Dante miraba las expresiones de inquietud dibujadas en el rostro de Sophie cada vez que preguntaba o comentaba algo que no recordara bien. –Me han dicho que eres . . . ¿Es verdad? Dante no podía apartar la vista de ella. Estaba preciosa, con el cabello algo despeinado cayéndole sobre los hombros, con esos increíbles ojos, mirándolo de un modo angelical. Por alguna razón no parecía la misma. Claro que... era normal que estuviese distinta. Para empezar, estaba más delgada. Apenas si se percibía el embarazo. Sophie casi nunca dejaba entrever sus emociones a los demás, pero en ese momento veía incertidumbre en sus ojos además de curiosidad. –Vas a tener un hijo conmigo –le confirmó él. –Estamos en la búsqueda de vivienda y ponernos de acuerdo en todo lo que viene, el compromiso y el matrimonio. . . Habría querido decirle la verdad, que ella no quería casarse, pero se atuvo a las recomendaciones del médico. Necesitaba que Sophie confiara en él por el embarazo y el parto y él tenía q
Ese día Sophie tenía la consulta con un especialista, al entrar al consultorio se dejó caer en la silla frente al escritorio del doctor Selby, sería su psiquiatra desde ese día. Dejó a un lado el bastón que usaba para caminar, por el golpe en una pierna aún no caminaba bien. Después de la sesión de fisioterapia siempre se encontraba dolorida y la leve cojera que aún sufría entorpecía sus movimientos, pero no se quejaba porque el simple hecho de poder volver a andar ya le parecía una bendición. –¿Cómo has estado estos últimos días, señora Hamilton? –le preguntó el psiquiatra, mirándola por encima de la montura de sus gafas. –Muy bien, aunque sigo sin tener aún recuerdos claros, todo sigue vago para mí –respondió ella con incomodidad–. Todo se me hace aún muy extraño. Hace unos días mi madre, que medio recuerdo me regaló un maletín de cosméticos y tuve la sensación de que esperaba que la sorpresa me entusiasmara, pero no sé para qué sirven la mitad de las cosas que trae el maletín. A
Sophie recordó que cuando estaba en su estado . . . Ella, oía las voces. También oía ruidos aislados, como leves pitidos y zumbidos. Y a veces, por más que se esforzaba, era incapaz de moverse. No lograba articular los dedos de las manos, ni de los pies… ni siquiera podía abrir los ojos. Los brazos y las piernas le pesaban. El apretó la mano de ella y la beso con suavidad exclamando . . . Por qué ahora todo era tan distinto. A los días de haber despertado, ella le comentó a Dante que también oía su voz profunda, masculina, más diferenciada, empezó a aferrarse a ella cuando la oía, desorientada como estaba, igual que un náufrago se aferraría a un salvavidas. En ocasiones no alcanzaba a entender lo que decían las personas alrededor . Lo asociaba a un televisor, preguntándose si lo tendrian todo el tiempo un canal extranjero porque parecía que estuviesen hablando en otro idioma, o al menos con acento de otro país. También escuchaba la música de fondo, música clásica sobre todo, y
Sophie se sentía algo inquieta ese día era la junta médica para dar nuevas indicaciones a seguir en su caso. Ella rogaba para que Dante cumpliera con lo conversado entre ellos el día anterior. Se le vino a la memoria la conversación y como se sintió en esos momentos. . . Ella se sentía decidida y segura de su deseo de regresar a casa. Así se lo hizo saber a Dante, con una conversación franca y abierta le expresó su firme solicitud de alta médica. Sin embargo, Dante, preocupado por su bienestar y decidido a garantizar su cuidado y seguridad, le impuso una condición inesperada. Dante oyendo a Sophie exclamó . . . –"Sophie, entiendo tu deseo de irte a casa, pero quiero asegurarme de que estés completamente protegida y cuidada", comenzó Dante con calma, aunque su tono era firme y determinado. Ella lo miró, esperando su comentario. –“Solicitaré el alta médica", continuó Dante, –"pero no te llevaré a ninguna de tus residencias habituales. En su lugar, serás llevada a mi palacete, donde
Tenía días que se paseaba por la casa conociendo cada rincón del palacete, lo hacía para entretenerse en algo y como era muy grande se mantenía ocupada. Sólo se comunicaba con su madre quien la llamaba todos los días por la mañana y por la noches Olliver la llamaba. Apenas si conversaba con Dante quien se mantenía apartado de ella. Tal vez por sus temores al principio, que tomo esa conducta. Pero muy en el fondo ella sabía que necesitaba la compañía de él. Quería hacerle varias preguntas, pero cuando se acercaba tratando de conversar con él, siempre se apartaba. Si ella le hacía alguna pregunta él salía con evasivas. Esto la ponía muy mal. De pronto, cuando menos lo esperaba, la puerta se abrió de sopetón, Dante entró con una expresión de furia en el rostro, y Sophie sintió un escalofrío recorrer su espalda al verlo así. Se incorporo un poco más dejando el libro que leía a un lado y pregunto . . . –"Dante, ¿qué sucede?", preguntó Sophie con voz temblorosa, incorporándose un poco y
Dante sintió remordimientos por haber actuado de la forma en que lo hizo y trato de abrazar a Sophie pero ella, se apartó y exclamo . . . –No hace falta que sigas fingiendo –le dijo con un suspiro–. No soportas mi presencia . . . –No, lo único que explica es mi mal genio, aunque casi siempre soy capaz de mantenerlo bajo control –murmuró. Dante mirando a Sophie con arrepentimiento, se acercó a ella y logro abrazarla. Sophie temblaba entre sus brazos, esforzándose por contener los sollozos que se le escapaban–. –No significa nada. –Dijo Dante –Pero... ¡has dicho que siempre estaba contándote mentiras y que no podías confiar en mí! –exclamó ella, sin poder contener ya las lágrimas. Dante se sentía mal por haber hecho que se alterara de ese modo. . ¿Cuándo se había vuelto tan resentido, tan falto de empatía, tan obstinado? Le había procurado todos los cuidados que había necesitado, pero desde que la había llevado allí con él la había ignorado todo el tiempo. Normal que le hubiese
–¿Te apetece un aperitivo antes de cenar después de este... incidente tan desagradable? –le propuso cuando volvieron dentro y pasaron al comedor. –No es necesario; estoy bien. Pero agradezco que hayas venido en mi auxilio –murmuró ella, alzando la vista hacia él. –No tienes que darme las gracias; esta mañana no me porté bien contigo. Te ataqué y te juzgué mal. Ella lo miró a los ojos. –No pasa nada –murmuró ella en un tono juguetón, avanzando hacia él–;ya se me ha olvidado. . .No soy rencorosa. . . Dante –Pues no deberías perdonarme tan fácilmente –la reprendió él con una sonrisa sarcástica, al tiempo que retrocedía, intentando mantener las distancias entre ellos. Sin embargo, no pudo evitar tensarse cuando la cálida mirada de Sophie le provocó una punzada de deseo en la entrepierna. Sophie se dio cuenta de que, sin pretenderlo, estaba a punto de arrinconarlo contra la pared y se rio, sorprendida, preguntándose si Dante siempre sería tan inexpresivo, tan serio, tan dado a decir
Esa mañana, durante el desayuno, Dante apenas podía apartar la mirada del rostro de Sophie, quien estaba sentada en su silla con una expresión llena de felicidad, hablaba y bromeaba afectuosamente con él mientras se tomaba una tostada y le daba a Copito trozos de la corteza. Esa mañana Sophie se sentía con más animó y quería salir, busco que ponerse y luego de mirar se decidió por unos pantalones oscuros sueltos y cómodos igual las zapatillas. Al salir de la casa por primera vez desde su llegada se sentía más segura, y aliviada de que por fin hubiera reunido el valor suficiente para hacer lo que sentía que tenía que hacer para cerrar en su mente el episodio del accidente. Ella Iba a la consulta de su psiquiatra con seguridad, se sentía lo suficientemente segura como para tomar decisiones por sí misma. Decidió enfrentar sus miedos y en la consulta con el psiquiatra, Sophie se abrió como nunca antes lo había hecho, compartiendo los recuerdos vagos que comenzaban a aflorar en su ment