Mientras tanto, Graymond ayudaba a Fabiana a combinar sus accesorios. Las niñas estaban muy felices compartiendo ese momento junto a su abuelo y sin duda disfrutando de su compañía.—Abuelo, vamos a jugar al escondite en el jardín —propuso Grecia y el hombre asintió. Inmediatamente, las niñas co
Las dos niñas de un poco más de cuatro años, Fabiana y Grecia, le abrieron paso al cortejo nupcial, una de ellas regando flores a lo largo del pasillo de la iglesia que daba al altar, la otra llevaba una pequeña cajita en sus manos que contenía una vela que se debía encender para sellar el compromis
De allí se fueron al salón donde se llevaría a cabo la fiesta, cuando entraron la celebración estaba en pleno apogeo, cuando entraron los novios, los invitados se acercó para felicitarlos y brindar por su amor. Dino, aunque era un poco tímido, decidió decir unas palabras a su esposa, y a Adriana,
Mientras bailaban no dejaban de sonreír, la felicidad era palpable, hasta que de pronto sintió que alguien lo tocaba por detrás y al ver se trataba de Adriana. —¿Quieres bailar con tu hija? —preguntó y tanto Julia y Dino se sorprendieron de las palabras de la niña, y como él no reaccionaba, la pequ
Conrado y Salomé llegaron a su habitación luego de acostar a las niñas, habían disfrutado de la fiesta de boda de sus amigos, ella se sentó en el espejo a desmaquillarse, cuando sintió las manos de su esposo masajear su cuello y hombros. Ella suspiró de placer y se recostó un poco hacia su esposo,
Conrado siguió acariciándola, mientras dos de sus dedos entraban y salían de su cuerpo, produciéndole una inmensa cantidad de placer. Ella tembló de deseo y las sensaciones se hicieron cada vez más intensas en ella. —¿Vas a parar? —preguntó Salomé entre jadeos, no sabía si podía aguantar mucho más
Dicho eso cortó la llamada. —¿Y este señor que se cree que va a venir a mandar en nosotros? Además, tenemos tres, pero yo solo le he hecho dar a luz a uno —dijo molesto por lo entrometido de Graymond, pero a decir verdad, él ya había pensado en esa posibilidad, no quería a su esposa sufriendo. De
—Jefe, lo siento, pudimos contactarlos, pero ellos se niegan a venir —declaró Kistong un poco nervioso, porque sabía que Graymond Ballmer, no aceptaba un no por respuesta. —Dame la dirección, porque me parece mal hecho de su parte, que no quieran conocer a la única hija de su hermana, la que lo dio