Adrián se quedó en la cama un rato, un largo minuto en el que Elena lo miró desde arriba. Luego, Hanna se acercó a él y tomó delicadamente a su bebé en sus brazos. — Tiene razón, Adrián. Ve con ella. No tienes que confiar — le murmuró — . Pero al menos escucha lo que tiene por decir.Adrián dejó que Hanna quitara al pequeño bebé de su regazo y se sintió vacío cuando lo hizo. Se puso de pie y volteó a mirar a Francisco. El policía se puso de pie para acompañarlo. Ambos hombres salieron, acompañados de la mujer, del hangar. — ¿Qué se supone que es esto? — preguntó Adrián — . ¿Son de la policía? ¿El ejército? — Ambos. Somos una organización un poco extraoficial... de hecho, bastante extraoficial. Hay cosas que se tienen que hacer por fuera de la ley, ¿no es así? — le dijo al policía.Francisco gruñó como única respuesta mientras miraba alrededor. Le había sorprendido a Adrián que no le hubiesen quitado el arma a Francisco. O querían que confiaran en ellos, o eran realmente tontos.
Adrián miró el punto rojo de la cámara titilante que anunciaba que estaba siendo grabado. Volteó a mirar hacia el coronel. El hombre asintió con la cabeza, indicándole que comenzara, pero Adrián no sabía ciertamente por dónde empezar. Así que suspiró profundo, miró a la cámara y sintió el apoyo moral que el policía le estaba dando a su lado. — Mi nombre es Adrián y soy el clon de Alfonso Velasco — comenzó, directo al grano — . Un hombre llamado Javier me crió como su padre, pero él desde siempre me dijo que no lo era, que no lo era biológicamente, pero nunca supe este oscuro secreto hasta tiempo después. Es una historia complicada — comentó, mirando hacia Elena.La mujer asintió. — Cuéntalo todo, Adrián. No hay problema. — Cuando tenía unos... no lo sé... 15 o 16 años — comenzó — , un hombre intentó asesinarme en la playa, intentó ahogarme en el mar. Pero logré escapar. Cuando se lo conté a mi padre, al hombre que me crió, él me contó que era Ernesto Velasco quien me quería muer
Adrián observó el ajetreo que tenía la base militar ese día. Muchos caminaban, otros corrían, seguramente preparando todo para el inminente momento en el que pusieran en marcha el plan Lemuria.Se quedó ahí un rato sin presionar a Francisco, que estaba a su lado. El policía se tomó unos largos cinco minutos en ordenar sus pensamientos. Al final, suspiró profundo antes de comenzar a hablar, como si necesitara aire para que las palabras lograran escapar de su garganta. — Había guerra en otro continente — comenzó a contar — . No sé muy bien por qué nuestro país se involucró, pero enviaron allá a sus mejores soldados, yo entre ellos. Éramos un grupo grande, de unos cien más o menos los que llegamos a ese país.Llevaban décadas en guerra, y nosotros llevábamos ahí apenas un par de meses, cuando sucedió algo.Estábamos en una bodega abandonada cuando descubrimos que había francotiradores en el edificio de al lado. Nos refugiamos entre los muros donde no había visibilidad hacia las ventanas
Ambos hombres bajaron de la pequeña montaña que estaba en medio de la base. Entraron al hangar que les habían asignado y ahí se encontraron con un hombre que tenía en una tabla un papel y un bolígrafo.Adrián leyó antes de firmar el consentimiento para que su vídeo pudiera ser expuesto. Luego, buscó entre el bolso que tenía Ismael una memoria USB. Allí, la apretó con fuerza en la mano y se le acercó al hombre que le había llevado el papel. — Quiero que publiquen esto también — dijo Adrián, entregándole la memoria USB — Es la confesión del mismísimo Ernesto Velasco, donde admite que me creó con ingeniería genética y clonándome ilegalmente de su hijo. También confiesa que intentó matarme todos estos años y que fue el autor intelectual del asesinato de Javier… de mi padre.El hombre tomó la memoria USB y luego Ana María llegó hacia él y le pasó un papel. — Aquí está la dirección y las contraseñas donde tenemos almacenada toda la información. Ahí encontrarán todo.El hombre asintió. —
Adrián, entre lazó los dedos con los de Hanna, y ella lo apretó con fuerza. El bebé Javier dormitaba en la cama con unas barreras de almohadas para que no cayera al rodar. Todos alrededor del televisor estaban concentrados en la noticia que todos los medios de comunicación querían exponer al público. El nombre de Vital se nombró varias veces.Adrián sentía extrañas sensaciones en el estómago. Después de tantos meses, no había conseguido nada y al fin habían logrado exponer toda la evidencia. En el noticiero pusieron el vídeo de Adrián completo, de principio a fin, donde explicaba torpemente lo que había sucedido, acompañado de unas cuantas fotografías y videos que le habían tomado en el barco de la Lemuria.Inmediatamente después de que las noticias terminaron, Elena recibió una llamada en su teléfono. Luego, se metió dentro. "Muchas gracias", dijo. Cuando se volvió hacia Adrián, lo hizo sosteniendo una mirada. — La orden de captura en contra Alfonso Velasco, Ernesto y Luciano ya e
Adrián se puso de pie como un relámpago. — ¿Disculpe? — le preguntó al coronel.El hombre asintió con vehemencia. — Así como escuchaste, muchacho. Necesito que nos otorgues completa libertad para hacer lo que tengamos que hacer con el barco.Adrián agachó la mirada. — ¿Podría hablar primero con Francisco? — No importa — dijo el hombre — . Necesitamos acceder al barco. — Está bien, nosotros los llevaremos. — No, necesitamos el control total de la carga.Dentro de Adrián algo le decía que no debía confiar en ellos. Aunque habían demostrado ser de confianza al cumplir su promesa de exponer toda la verdad sobre el Lemuria y Vital, aquello era más grande. Adrián se sentía responsable por todos los clones que había a bordo del barco. Se sentía responsable por todos. Era el primer clon creado en la humanidad y, por su culpa, ellos existían. Eran personas reales y con conciencia. — Nosotros podremos hackear la información del barco. Les daremos acceso a las identidades de los dueños d
— Lo que acaba de hacer se considera traición a su país — le dijo el coronel Sarmiento a Adrián.Pero él se puso de pie. — ¿Traición? Ustedes son los que están cometiendo traición a la humanidad. No importa si estos clones no nacieron como humanos normales — señaló hacia Percival y Dahiana — . ¿Le parece que son seres diferentes a nosotros?El coronel lo miró de los pies a la cabeza. — Usted ni siquiera es un humano, así que no se compare. — Se equivoca. Yo sigo siendo un humano, así como ellos dos, así como los cincuenta mil seres vivos que hay en el barco Lemuria. No permitiré que los asesine. — Esa no es su decisión. Es decisión del estado de cada país, y todos los países del mundo hemos decidido qué es lo que se hará. No podemos permitir que clones de reyes, presidentes o influencias importantes de este mundo estén por ahí.— Pues no tienen otra opción — le dijo Francisco.— Olvídese de recuperar su título como héroe de guerra —escupió el coronel, pero Francisco se encogió
Dos años despuésTal como Elena lo había dicho, fue un camino largo y complejo. Evidentemente, lo primero que se hizo a continuación fue comenzar a enviar gente a la cárcel. Adrián no imaginó cuántas personas de alta influencia estaban metidas en ese proyecto, pero fueron a la cárcel menos personas de las que se imaginó.La mayoría eran personas de la crema innata de la sociedad que se hacían clonar a sí mismos, a sus hijos, a sus esposas, a sus padres, a sus abuelos, sin su consentimiento. Por consiguiente, menos personas de las que Adrián hubiera querido fueron a prisión, pero al menos los suficientes culpables.Todos menos Ernesto y Alfonso que habían desaparecido por completo, seguramente escondidos por grandes amigos de la élite. Muchos habían logrado escapar cuando comenzó la cacería.Varios millonarios, actores y filántropos habían decidido esconderse. Muchos habían sido atrapados con el paso del tiempo y así, poco a poco, comenzaron a caer.La red de tráfico de órganos que ten