Capitulo 61

La oficina de Brith estaba sumida en un silencio sepulcral. Sentado en su silla de cuero negro, con la cabeza entre las manos, parecía un hombre al borde del colapso. La culpa y el remordimiento lo consumían como un veneno lento, carcomiendo cada rincón de su mente. Había cerrado la puerta con llave, asegurándose de que nadie pudiera entrar. No quería ver a nadie, no quería hablar con nadie. Su mundo se había reducido a ese pequeño espacio, donde el aire pesado y el eco de su respiración eran sus únicos compañeros.

Su rostro, normalmente firme y controlado, ahora estaba descompuesto. Las líneas de expresión en su frente parecían más profundas, como si los años lo hubieran golpeado de repente. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos, que solían brillar con una intensidad casi intimidante, estaban apagados, hundidos en un vacío que no podía llenar.

Cerró los ojos, pero las imágenes de la noche anterior lo atacaron sin piedad: el calor de los cuerpos, las promesas susurradas, y luego, el o
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