Luz Delia asintió con pesar, agradecida por tener a Conrado a su lado en ese momento tan complicado. Sabía que con su apoyo podría encontrar una solución, una manera de ayudar a su hijo a recuperar la fe, sabía por experiencia que cuando la fe se apagaba, todo se acababa. —Tienes razón, Conrado. No
Desde ese día la actitud de Joaquín cambió, siguió las terapias, intentó hacerse más independiente y aunque aún no había recuperado la vista, estaba dispuesto a luchar por lo que quería y eso era Cristal y Gael.Decidió que no podía dejarse consumir por el resentimiento y la autocompasión. Aunque la
—¿Qué piensas hacer? ¡Detente! No te metas en eso.—¿Qué no me meta? ¿Crees que me quedaré tranquilo mientras me comen el maíz salteado? ¡Por encima de mi cadáver! —exclamó molesto y es que nadie podía negar que era un tóxico.Cristal soltó una risita al ver la determinación de Amador y sabía que no
Conrado tomó la invitación que le había llegado de Graymond Ballmmer, la giró entre sus dedos, mientras fruncía su ceño, sin entender lo que estaba ocurriendo. Él había sabido desde hace dos semanas que estaban programando un evento de empresas Balmmer en la ciudad, pero ellos no habían sido invita
—Dino puede ayudarnos con el equipo de aquí, Amador estoy seguro de que no se negará a ayudarnos, ni siquiera Joaquín lo haría, podemos incluso subastar algunas cenas con algunos empresarios y con las chicas más guapas de la ciudad —expuso triunfal y una risita se escuchó al otro lado.“¿Es en serio
Dino seguía supervisando los preparativos del evento, asegurándose de que todo estuviera listo para el gran día. Pero algo en su interior lo hacía sentir incómodo, como si hubiera algo que se les estaba escapando de las manos. Mientras trabajaba, no podía dejar de observar a Julia, la mujer se veía
Conrado vio a Dino saliendo del pequeño salón haciendo un baile emocionado y con una sonrisa, era la primera vez que veía a Dino así, siempre había sido tan serio que resultaba extraño verlo de esa manera, no pudo evitar sonreírse, al mismo tiempo que el gusanillo de la curiosidad, se despertó en él
Dino estaba a punto de salir del despacho, cuando se recordó que era lo que lo había tenido inquieto, por eso se regresó, tomó el teléfono y llamó a Melquíades. —Hola, amigo, necesito que envíes a unos hombres a resguardar el lugar donde se llevará a cabo la subasta, para que patrullen unos en la