Dino seguía supervisando los preparativos del evento, asegurándose de que todo estuviera listo para el gran día. Pero algo en su interior lo hacía sentir incómodo, como si hubiera algo que se les estaba escapando de las manos. Mientras trabajaba, no podía dejar de observar a Julia, la mujer se veía
Conrado vio a Dino saliendo del pequeño salón haciendo un baile emocionado y con una sonrisa, era la primera vez que veía a Dino así, siempre había sido tan serio que resultaba extraño verlo de esa manera, no pudo evitar sonreírse, al mismo tiempo que el gusanillo de la curiosidad, se despertó en él
Dino estaba a punto de salir del despacho, cuando se recordó que era lo que lo había tenido inquieto, por eso se regresó, tomó el teléfono y llamó a Melquíades. —Hola, amigo, necesito que envíes a unos hombres a resguardar el lugar donde se llevará a cabo la subasta, para que patrullen unos en la
Al contestar el teléfono, Melquiades pudo sentir la tensión en la voz de Conrado. —Jefe, tengo noticias —dijo Melquiades. “¿Qué has descubierto?”, preguntó Conrado, sin poder ocultar su ansiedad. —Los sospechosos los interrogué separados, de diferentes formas, y confesaron que fueron contratados
Salomé le sostuvo la mirada de Graymond, sin inmutarse ante sus palabras y su presencia, sin embargo, el hombre sintió un sudor frío recorrer su espalda, ella le recordó a alguien y por un momento no pudo pronunciar palabra. Conrado se dio cuenta de la reacción del hombre, y caminó poniéndose entre
“Si señor, ya me pongo en eso”, señaló. Graymond se quedó pensativo, estaba decidido a averiguar qué había pasado y, sobre todo, a conocer mejor a Salomé Hill. Había algo en ella que lo atraía como una polilla a la luz, quizá era su belleza, su imponente personalidad, no lo sabía, lo único que quer
—Daremos un breve receso de quince minutos y luego seguimos con la subasta de estas hermosas señoritas —declaró el subastador mientras todos aplaudían eufóricos. Conrado aceptó con resignación las condiciones que habían puesto la mayoría, pese a ello, él no se sentía conforme, sabía que todos lo ha
—El señor Dino Soler, está ofreciendo veinte mil dólares, quien da veinte mil cien —nadie levantó el cartel—, entonces veinte mil a la una, a la dos y a las tres, la cena con la señorita Julia Montes, ha sido vendida al señor Dino Soler —sentenció y todos aplaudieron alegre. La mujer se quitó la ve