Marcia, con un gesto de arrepentimiento por haber alejado a la niña del toque de Ariel momentos antes. Suspiró mientras observaba a la pequeña, estaba consciente que podría ser de ellos, pero en esos momentos ella no quería entregar a ninguno de los pequeños y los sentía a todos suyos, pero se la entregó apenada.
—Disculpen —murmuró, tratando de explicar su comportamiento—. Es que estoy muy nerviosa y preocupada. Hay otro pequeño que está con mi suegra; él también está sano. Lo tenía una mujer de negocios que siempre ha perseguido a Marlon desde que estudiaron juntos. Si puedes, ayúdame a cuidar de los cuatrillizos y esos dos. Tú encárgate de los sanos, y yo me dedicaré a los enfermos. ¿Puedes? —Claro que sí, Marcia. Sólo vine de visita, pero si me necesitas puedo llamar a mi casa y quEn la reserva, la llegada de los familiares de las jóvenes fue un momento de emociones intensas. Al verlas, sus rostros se iluminaron con un alivio indescriptible, mezclado con lágrimas de alegría y abrazos interminables. La felicidad de saberlas sanas y salvas venció al miedo de que todo pudiera ser una esperanza efímera. Al tenerlas frente a ellos, vivas, los temores desaparecieron y la calidez de las familias brindó un refugio reconfortante. Poco a poco, las jóvenes comenzaron a compartir lo que podían recordar.—Señor, despertamos y nos estaban mudando… no éramos solo nosotras —relató una de ellas con la voz temblorosa. Pero se detuvo de repente, el miedo la paralizó y comenzó a temblar. Su padre, rápido, la abrazó con fuerza, ofreciéndole consuelo.
El joven comenzó a temblar y, de repente, volvió a vomitar de manera violenta. Después, bajó la mirada durante un instante, como si evitara ver directamente al Mayor, antes de responder con voz entrecortada: —Puedo indicarle, pero… señor, ya deben habernos movido. Siempre lo hacen. Nos trasladan constantemente, desde que tengo memoria. Nunca estamos mucho tiempo en el mismo lugar. La mandíbula del Mayor se tensó ante esas palabras. Su mirada se endureció, pero logró controlar sus emociones. Sabía que en ese momento no podía permitirse titubear o mostrar debilidad. —¿Dónde los alojaban antes de traerlos aquí? —preguntó con un tono profundo pero paciente—. Cualquier detalle, por pequeño que sea, puede servirnos. El joven se llevó ambas manos al vientre como si intentara contener un dolor in
Clavel y Camelia observaban a los pequeños que les habían sido arrebatados antes de nacer a sus padres, yacían en la habitación, débiles y enfermos. Cada uno de sus cuerpos frágiles era una dolorosa evidencia del tiempo de sufrimiento y negligencia que habían soportado. Su corazón se encogió de dolor y añoranza mientras luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Marcia, estaba sumida en una profunda culpa y desesperación. Su rostro estaba empapado de lágrimas y sus sollozos desgarradores llenaban el aire. La carga de responsabilidad que recaía sobre ella por no haber podido proteger a sus hijos se convertía en un peso insoportable. Cada lágrima era una plegaria desesperada por deshacer el pasado, por cambiar el curso de los acontecimientos y rescatarlos de la oscuridad en la que habían vivido.Clavel, por su parte se lle
Clavel salió de la casa con el corazón lleno de preocupación por los niños enfermos. Si algunos de ellos eran hijos de su cuñado Ariel, tendría que ayudar a su hermana Camelia, pensó mientras caminaba por el jardín. Sus ojos se posaron en un grupo de columpios, donde los hermanos de aquellos que disfrutaban de buena salud jugaban bajo la atenta mirada de las niñeras y los guardias de seguridad. Sin embargo, algo le llamó la atención.Había un joven sentado bajo la sombra de un imponente árbol, limpiándose constantemente la frente sudorosa con un pañuelo. Su rostro le resultaba extrañamente familiar, como si lo hubiera visto antes. Una sensación de incredulidad se apoderó de ella mientras intentaba recordar de dónde conocía a aquel joven.Entonces, como un rayo de luz que atraviesa su mente, un recuerdo emergió de lo más p
En la casa de los Rhys, lograron quitarle la bomba que tenía atada al cuerpo el joven. El exsenador Camilo Hidalgo, junto a sus hijos Camelia, Clavel, Gerardo y otra hermosa joven que estaba muy emocionada, rodeaban al joven acostado en el suelo y esperaban ansiosos a que despertara. Finalmente, lo ven levantarse de un golpe y abrazarse a la joven que había venido con Camilo.—¿Cómo escapaste? —preguntó emocionado.—Perdóname, mi hermano, por no haberte dejado ir antes a hablar con nuestro padre. ¡Tenías razón! La madre de Gerardo nos mintió —dice la chica de inmediato.—¿Qué quieres decir? —pregunta intrigado, incorporándose con la ayuda de ella.—Fue ella quien nos dio en adopción, no nuestros padres, ¡fue ella! —afirma mientras se abraza al joven y luego añade, mirándolo a los ojos—. &i
El doctor Félix ha logrado estabilizar al joven Reutilio, que finalmente despierta y se alegra de verse en los brazos de su padre. Marlon, al sentirlo, abre los ojos de inmediato.—¿Cómo te sientes, hijo? —pregunta tocando la frente del pequeño.—¿Los salvaste, papá? ¿Los salvaste? —pregunta con urgencia.—Sí, sí, míralos en sus camas —le señala Marlon. Después de sacarlo de la cámara de oxígeno, lo subieron a la habitación donde estaban los demás—. Y te tengo una sorpresa.—¿Una sorpresa? Le tengo miedo a las sorpresas, papá —dice apretando la mano de Malo.—Esta te va a gustar —Marlon le sonríe y señala hacia un lugar—. ¿Ves a aquella hermosa mujer que está dormida en ese sillón junto a tus hermanitos?—S&iacut
Al Mayor no le pasó desapercibido que el capitán tenía algo más entre manos. Algo en su postura denotaba que la conversación estaba lejos de haber terminado. —¿Qué averiguó sobre la doctora Elizabeth? —preguntó con tono inquisitivo, enfocando su mirada en el hombre que tenía enfrente. Había solicitado que la investigaran, guiado por una sospecha que aún no podía explicar del todo. El capitán Antonio vaciló por un momento antes de hablar, soltando un breve suspiro, como si lo que iba a decir fuera tan grande como preocupante. —Creo que sus sospechas son acertadas, Mayor —dijo finalmente, bajando un poco la voz. Su tono ahora parecía cargar un peso mayor—. Y tengo pruebas que podrían cambiar el rumbo de su investigación. La expresión del Mayor se endureció aún m&a
Los jóvenes extendieron sus brazos decididos, mientras observaban cómo entraba Ariel Rhys, asombrado ante la noticia, corriendo a colocarse al lado de su esposa. Cada nueva información era una gran sorpresa para todos. Gerardo se adelantó, ansioso por saber qué pretendía hacer Juan con la bomba de la revelación. —Me habían asegurado que me devolverían a mi hermana si la dejaba en esta casa, pero al ver a los niños no tuve el valor —confiesa, apretándose el brazo. —¡Me alegra tanto que Clavel me reconociera! —¡Es que eres igualito a Gerardo! Y tú, María, te pareces a papá, ¿verdad, Camelia? —pregunta emocionada. —Sí, así es. Este es Ariel Rhys, mi esposo —lo presenta Camelia, mirando a su posible hermana con preocupación—. ¿Qué tienes, María? &i