Patricio se ha vuelto un verdadero fanático del trabajo. Han sido meses demasiado demandantes, han tenido que enfrentar ataques fantasmas, luego del incendio del castillo. La prensa amarillista y las redes sociales de chismorreo están siempre al acecho, pendientes de cada movimiento que realizan él o Montserrat. Si no mantuviesen una relación basada en la confianza y el diálogo, ya se habrían divorciado. A diario enfrentan rumores de un nuevo romance. En esos momentos, la putizorra de Susan, aprovecha para atraer la atención hacia ella, proclamándose la mujer de Patricio. La tensión ha llegado al punto en que él ha querido asesinarla con sus propias manos, ya que los medios legales contra la arpía no han funcionado. Hay alguien muy poderoso protegiéndola. Los han convertido en objetivos militares. Cada semana aparece una nueva historia e incluso han sido acusados hasta de plagio. Quien lo ha hecho no sabe lo meticuloso que es EL ESCRITOR, con cada contrato que realiza y cada nov
—Prepara los paracaídas. Tan pronto estemos sobrevolando Galway, saltamos y dejaré el avión en piloto automático para que colisione en la montaña —dice el piloto y la mujer asiente. La azafata sale apresuradamente hacia la bodega donde están guardados. Mientras el piloto revisa en el GPS la ubicación, dándose cuenta de que están sobre el cielo irlandés, así que debe comenzar el descenso buscando la altura adecuada para así poder saltar y que el avión, al estrellarse, se destruya. Montse logra abrir la puerta, ella irá por la bendita mujer y Patricio por el piloto, esperan tener tiempo de sacarles algo de información de quién los quiere muertos. Saber defenderse y poder leer rostros de las personas es obra de su padre, quien la entrenó y le enseñó. Perderla no está en sus planes. La preparó para que no la tomen desprevenida y no sea un blanco fácil al cual lastimar. Así se aseguraba que jamás será una mujer débil que decidirá seguir los pasos de su madre. ¡Quitarse la vida! Montserr
—¡Montse! ¡Despierta, nena! —Patricio acerca su oreja a su pecho, pero no siente los latidos. La desesperación se apodera de su ser mientras comienza la reanimación, presionando su pecho incansablemente y brindándole aire boca a boca, pero no reacciona. Siente que la vida se le escapa junto con la mujer que idolatra. Recuerda las clases de supervivencia con el Pequeño Juan y el francés. Busca desesperadamente dentro de la maleta que Montse le dio la inyección de adrenalina; es su única esperanza. Elevando una súplica piadosa hacia el cielo, rogando por una oportunidad de salvarla. Con manos temblorosas, pero sin vacilar, aprieta la jeringa y administra el contenido directamente en el corazón, emitiendo una plegaria al todopoderoso para que funcione.Segundos después vuelve a escuchar los sonidos más hermosos: los latidos del corazón de su mujer. Las lágrimas ruedan por sus mejillas mientras la abraza con fuerza contra su pecho. A lo lejos observa una pequeña cueva, la carga en sus b
—¡Montserrat! —grita Patricio, desesperado luego de abrir sus ojos y darse cuenta de que ella no está a su lado. Fueron microsegundos en que el cansancio lo venció, se levanta apresuradamente, saliendo de la cueva y comienza a llamarla—. ¡Montse! —No se perdonará si algo le ha pasado, era su responsabilidad, se recrimina—. ¡Montserrat! —vuelve a gritar a todo pulmón, sintiendo que el alma se le escapa mientras los peores pensamientos inundan su mente.—¡Estoy aquí! —escucha la voz de su amada, lo que tranquiliza su inmensa angustia. Sin perder un segundo, corre en su dirección. Al fin logra verla. Definitivamente, es su diosa del olimpo, está bajo una hermosa cascada que realza más su belleza.Con el corazón desbordado de alivio y amor llega hasta donde está envolviéndola fuertemente en sus brazos. La levanta con sutileza y devorar sus labios. Ella, sin vacilar, enreda sus piernas alrededor de su cintura y sus manos alrededor de su cuello. Respondiendo aquel apasionado y desenfrenado
—¡Papá! —exclama Montserrat al ver a Carlo cerca. —Mi pequeña, pensé que te perdía —expresa el hombre mayor mientras la abraza y besa su frente. Luego, le dirige una mirada penetrante a su yerno—. Gracias por cuidar de mi hija, pero aún no sé qué fue lo que sucedió. En ese momento se acerca Margaret a revisar a Montse. —Disculpe, señor, pero debo revisarlos en especial a ella, ya que sufrió un infarto —menciona la doctora y Carlo asiente. —Debemos partir, después hablarán. El clima del lugar es muy inestable y podríamos quedar atrapados aquí —menciona Robert, quien le guiña un ojo a Patricio. El Alemán agradece la interrupción, consciente de que le ha salvado el trasero por unas horas más, evitando enfrentar a su querido suegro. En el helicóptero médico se acomodan Patricio y Montserrat junto con los especialistas. Carlo regresa en otro con sus hombres y en el tercero va Robert con su equipo. Todos se dirigen directamente a la clínica en Inglaterra. Allí le realizan todo
El teléfono de Carlo suena. Al ver de quién se trata, contrae su mandíbula y aprieta sus puños.—¡Habla! — exclama saliendo de la habitación. —Lamento profundamente la muerte de Patricio y de tu hija. Sé que los eventos me juzgan como el villano, pero traté de mantener a salvo al muchacho, por eso evité al máximo que saliera del castillo—. La noticia sobre el accidente aéreo en el que viajaba el heredero de la familia Reimann y su esposa se filtró. Carlo pudo detener la publicación de su hallazgo. Aún mantienen un grupo de búsqueda en el lugar, buscando los restos del avión y supuestamente sobrevivientes. No ha podido hablar con su hija y su yerno para saber qué fue lo que pasó, por ese motivo aceptó que fuesen trasladados a Inglaterra en vez de a Alemania. Cuenta con un equipo de informática, el cual está trabajando junto con los primos de Lukas, recopilando información para dar con el responsable. El rastreo del dron que utilizaron y las imágenes de lo que sucedió en el avión las
—¿Crees que las acciones de las que hablas tuvieron que ver en la muerte de mis padres? —era una pregunta que Carlo esperaba, ya que no fue un accidente sino un atentado.—¿Si fuese así, cambiaría lo que sientes por mi hija? —Carlo escudriña con su mirada penetrante en espera de una respuesta. Montse estaba a punto de entrar, pero al escuchar la pregunta de su padre, se detiene. ¿Acaso él tuvo que ver en algo? El solo pensamiento la hace palidecer, pero aún más temible es el silencio de Patricio, que la llena de pánico. Decidió dar media vuelta y alejarse del lugar mientras sus ojos se cristalizan y su mente la llena de posibles escenarios desastrosos. —Jamás… Mis padres ya están muertos y eso no cambiará… Mon es la mujer que he amado toda mi vida y será la futura madre de mi pequeño. —Me alegra escuchar tu respuesta; mi hija no merece menos… —El hombre mayor se levanta de la silla, toma la botella de whisky y llena los vasos para continuar con la charla—. Respecto a tu pregunta, n
—Ayuda —grita Sarah desde el baño, sintiendo cómo un fuerte cólico la hace doblar. Siente cómo su intimidad se humedece y una fuga incontrolable de líquido que se desliza por sus piernas. Otro espasmo la hace gritar y gimotear—. ¡Ay, los bebés! —Solloza, alertando a Lukas. El padre de los bebés, al escucharla, se coloca muy nervioso. Como capitán aeronáutico, ha ayudado en unos cuantos nacimientos, pero esto es diferente, es la mujer que ama y sus hijos. Corre apresuradamente, sintiendo su corazón latir a mil. Al llegar, ve a Sarah aferrada del lavamanos para poder sostenerse de pie. En su rostro hay una expresión de dolor y angustia, además está lleno de lágrimas y sudor. —Mi vida, tranquilízate, voy a preparar la tina y llamar a la tía Hannah mientras llega la doctora. Recuerda la respiración, vamos, hagámoslo juntos, inhala y exhala —toma aire y exhalando pausadamente para que ella lo imite. —Amor, siento que mis caderas se van a partir, creo que no voy a poder —pronuncia Sara