Narra Matías.Apoyé las manos sobre los fríos azulejos y absorbí la baja temperatura de aquel castigo en forma de diluvio hasta que penetró en mis huesos. Soy un gilipollas y un egoísta, quiero más de lo que me pertenece, por esos chamacos hubiese sido mejor hombre, me habría alejado de Ignacia, pero, en vez de ello, la convertí en mi esposa e hice que la noticia de nuestro matrimonio fuera divulgada en todos los medios conocidos, en lugar de mantenerlo como un secreto entre unas cuantas personas. Pero no yo para embarrarla en grande y hacer que Ignacia se quisiera morir, cosa que no logré, sino que más bien la he puesto en peligro y con ella a los niños. Me enjaboné, limpiándome rápidamente el sudor que he conseguido toda la noche a pesar de que el aire estaba encendido, pues me tocó pasarla bien mal porque no solo la castigué a ella sino a mí mismo en el proceso. Pocos minutos después, me detuve frente al espejo. Me pasé los dos dedos por la cara al notar que necesitaba un afeita
Narra Matías.Caminé de vuelta a los lavabos, tomé la navaja, y la extendí a ella—aféitame— pedí dejando el tema zanjado. —Es tu manera de evitarme. No sé afeitar y no lo haría de todos modos—me acerqué a ella y le puse la navaja en la mano llevándola a mi cuello. —¡¿Qué haces?!—me pregunta aterrada. —Sabes que odio que me lleves la contraria y tú sufres de hacerlo, ahora haz lo que te pido y no quitaré el dinero de tu cuenta, es mi respuesta final. —Yo no lo quiero, también es mi respuesta final. —Mira por qué no aprovechas, y me corta aquí—, la apreté de la cintura, pero sin soltar su mano para que siga con la navaja en mi cuello. —No soy una asesina. —Mírale el lado bueno, morra, quedarías viuda y podrida en plata, podrás casarte con quien quieras menos con Sebastián— hice un gesto de desagrado y me encanta ver su rostro de incredulidad cuando le hago cosas como estas— o con el verdadero padre de los morrillos—, su rostro se tornó pálido, tiré una flecha y di directo en el b
Narrador. Sebastián estaba asombrado y se deslumbró con aquella hacienda, pues desde luego había escuchado que era una de las más grandes y próspera de la zona, con su propio manantial termal dentro, pero escuchar y ver no es lo mismo, ahora no paraba de mirar a cada espacio de ese salón en el que estaba debido a que ni con la estabilidad económica que tiene nunca había estado rodeado de tantas cosas costosas. Suspiró detenidamente al pensar que le será difícil luchar contra un oponente como Matías Quintana, pero luego sopesó el hecho de que conoce muy bien a Ignacia y la mujer en la que se convirtió después de ser madre ya le importa poco lo material, muy distinta a la vanidosa que era antes. «Tengo algo que a este payaso le falta y es su amor, ella me quiere sin contar el hecho que soy el padre de sus hijos» se dijo internamente cuando buscaba una razón, y aunque quiere luchar por ella no es amor en sí lo que siente sino esa sensación de pertenencia que le ordena recuperar lo
Narrador.Tiró de su asiento y se dejó caer echando la cabeza hacia atrás. —¡Qué más da, esto es lo que soy! – manifestó cuando encendió la pantalla de su teléfono celular, buscó entre la aplicación la toma de la cámara con audio que tiene justo en el espacio que están Ignacia y Sebastián dialogando. —¿De qué tanto hablan?, el muérgano viene a ver a los niños y se aprovecha— le dio un golpe seco al escritorio, lo estaba matando tener que aceptar que Sebastián esté en su casa. —No seas así Ignacia, quiero recuperarte, los dos cometimos un error al casarnos con otras personas, pero estamos a tiempo, si me dices que sí, dejaré a Claudia y volveremos a ser una familia feliz— rogó Sebastián tras ver su actitud fría, no era ni parecida a la mujer que le rogaba para que no la deje. —¡Ese bato está provocando al diablo! — volvió a gritar Matías escuchando atentamente cada palabra. —No me pidas que no sea esto en lo que me convertiste—. Ignacia sintió su sangre hacer ebullición en su cabe
Narrador. Ignacia esperaba a que Iván regresara al salón al ver que transcurría el tiempo y no aparecía, decidió salir en su búsqueda, agitada y suponiendo que Sebastián se lo había llevado, miró a todos lados viendo a los hombres que siempre están custodiando la hacienda con armas largas en manos, cosa que de hecho le parecía extraña, pero en esta ocasión su mente no estaba en eso, sino en saber de su hijo. —¡Hola chicos!—, levantó una mano como gesto de saludo. Sin olvidar que la única vez que ha hablado con ellos es para gritarles cuantos insultos pudo y ahora le daba algo de pena su anterior comportamiento con ellos, y vió al suelo escuchando como dos de los tres hombres les respondieron. —Hola señora—, el otro estaba renuente, ya que trabajaba con Tobías y este en un momento de rabia expresó que esa mujer es un peligro para la organización, de modo que hay muchos de ellos que no quieren tener compenetración con Ignacia. —Si no es molestia podrían decirme si vieron a mi hi
Narra Matías. No podía concentrarme en nada, esta vez no quería reaccionar como mayormente lo hago, me pareció denigrante ir a ella y tomarla del brazo para exigirle una explicación, no tenía por qué y aun sabiéndolo todavía no deja de enfadarme. «Voy a enloquecer» «Tengo tantas cosas en las que debo pensar e Ignacia me acapara todo el tiempo y la energía» expulsé el aire y volví a absorber sintiendo un leve dolor de cabeza por el estrés. El sonido del teléfono me trajo de vuelta a la realidad. —Señor. Roberto me ha informado que ya recuperó la mercancía robada—, me informa Daniel y debería alegrarme porque deseaba mostrarle a Ráelo Martínez que conmigo no se juega. —Buen trabajo Daniel…, — cuando estaba a punto de hacerle otro pedido para una entrega que tenemos, la puerta fue abierta y abruptamente detuve mis palabras cuando vi que se trataba de mi capricho que viene con una bandeja, deja el café frente a mí y se me queda viendo. —Daniel, hablamos cuando termines— con eso últ
Narra Ignacia. Cuando vi su mirada de desaprobación me sentí tan tonta, me dejé manejar por el agradecimiento tal vez, o quizás no sé qué me conllevó a querer tocar su cabello y saborear sus labios, pues sería muy falso de mi parte decir que no me encanta, su sabor y la manera en la que me besa, cómo todo mi cuerpo se estremece convirtiéndose en una masa blanda bajo su tacto. Todo Matías me gusta y me enciende a un punto que no creí capaz que un hombre me hiciera llegar. — ¡Oh! perd… No tuve tiempo de terminar, ya que su boca estaba sobre la mía silenciando mis disculpas y mis ojos se cerraron por sí solos. Enloquecida, quería empujarlo, porque él se mostraba irritado cuando yo lo besé, pero mi cuerpo no me obedecía y mis músculos se tensaron. Suavemente, sus labios rozan los míos, los presionan delicadamente, una deliciosa sensación de vacío se instala en mi pecho. Respiré el aroma de su loción y una fragancia almizclada, dulce, suave y amaderado induce a la relajación con un
Narra Ignacia.Sin embargo, a Matías poco le duró la ternura porque atento a mis reacciones, mordisquea mi boca y, con cada nuevo asalto, evitaba gemir. Todo mi cuerpo reacciona y, muy a mi pesar, me arqueo para sentirlo más cerca. Pasaba una mano por mi cabello jalando con una pizca de delicadeza y por momentos intentaba tirar con fuerza, con ese mismo salvajismo que me tomó de la cintura con la otra, provocando una nueva descarga eléctrica que circulaba mis venas cuando al fin nuestras lenguas se mezclan antes de comenzar una deliciosa danza. «¿Cómo puede un simple beso provocar este efecto?» Retrocediendo, Matías me mira con una intensidad tal que despierta en mí una miríada de sensaciones inéditas y a la vez puedo ser consciente de que una pregunta muda flota en sus ojos. Entonces enardecida por la proximidad de su cuerpo, respondo pasando mis manos alrededor de su nuca para jalarlo hacia mí percibiendo como se estremece y por fin se entrega dominándome con todo su ser y su