuando como una indecisa.Emily: Es que no sé... (lo miro, desesperada). ¿Qué hago?Sonríe, frotándose la frente, como si supiera que eso pasaría.Marco: Entrá, hacé lo que tenés que hacer para que te den la nota, actuá indiferente, ni lo saludes si no querés (vuelve a mirarme). Pensá que en el futuro no todos los pacientes que te toquen te van a caer bien (levanta los hombros, haciendo un gesto de niño indefenso).Emily: ¿Alguna vez pensaste en estudiar psicología?Marco
No se cuanto rato llevo perpleja, mirándolo. Desde que lo vi despierto me he quedado atontada, sin desviar la mirada de su rostro, al igual que él del mío. Sus ojos me observan y, a diferencia del rencor de hace un día, ahora solo me transmiten paz, como la mirada inofensiva de cualquier ser que acaba de despertar de un sueño profundo: no está ocultando nada. Siento como si se hubiera congelado el tiempo, como si la habitación y todo lo que está a nuestro a alrededor hubiera desaparecido, como si estuviéramos conectados entre nosotros y desconectados del mundo.— ¿Aún sigue acá?Escucho a mis espaldas y retiro la mano de la mejilla de Rafael, al ver que su mirada deja de apuntarme a mi y se direcciona a la puerta. Me volteo rápidamente, con la planilla en la cual estaba haciendo anotaciones apretada a mi pecho.— Sus prácticas son hasta las 10.
Luego de la retirada de Rivera, cierro la tapa de la planilla y guardo la lapicera en un hueco que tiene en la parte superior, tomándome mi tiempo, alargando lo más posible el rato sin cruce de miradas con Rafael que puedo obtener. Pero evidentemente, a la larga no me queda más remedio que levantar la vista cuando no tengo nada más que hacer.Él me mira justo un segundo después de que yo lo haga, colocando su celular en la pequeña mesa que tiene al costado de la cama. Me da la impresión de que antes ya se encontraba observándome, pero fingió no hacerlo mostrándose entretenido en la pantalla de su teléfono.—Eso fue intenso (murmura).Agradezco que sea él quien rompa el silencio, puesto que ya comenzaba a sentirlo incómodo e intolerable.—Si, ¿no?—Te debo una, ¿se podría decir?Pregunta y juraría hab