Narra Matías.«Convéncete Matías, no olvides que amas a una mujer que no será capaz de dar nada por ti» me expliqué a mí mismo mientras iba de camino a ver a mis hijos, ya que por estar sumergido en mis problemas me he olvidado de todo incluyéndolo a ellos, y no debe ser así.—Primo muchas gracias por la información que me has pasado. — Me interrumpe Gerald y me pregunto a mí mismo porque no agarro a este malandro y lo envío a darle cuentas al diablo, así me lo quitaré de encima.«Mi madre adora a Soraya y sentiría mucha desilusión de mí si le hiciera daño a este huevón» me recalca la voz de mi conciencia, esa que hasta hace poco creía no tener, pero muy en el fondo soy tan débil como odio serlo.—¿De qué hablas? — le pregunto con aturdimiento fingiendo que no entiendo nada de lo que me dice.«¡Cabrón el rey del engaño soy yo!, te haré creer que me tienes y cuando menos te lo esperes verás que en realidad tus manos están más vacías que al principio» me burlaba de él a mi modo sonriend
Narrador. «Ya puedes creer que te vas a deshacer de mí, capricho mío, pero eso no podrá ser jamás eres mía, mi mujer y si me traicionas entonces no te voy a perdonar nunca» hablaba él en su fuero interno y cuando la soltó para que pudiera respirar ella le gritó con el poco aliento que le quedaba pareciendo más un gemido. —¡Dios…, eres un enfermo! Tu actitud tosca es por ese Gerald, ¿por qué no entiendes que te quiero mucho? Lo señaló y él se perdió en esa mirada azul llena de reproche. — Piensas que si no sintiera todo esto por ti ya no estaría buscando la manera de huir. — Mientras ella reclamaba los labios de Matías se curvaban en un gesto de desprecio al creer que ella mentía y cuando notó su resistencia, de cómo trataba de apartarse se aferró a su pequeño cuerpo como un náufrago a un salvavidas. —¿Me estás matando? — murmuró y ella al escucharlo se ablandó. —Me culpas a mí cuando el que parece tener un botón para esconder sus sentimientos eres tú. — Él deslizó la boca por su
Narrador. Ignacia al ver a su esposo tan endemoniado quería hacer que se detuviera, pero la voz no salió de su garganta, ya que su cuerpo disfrutaba de acogerlo y después de unas cuantas embestidas sintió cómo era levantada en el aire y de cómo una áspera mano aprovechó que nada se interponía para palmear fuerte su delicado trasero dejándolo sumamente enrojecido. —¡Contrólate Matías eso arde! — se quejó, creyendo que él se detendría, pero, por el contrario, esa protesta lo animó, y se sonrió lascivo, propinándole otra nalgada mucho más fuerte. —¿Te aprovechas?— cuestionó y un fuerte gruñido de parte de él la hizo guardar silencio. No estaban recostados, ni afianzados a nada, solo Matías de pie, manejando el cuerpo de su esposa a su antojo, entrando y saliendo de ella con unos movimientos bravíos. Instándole a aferrarse de su cabello mientras él arremetía contra su trasero una y otra vez, causándole que el dolor se mezclara con el placer, sin detenerse a preguntarle si a ella le es
Narrador.Ese último mensaje le dió a entender que la mujer estaba muy picada porque su mano derecha Osvaldo había sido apresado por la DEA en territorio americano y ese era el golpe más fuerte que habría podido recibir, ya que ese hombre sabe todos los pormenores de su cartel y si le proponen negociar su libertad para que sea un testigo protegido no sabe qué podría hacer, puesto que siempre tienden a dejar que los agentes los convenzan y ahora ella debe buscar la manera de darle muerte a su mejor empleado. No había dormido nada bebiendo para controlar las ganas de ir con su séquito para disparar a todo lo que se mueva en la hacienda de Matías sabiendo que es una pérdida de tiempo porque con lo segura que es esa hacienda lo matarían a ellos primero antes de acabar con la mitad del personal que tiene camaleón. Ignacia sintió duda en cuanto escuchó a su esposo exclamar impresionado y aunque no estaba dentro de sus planes su sangre empezó a bullir por los celos y su mente se llenó de m
Narrador. Matías se quedó asombrado cuando llegó con Ignacia tomada de la mano, y veía a Luisa riendo a carcajadas como si fuera una persona desquiciada; sin embargo, no comprendía porque ella reía de ese modo; y era que a Luisa le parecía muy chistoso lo que había dicho ese hombre, del cual él, ni Ignacia tenían idea de que se trataba de su expareja. «¡Qué carajos!» pensó Matías asombrado tanto por la actitud de la mejor amiga de su esposa como por su presencia en ese lugar, el cual utiliza para torturar a sus enemigos. —¡¿Tobías qué significa esto?!— exigió una explicación. Entendiendo Tobías con claridad a qué se refería su jefe se quedó sopesando lo que diría y cuando estuvo a punto de responder Matías sin esperar a que él le diera una justificación volvió a preguntar: — ¿qué parte de debemos disimular no comprendiste? Tobías sintió molestia por el reproche, pero no se atrevió a protestar, y reprimió el enfado. —Matías lo siento, se me ha salido de control. — Temeroso, Tobías
Narrador.Sebastián se quedó sin aliento cuando supo que estaba señalando a la persona equivocada, en cuanto Rubén muy sonriente le comentó como Claudia le planteó todo el plan para destruirlo y ella que al escuchar la insistencia con la que habían tocado el timbre de la puerta fue a ver de quienes se trataban a esa hora de la madrugada, estaba estática en su lugar tragando grueso cuando lo oía todo. —¡Mientes! — le gritó echa un mar de nervios, sin saber de qué otra forma defenderse. —¿Eso que ustedes tienen en la puerta puede grabar? — Señaló Rubén el moderno intercomunicador. El hombre es un delincuente de clase baja, por así decirlo un ladrón mediocre que le gusta utilizar a las mujeres, pero bruto del todo no era. —Sí claro, guarda las grabaciones— respondió Sebastián sin saber si pegarle al tipo que estaba aún con las manos esposadas o si darle unas bofetadas a Claudia, pero más empeño tenía en recuperar lo perdido. —Busca la grabación de dos días antes del incendio y verá
Narra Matías. Ni siquiera disimularon sus ganas de acabarme, ya que enseguida Ignacia salió de la hacienda, Gerald fabricó una excusa patética diciendo que tenía algo que hacer fuera y dejó todo para ir detrás de ella, pero no le daré el gusto de atraparme, claro que los dejaré suponer que lo harán. —Vamos a ver qué tan traicionera es mi capricho— le propuse a Tobías que me vio con mirada desorbitada, sin poder creer lo que acababa de decirle. —Papis John, ¿qué tontería has hecho?, dejaste que tu esposa y los morrillos salieran de casa con esa loca de Az picada y con ganas de hacerte daño. Claro que dentro de todo estudié esa posibilidad y a pesar de mi enfado envié a más hombres para que protejan a Ignacia y a los niños, solo que ella ni cuenta se ha dado de que la están cuidando. —No me consideres tonto Tobías — le reñí furioso, ya que tengo un momento en el que no me gusta que me crean idiota y aunque él no tiene culpa de mi turbación igual ando que me pinchan las venas y lo
Narrador. Soraya se encontraba recostada de la isleta de la cocina, llevaba varios minutos viendo un zapato de bebé que había sido tejido por sus propias manos hacen más de treinta años y al recordar la ilusión con la que lo creó, un nudo se le formó en la garganta haciendo que las lágrimas se le salieran descontroladamente y sin proponérselo; era inevitable que no llorase al recordar a sus ojitos de cielo, pero su tristeza era mayor en esta fecha. «Mi Yatzil, hija amada» musitó para sí misma. India que estaba preparando un rico té para ambas se giró con dos tazas en las manos, y notando como Soraya estaba con la mirada perdida y tan centrada en su dolor no sabía qué decir para brindarle algo de consuelo. «Soy tan torpe con las palabras, si la señora Martina viniera», rogó internamente al no saber qué hacer, ya que no es su fuerte entablar un diálogo porque a diferencia de Soraya que fue criada por unos padres adoptivos ella fue criada por sus hermanos mayores que eran frívolos y