En la mansión Cartier, Brihana estaba sentada en el sofá de la sala, con una taza de té entre las manos. Había intentado distraerse con un libro, pero su mente seguía regresando a las fotos, a las palabras de Brith, a la sensación de que todo se estaba desmoronando a su alrededor. Estaba tan perdida en sus pensamientos que casi no escuchó el sonido de su teléfono vibrando sobre la mesa.Lo tomó con desgana, esperando que fuera otro mensaje de alguna amiga preocupada o, peor aún, una notificación de las redes sociales. Pero cuando vio el nombre de Sofía en la pantalla, su corazón se detuvo por un momento. Sus manos comenzaron a temblar mientras abría el mensaje.“Debió haberte pedido perdón, ¿verdad? Debió haberte dicho que no le importo y que no quiere nada conmigo. Que quiere volver a hacer que todo entre ustedes vuelva a la normalidad. Y tú, como toda una estúpida, debiste creerle. Creo que solo con que lo llame, vendrá. Siempre vendrá a mí, Brihana. Te lo dejé por dos años, pero ya
Brith sintió cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor. Su mente estaba llena de preguntas, de dudas, de negaciones. ¿Cómo podía ser posible? ¿Cómo había llegado a esto? Su cuerpo estaba rígido, como si estuviera paralizado, y su rostro estaba pálido. Sus ojos, normalmente llenos de confianza, ahora estaban abiertos de par en par, llenos de incredulidad y miedo."Esto no puede estar pasando…" murmuró, llevándose una mano a la frente. Su respiración era rápida y superficial, y sentía que el suelo bajo sus pies estaba a punto de desaparecer.Sofía dio un paso hacia él, extendiendo una mano como si quisiera consolarlo, pero Brith retrocedió, levantando una mano para detenerla."No te acerques" dijo, su voz temblando. "Necesito… necesito pensar."Pero no podía pensar. Su mente era un caos. Cada vez que intentaba encontrar una explicación, una salida, las palabras de Sofía volvían a resonar en su cabeza: “Estoy embarazada. Y es tuyo.”Miró a Sofía, buscando alguna señal de que esto era u
Brith conducía a toda velocidad por las calles vacías de la ciudad. Las luces de los postes y los semáforos pasaban como destellos borrosos a través del parabrisas, pero él no veía nada. Su mente era un torbellino de emociones: rabia, desesperación, frustración, y sobre todo, una profunda sensación de fracaso. Estaba a un paso de recuperar a Brihana, de volver a construir lo que había destruido con sus errores, y ahora esto. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Por qué no podía hacer las cosas bien?Golpeó el volante con fuerza, dejando escapar un grito ahogado que resonó en el interior del auto. Su mandíbula estaba tan apretada que sentía que podría romperse, y sus manos, firmes sobre el volante, temblaban ligeramente. Cada fibra de su ser estaba cargada de tensión, como si estuviera a punto de estallar.Finalmente, llegó al bar. Era un lugar oscuro y discreto, el tipo de sitio donde la gente iba a perderse, a olvidarse de sí misma. Brith entró sin mirar a nadie, dirigiéndose directame
El beso se volvió más intenso, más desesperado. Sus labios se movían con urgencia, como si estuvieran tratando de borrar todo el dolor, toda la rabia, toda la confusión. Las manos de Brith se deslizaron por la espalda de Brihana, mientras ella lo agarraba con fuerza, como si temiera que pudiera desaparecer.El alcohol era un cómplice silencioso, nublando sus mentes y apagando cualquier rastro de lógica o razón. Sus cuerpos se movían con una necesidad casi salvaje, despojándose de las barreras, de las dudas, de la ropa. Cada prenda que caía al suelo era como un peso que se liberaba, como una cadena que se rompía.Los besos se volvieron más ardientes, más intensos. Sus manos exploraban cada rincón del otro, dejando marcas invisibles en su piel. Sus respiraciones eran rápidas y entrecortadas, llenando el aire con un calor que parecía consumir todo a su alrededor.Cuando finalmente se unieron, fue como si el mundo desapareciera. No había problemas, no había mentiras, no había traiciones.
Brith la miraba, atónito. Su rostro estaba pálido, y sus ojos estaban llenos de una mezcla de rabia y preocupación. No podía creer lo que estaba viendo. Ella se odiaba tanto que estaba dispuesta a destruirse a sí misma para borrar lo que había ocurrido entre ellos."¡Para ya!" gritó, sujetándola con más fuerza." ¡Te estás lastimando, maldita sea!"Ella no respondió. Seguía frotándose, ignorando el dolor, ignorándolo a él. Brith sintió cómo su paciencia se agotaba. Su propia ira, alimentada por el alcohol y la confusión, comenzó a arder con más fuerza."¿Estás loca?" gritó, sacudiéndola ligeramente. "¿Qué demonios te pasa? ¡Anoche no parecías tan sucia cuando estabas en mis brazos!"Brihana lo miró, sus ojos llenos de lágrimas y furia. Pero no dijo nada. Sus labios temblaban, y su cuerpo seguía intentando liberarse de su agarre. Brith dejó escapar un gruñido de frustración y giró la llave de la ducha, ajustando el agua a la temperatura más fría posible."¿Quieres recuperar la cordura?"
"¡Maldita sea!" repitió, esta vez en un susurro ronco, como si la fuerza de su voz se hubiera agotado. Se levantó de golpe, comenzando a caminar de un lado a otro de la oficina, como un animal enjaulado. Sus manos se cerraban en puños y luego se abrían, temblando ligeramente. El sudor comenzaba a acumularse en su frente, y su corazón latía con fuerza, como si estuviera luchando contra algo invisible.Mientras caminaba, los recuerdos comenzaron a regresar con más claridad, como si su mente estuviera empeñada en torturarlo. Recordó cómo había salido de la casa la noche anterior, con el corazón lleno de rabia y frustración. Había conducido sin rumbo fijo, solo buscando escapar de sus propios pensamientos. Y entonces, había terminado en el bar.Cada trago había sido un intento de apagar el fuego que sentía en el pecho, pero solo lo había avivado. Recordó cómo había comenzado a hablar con el barman, soltando palabras al azar, intentando justificar sus errores. Y luego, recordó las palabras
La oficina de Brith estaba sumida en un silencio sepulcral. Sentado en su silla de cuero negro, con la cabeza entre las manos, parecía un hombre al borde del colapso. La culpa y el remordimiento lo consumían como un veneno lento, carcomiendo cada rincón de su mente. Había cerrado la puerta con llave, asegurándose de que nadie pudiera entrar. No quería ver a nadie, no quería hablar con nadie. Su mundo se había reducido a ese pequeño espacio, donde el aire pesado y el eco de su respiración eran sus únicos compañeros.Su rostro, normalmente firme y controlado, ahora estaba descompuesto. Las líneas de expresión en su frente parecían más profundas, como si los años lo hubieran golpeado de repente. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos, que solían brillar con una intensidad casi intimidante, estaban apagados, hundidos en un vacío que no podía llenar.Cerró los ojos, pero las imágenes de la noche anterior lo atacaron sin piedad: el calor de los cuerpos, las promesas susurradas, y luego, el o
La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo todo en una oscuridad silenciosa. En la mansión, Liam se encontraba sentado junto a la cama de Brihana, observándola mientras dormía. Su rostro pálido y sus labios secos hablaban del agotamiento físico y emocional que la había consumido. Había pasado toda la tarde cuidándola, asegurándose de que estuviera hidratada y de que la fiebre bajara. Pero lo que más le dolía era el estado en el que la había encontrado: rota, abatida, como si su espíritu se hubiera desvanecido.Liam pasó una mano por su rostro, cansado. Había llamado a Tiffany, su hermana, para que lo ayudara a cuidar de Brihana. Tiffany había llegado rápidamente, preocupada al escuchar lo que había sucedido. Ahora estaba en la habitación, sentada al otro lado de la cama, vigilándola con la misma dedicación."¿Dónde está Brith?" preguntó Tiffany en voz baja, sin apartar la mirada de Brihana."No lo sé. Llamé varias veces, pero no responde." Liam apretó los dientes, sintiendo cóm