VEINTICUATRO

...

William concluyó el día con la cabeza muy lejos de sus obligaciones laborales. Había citado a un cliente a su oficina en la firma de abogados de la familia , pero durante la hora y cuarto que duró la reunión, no prestó real atención a lo que el hombre le decía y se limitó a mirarle el ojo derecho, preguntándose por qué rayos nunca parecía cerrarse del todo cuando pestañaba. De camino a casa, estuvo a punto de pasarse una luz roja y por poco derribó a un ciclista que iba zigzagueando por su vía exclusiva. El sujeto, enajenado, se bajó de su bicicleta y lo increpó por un buen rato. William no podría precisar cuánto tiempo estuvo con el vidrio del coche abajo, escuchando al sujeto y pensando en cualquier otra cosa menos en el improbable he

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