Algún lugar al norte de Marsella.
La tarde se prometía despejada y fresca, más que de costumbre en los últimos días, y Siena eligió un sedán amplio con vidrios polarizados y cómodos asientos para el viaje que iban a realizar. El auto era rápido y la mujer lo manejaba con destreza inigualable. Saliendo directamente de las cocheras de la mansión, era muy difícil que alguien descubriera quién iba dentro, pero si aun así lo hubieran intuido siempre quedaría la duda de que fuera el regente quien salía sin escolta y con tan pocas precauciones.
La Primera Oficial lo había preferido de esa forma y el jerarca confiaba en su juicio. Además, el sitio que planeaban visitar no debía ser del dominio de ningún miembro del resto de las Razas, ni siquiera de sus propios destacamentos de craig. Cuanto más en sile
Algún lugar de la Región de Limousin.Francia.Evan sonrió mientras miraba comer a Evelett. El vaso de setecientos cincuenta mililitros lleno de helado entre sus manos no parecía ser suficiente para satisfacerle el apetito, y por el ritmo cada vez más veloz de la cuchara, el joven temió que la pequeña se fuera a resfriar.La cafetería no era precisamente muy cálida, defecto natural de todas las cafeterías de mala muerte que se añejaban al borde de la autopista, y cuya única subsistencia se debía a los pocos cafés que los choferes, cansados y somnolientos, pedían para combatir el sueño de la madrugada. Y si a eso le sumaba el hecho de que el invierno parecía recrudecerse por las noches, entonces Evelett corría peligro de tener gripe muy pronto._ Tu hermana me matará si se entera
Algún lugar al norte de Marsella La llegada de la noche arrastraba una frialdad que no se solidificaba en nieve ni en lluvia, que no llegaba a ser dañina para una criatura de la noche, pero que hubiera sido letal para un humano que se quedara a la intemperie. La vivienda no tenía en modo alguno las condiciones para enfrentar un invierno tan crudo como aquel, en especial porque las paredes eran demasiado delgadas y la estufa no funcionaba desde hacía años. De cualquier manera no importaba, todos los que habitaban la desarticulada casucha eran criaturas de la noche, o estaban muertos.Hacía horas que esperaban, silenciosos y expectantes, a que el predicamento en que se habían metido tuviera un desenlace acorde a sus expectativas. Mientras, el aire gélido no parecía ser suficiente para espantar al cuervo, que seguía cantándole a la oscuridad su desconte
Parque Natural Regional de Perigord-Limousin.Francia.Sobre los árboles de madera oscura y hojas desteñidas, el rugido de Khan sonó hosco y atronador, perseguido por el eco del bosque, más amenazante aún que el propio mandato._ ¡Detente! _ pero la chica no lo escuchaba _ ¡Lara, no voy a repetirlo, detente!Sobre el colchón en el que se mezclaban las hojas caídas Lara corría como si le fuera la vida en ello, poseída de una ansiedad que ni ella ni los tigres lograban contener. Los animales se desplazaban con una marcha ligera y cautelosa paralelos a su trayectoria, aunque no se podía decir que la muchacha siguiera una trayectoria predeterminada. Avanzaba al parecer sin rumbo, confundida y ofuscada por una frustración que a cada momento se acercaba más a la ira que a la tristeza.Más de una semana.
Dos horas y ciento ochenta kilómetros más tarde, el auto se detuvo frente a una posada silenciosa y casi vacía. Los tigres los siguieron bordeando el camino, resguardándose en la oscuridad de la fronda hasta que llegara otra vez el momento de cazar.La cena fue de todo menos tranquila. La alegría de Evelett por volver a ver a su hermana sobrepasaba los límites de la buena educación, amenazando con sacar de quicio al resto de los aburridos comensales._ ¿Y sabes qué más hemos hecho? _ le dijo a Lara después de narrarle atropelladamente las peripecias de los últimos siete días _ ¡Hemos leído un libro nuevo! Se llama “El Señor de los Anillos”, y es laaaaaargo. Le he leído yo un poco a Evan y él me ha leído un poco a mí. ¡Y ya casi lo hemos terminado!_ ¿En serio? _ inquirió su hermana divertida _
París Paris se escuchaba bullicioso y alegre. Las personas acudían a las calles por docenas y a los mercados por cientos, enrolados en la agitada vida de toda gran urbe. La ciudad era un hervidero de turistas, cámaras fotográficas, y largas filas para entrar a los museos y cafés. Tal vez por eso Sean había decidido que era el mejor lugar para que el Concejo se reuniera en secreto y a la vista de todos. Nadie imaginaría que ocho transeúntes que paseaban distraídamente por el borde del Sena a pleno día, en un tranquilo distrito en las afueras de Paris, eran nada menos que los miembros más distinguidos de las Razas de la Noche y sus oficiales más devotos.El diminuto grupo llevaba ropas modernas y juveniles, incluso los más ancianos vestían con holgura y colorido, una imagen por cierto muy lejana de la que Lara había visto en el sa
Parque Natural Regional de Perigord-Limousin.Francia.Francia era sencillamente hermosa al inicio de la primavera, y el día había amanecido delicioso y soleado. Después de una hora entera de asombro de Evelett, Silver Moon había decidido finalmente parar de hablar por un rato y dejarse acariciar por la niña, que a pesar de todo parecía estar más empecinada que nunca en tratarla como a una mascota y no como a la bestia salvaje que era… o que más bien decía ser.Evan había decidido poner término al proceso adaptativo de Evelett. Para eso la solución era enfrentarla directamente con el conflicto y los animales habían estado de acuerdo. Cuanto antes se viera inmersa en la nueva realidad en la que estaba destinada a vivir, mejor se ajustaría a ella. Lara no iba a poder ocultarle para siempre la verdad, y mucho menos c
Las tres camionetas llevaban más de dos horas estacionadas frente a la posada de carretera y ninguno de los sorian se había detenido siquiera por un instante en distracciones secundarias, como preguntar si alguien había visto a dos jóvenes, una niña y un par de tigres blancos. Sabían que era muy difícil que se dejaran ver todos juntos, pero podían sentir el rastro y adentrándose un par de kilómetros en el bosque ese rastro prometía hacerse más claro, más revelador. Llevaban casi cuarenta y ocho horas de retraso con respecto a Lara, y cada día que pasaba el regente los presionaba más. La quería muerta a como diera lugar, sin excusas y lo más pronto posible.El destacamento entero penetró en la espesura y los exploradores no pidieron permiso para comenzar a buscar. Después de varios minutos Sam palpó un tocón en un pequeño cla
Ciudad de Bruges.Francia Evelett rio divertida mientras atravesaban el décimo sexto puente de la mañana. Por fortuna, los habitantes de Bruges habían sido más inteligentes que los de Venecia, y a los muchos canales que cruzaban su ciudad le habían añadido también numerosos puentes; pero aun así resultaba difícil para Evan no perderse, porque cada vez que pedía referencias a la niña, esta le daba respuestas como: “A la derecha de tal canal,” o “donde se encuentran tal y más cual canales.”Cuando Hobin le habló de Bruges, en su última llamada, Evan se lo había imaginado como un pequeño pueblo de Flandes Occidental a menos de una hora de Bruselas, no esperaba encontrarse con una ciudad de ciento diecisiete mil habitantes y una estructura vial tan compleja._ En conclusió