El beso se volvió más intenso, más desesperado. Sus labios se movían con urgencia, como si estuvieran tratando de borrar todo el dolor, toda la rabia, toda la confusión. Las manos de Brith se deslizaron por la espalda de Brihana, mientras ella lo agarraba con fuerza, como si temiera que pudiera desaparecer.El alcohol era un cómplice silencioso, nublando sus mentes y apagando cualquier rastro de lógica o razón. Sus cuerpos se movían con una necesidad casi salvaje, despojándose de las barreras, de las dudas, de la ropa. Cada prenda que caía al suelo era como un peso que se liberaba, como una cadena que se rompía.Los besos se volvieron más ardientes, más intensos. Sus manos exploraban cada rincón del otro, dejando marcas invisibles en su piel. Sus respiraciones eran rápidas y entrecortadas, llenando el aire con un calor que parecía consumir todo a su alrededor.Cuando finalmente se unieron, fue como si el mundo desapareciera. No había problemas, no había mentiras, no había traiciones.
Brith la miraba, atónito. Su rostro estaba pálido, y sus ojos estaban llenos de una mezcla de rabia y preocupación. No podía creer lo que estaba viendo. Ella se odiaba tanto que estaba dispuesta a destruirse a sí misma para borrar lo que había ocurrido entre ellos."¡Para ya!" gritó, sujetándola con más fuerza." ¡Te estás lastimando, maldita sea!"Ella no respondió. Seguía frotándose, ignorando el dolor, ignorándolo a él. Brith sintió cómo su paciencia se agotaba. Su propia ira, alimentada por el alcohol y la confusión, comenzó a arder con más fuerza."¿Estás loca?" gritó, sacudiéndola ligeramente. "¿Qué demonios te pasa? ¡Anoche no parecías tan sucia cuando estabas en mis brazos!"Brihana lo miró, sus ojos llenos de lágrimas y furia. Pero no dijo nada. Sus labios temblaban, y su cuerpo seguía intentando liberarse de su agarre. Brith dejó escapar un gruñido de frustración y giró la llave de la ducha, ajustando el agua a la temperatura más fría posible."¿Quieres recuperar la cordura?"
"¡Maldita sea!" repitió, esta vez en un susurro ronco, como si la fuerza de su voz se hubiera agotado. Se levantó de golpe, comenzando a caminar de un lado a otro de la oficina, como un animal enjaulado. Sus manos se cerraban en puños y luego se abrían, temblando ligeramente. El sudor comenzaba a acumularse en su frente, y su corazón latía con fuerza, como si estuviera luchando contra algo invisible.Mientras caminaba, los recuerdos comenzaron a regresar con más claridad, como si su mente estuviera empeñada en torturarlo. Recordó cómo había salido de la casa la noche anterior, con el corazón lleno de rabia y frustración. Había conducido sin rumbo fijo, solo buscando escapar de sus propios pensamientos. Y entonces, había terminado en el bar.Cada trago había sido un intento de apagar el fuego que sentía en el pecho, pero solo lo había avivado. Recordó cómo había comenzado a hablar con el barman, soltando palabras al azar, intentando justificar sus errores. Y luego, recordó las palabras
La oficina de Brith estaba sumida en un silencio sepulcral. Sentado en su silla de cuero negro, con la cabeza entre las manos, parecía un hombre al borde del colapso. La culpa y el remordimiento lo consumían como un veneno lento, carcomiendo cada rincón de su mente. Había cerrado la puerta con llave, asegurándose de que nadie pudiera entrar. No quería ver a nadie, no quería hablar con nadie. Su mundo se había reducido a ese pequeño espacio, donde el aire pesado y el eco de su respiración eran sus únicos compañeros.Su rostro, normalmente firme y controlado, ahora estaba descompuesto. Las líneas de expresión en su frente parecían más profundas, como si los años lo hubieran golpeado de repente. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos, que solían brillar con una intensidad casi intimidante, estaban apagados, hundidos en un vacío que no podía llenar.Cerró los ojos, pero las imágenes de la noche anterior lo atacaron sin piedad: el calor de los cuerpos, las promesas susurradas, y luego, el o
La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo todo en una oscuridad silenciosa. En la mansión, Liam se encontraba sentado junto a la cama de Brihana, observándola mientras dormía. Su rostro pálido y sus labios secos hablaban del agotamiento físico y emocional que la había consumido. Había pasado toda la tarde cuidándola, asegurándose de que estuviera hidratada y de que la fiebre bajara. Pero lo que más le dolía era el estado en el que la había encontrado: rota, abatida, como si su espíritu se hubiera desvanecido.Liam pasó una mano por su rostro, cansado. Había llamado a Tiffany, su hermana, para que lo ayudara a cuidar de Brihana. Tiffany había llegado rápidamente, preocupada al escuchar lo que había sucedido. Ahora estaba en la habitación, sentada al otro lado de la cama, vigilándola con la misma dedicación."¿Dónde está Brith?" preguntó Tiffany en voz baja, sin apartar la mirada de Brihana."No lo sé. Llamé varias veces, pero no responde." Liam apretó los dientes, sintiendo cóm
Liam, de pie frente a Brith, aún respiraba con fuerza después de haberle dado el puñetazo que había partido su labio. Pero la furia que lo había impulsado a golpearlo comenzaba a ser reemplazada por una mezcla de incredulidad y decepción. Brith, sentado en su sillón, con la cabeza gacha y los codos apoyados en las rodillas, parecía un hombre al borde del colapso. Su rostro estaba pálido, y su labio sangrante era el menor de sus problemas.El silencio entre ellos era denso, cargado de cosas no dichas. Finalmente, Brith levantó la mirada, sus ojos oscuros llenos de una mezcla de culpa y desesperación."Liam…" comenzó, su voz ronca y quebrada, como si las palabras le pesaran demasiado. "Hay algo que necesito decirte."Liam cruzó los brazos, su mandíbula apretada y su mirada fija en su amigo. No confiaba en lo que Brith pudiera decir, pero sabía que tenía que escucharlo."Habla." dijo con frialdad, su voz cortante como un cuchillo.Brith respiró hondo, pasando una mano temblorosa por su c
La noche había sido larga y pesada, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad. Liam había logrado sacar a Brith de la oficina, prácticamente arrastrándolo fuera del edificio. A pesar de la resistencia inicial de Brith, quien insistía en quedarse y ahogar su culpa en el alcohol, Liam no estaba dispuesto a ceder. Sabía que Brith debía enfrentar las consecuencias de sus acciones, y quedarse encerrado en la oficina no iba a resolver nada.El viaje de regreso a casa fue tenso. Brith permaneció en silencio, con los ojos fijos en el paisaje que pasaba por la ventana del coche. Su rostro estaba pálido, y sus manos descansaban en su regazo, pero los dedos se retorcían nerviosamente, traicionando el torbellino de emociones que lo consumía. Liam, por su parte, conducía con el ceño fruncido, su mandíbula apretada mientras luchaba por contener las palabras que quería gritarle a su amigo. Había tanto que decir, tanto que reprochar, pero sabía que no era el momento. Lo único que import
"¿Arreglar esto?" repitió, su tono lleno de sarcasmo. "¿Cómo piensas arreglarlo, Brith? ¿Con más mentiras? ¿Con más excusas? ¿Crees que puedes borrar todo lo que hiciste?" Brith abrió la boca para responder, pero Brihana no le dio la oportunidad. "Todas esas mujeres, Brith. Todas esas fotos de celebridades, todas esas noches de "fiestas". Todo era una fachada, ¿no? Todo era para cubrir a Sofía." Su voz temblaba, pero no de tristeza, sino de rabia contenida. "¿Crees que soy estúpida? ¿Crees que no me di cuenta?" Brith bajó la mirada, incapaz de responder. Su silencio era una confesión en sí misma. "Eres patético." dijo Brihana, su voz llena de desprecio. "Y lo peor de todo es que no tienes el valor de admitirlo." Sin darle tiempo a responder, Brihana se giró y salió del estudio, cerrando la puerta con fuerza detrás de ella. Brith se quedó allí, solo, con las palabras de Brihana resonando en su mente. Sabía que había perdido algo invaluable, y que no había nadie más a quien cul