Adrián se agarró con fuerza al borde de la ventana, pero los otros cuatro no tuvieron tanta suerte y perdieron el equilibrio, cayendo por todo el puente de mando. Percival, que apenas estaba literalmente aprendiendo a caminar, se golpeó la cabeza, su cuerpo se restregó contra el suelo y golpeó la pared del fondo. — ¡Lemuria, maniobras evasivas! — gritó Francisco hacia la tablet.La inteligencia artificial no respondió nada, pero cuando el siguiente misil fue lanzado desde la nave que se acercaba, otro misil más pequeño salió despedido desde el casco del barco y lo interceptó en el camino antes de que golpeara el casco nuevamente. — ¡Destruye esa nave! — le gritó Adrián, pero la inteligencia negó. — No puedo destruir nada que pertenezca a la empresa Vital. Está en mi programación. — Entonces, ¿dejarás que te destruyan? En tu programación está protegerte a ti y a todos los clones de este barco. — Tiene razón, señor Adrián. No se preocupe, tendré todo bajo control.El barco se encen
Adrián cerró los ojos y se cubrió el rostro con las manos cuando la llamarada que se alzó sobre él destruyó el dron muy cerca. La explosión se dirigió a toda velocidad hacia su cuerpo. Fragmentos del dron golpearon la armadura que recubría la ametralladora, pero el fuego, intenso y violento, se extinguió tan rápido como había comenzado, sin causarle ninguna herida.Adrián apoyó nuevamente las manos sobre la metralleta y movió el artefacto pesado en otra dirección. Otro de los drones había disparado un misil. Adrián tenía pésima puntería, pero logró interceptarlo a balazos antes de que golpeara nuevamente el agujero en el casco.El dron comenzó a moverse en varias direcciones. Eran ágiles, y él tenía mala puntería, pero poco a poco comenzó a adaptarse.Tal vez eso era parte de los genes que le habían inculcado cuando lo crearon: no solo un físico mejorado, sino también una inteligencia superior. Para Adrián, las cosas siempre habían sido así. Se adaptaba súper rápido y aprendía incluso
Adrián contuvo el aliento mientras el helicóptero se acercaba a la playa. A lo lejos, podía divisar el horizonte montañoso que desembocaba en una selva frondosa y luego en la playa. Había un área de playa menos suave, más rocosa, a unos 100 metros de donde estaba la cabaña. El helicóptero aterrizó ahí.Cuando Dahiana puso los pies en el suelo, cayó arrodillada ante la arena, la agarró con los puños y la olió. — Es escalofriante — murmuró — . Es la primera vez en mi vida que la toco, pero es como si ya lo hubiera hecho antes. Aún ni siquiera soy capaz de creerme lo que me dijeron. — Lo es — le dijo Adrián, tomándola del codo y el brazo para que se pusiera de pie y caminara con él — . Han de ser los recuerdos de la otra mujer, pero tranquila. Te prometo que todo estará bien.Ella asintió, sonriéndole. Los tres hombres bajaron del helicóptero. Francisco terminó de pagar la otra parte al anciano que soltó una carcajada y luego encendió el aparato. Se marchó nuevamente. Todos observaro
La mujer había desenfundado un arma y el policía se había puesto terriblemente tenso. — No confío en ella — le dijo a Adrián.Él se encogió de hombros. — Lo sé, yo tampoco, pero no tenemos más alternativa. Tal vez sea una trampa, pero aunque lo sea, nos lleva con Hannah y Ana María. Trabaje para Alfonso o para Luciano, ellas estarán a donde nos lleve esta mujer. Si es una trampa, pues ya veremos qué sucede cuando estemos allá.Luego volteó a mirar hacia Ismael. — ¿Lograste respaldar todas las fotos?Él asintió. — Sí, están guardadas en la nube. Ana María hizo algo de encriptación. Yo no sé qué, pero será imposible que alguien pueda acceder a ellas. Están protegidas.Adrián asintió. Al menos las evidencias estarían seguras. Si algo llegaba a pasarles, solo tenían que publicarlas y Vital estaría muerto. Aquello le generó una nueva incertidumbre: ¿qué pasaría después?Después de que se acabara toda esa venganza, después de que lograran librarse de Luciano y Ernesto, de que expusiera
Adrián al menos se sintió completo al tener a Hanna en sus brazos. La abrazó con fuerza, sintió el calor de su piel contra la suya, y eso lo reconfortó. Pero cuando ella le pronunció aquellas palabras, él se tensó. — ¿A qué te refieres? — preguntó mirando a las personas que había alrededor. — Creo que deberíamos hablar en un lugar más privado — le dijo Adrián.Luego volteó a mirar hacia Elena. La mujer estaba ahí, de pie, parecía contener las lágrimas. — ¿Podemos tener un momento a solas? — le pidió a la mujer. Ella Les señaló un pequeño hangar y todo el grupo caminó hacia allá— ¿Quiénes son? — preguntó Hanna cuando estaban a punto de llegar.Adrián se golpeó la frente con la palma de la mano. — Tienes razón. Lo siento. Te presento a Dahiana y a Percival — dijo. Hannah asintió estrechando la mano de la mujer. Adrián titubeó y luego añadió: — Ellos son clones, Hanna. No sabes lo que encontramos en Lemuria. No sabes por lo que pasamos.Adrián notó cómo Dahiana estaba más cal
Adrián se quedó en la cama un rato, un largo minuto en el que Elena lo miró desde arriba. Luego, Hanna se acercó a él y tomó delicadamente a su bebé en sus brazos. — Tiene razón, Adrián. Ve con ella. No tienes que confiar — le murmuró — . Pero al menos escucha lo que tiene por decir.Adrián dejó que Hanna quitara al pequeño bebé de su regazo y se sintió vacío cuando lo hizo. Se puso de pie y volteó a mirar a Francisco. El policía se puso de pie para acompañarlo. Ambos hombres salieron, acompañados de la mujer, del hangar. — ¿Qué se supone que es esto? — preguntó Adrián — . ¿Son de la policía? ¿El ejército? — Ambos. Somos una organización un poco extraoficial... de hecho, bastante extraoficial. Hay cosas que se tienen que hacer por fuera de la ley, ¿no es así? — le dijo al policía.Francisco gruñó como única respuesta mientras miraba alrededor. Le había sorprendido a Adrián que no le hubiesen quitado el arma a Francisco. O querían que confiaran en ellos, o eran realmente tontos.
Adrián miró el punto rojo de la cámara titilante que anunciaba que estaba siendo grabado. Volteó a mirar hacia el coronel. El hombre asintió con la cabeza, indicándole que comenzara, pero Adrián no sabía ciertamente por dónde empezar. Así que suspiró profundo, miró a la cámara y sintió el apoyo moral que el policía le estaba dando a su lado. — Mi nombre es Adrián y soy el clon de Alfonso Velasco — comenzó, directo al grano — . Un hombre llamado Javier me crió como su padre, pero él desde siempre me dijo que no lo era, que no lo era biológicamente, pero nunca supe este oscuro secreto hasta tiempo después. Es una historia complicada — comentó, mirando hacia Elena.La mujer asintió. — Cuéntalo todo, Adrián. No hay problema. — Cuando tenía unos... no lo sé... 15 o 16 años — comenzó — , un hombre intentó asesinarme en la playa, intentó ahogarme en el mar. Pero logré escapar. Cuando se lo conté a mi padre, al hombre que me crió, él me contó que era Ernesto Velasco quien me quería muer
Adrián observó el ajetreo que tenía la base militar ese día. Muchos caminaban, otros corrían, seguramente preparando todo para el inminente momento en el que pusieran en marcha el plan Lemuria.Se quedó ahí un rato sin presionar a Francisco, que estaba a su lado. El policía se tomó unos largos cinco minutos en ordenar sus pensamientos. Al final, suspiró profundo antes de comenzar a hablar, como si necesitara aire para que las palabras lograran escapar de su garganta. — Había guerra en otro continente — comenzó a contar — . No sé muy bien por qué nuestro país se involucró, pero enviaron allá a sus mejores soldados, yo entre ellos. Éramos un grupo grande, de unos cien más o menos los que llegamos a ese país.Llevaban décadas en guerra, y nosotros llevábamos ahí apenas un par de meses, cuando sucedió algo.Estábamos en una bodega abandonada cuando descubrimos que había francotiradores en el edificio de al lado. Nos refugiamos entre los muros donde no había visibilidad hacia las ventanas