Este capítulo debe empatar con el 77 de ADICTA A SUS BESOS, historia completa y disponible en esta plataforma.
—Esa conversación tendrá que esperar un poco. Yo aún tengo cosas que pensar y tú tienes una cita con Noah; ya te he retrasado demasiado.Sonríe antes de salir de mi habitación, y yo me quedo como una tonta, mirando hacia la puerta por donde acaba de irse y tocando mi vientre hasta que los ruiditos de Elizabeth me sacan de mi ensoñación.—Tú ya desayunaste, ahora me acompañas —le digo a la pequeña antes de ponerla en su carriola y dirigirnos al restaurante del hotel.Camino junto a la mesa de desayuno bufet y me alejo casi corriendo de algunos olores. Agradezco que Sebastián no esté aquí, ya que no tendría otra excusa creíble para justificar mi malestar.—Solo un poco de fruta, un par de panqueques con miel y queso, y avena para beber, por favor —le pido al encargado del bufet.—A mí, por favor, huevos con tocino, pan y café con leche —me sorprende la voz de Richard a mi lado—. Es lo menos oloroso que puedo comer —agrega con una sonrisa, dejándome claro que sabe que algo me pasa—. Ve a
Sophia no tenía por qué despedirse de él con un abrazo y mucho menos dejarlo entrar a su cuarto. No es su hermano, ni siquiera su amigo gay para permitirle acercarse así. La furia corre por mis venas, ya duras penas puedo contener las ganas de destrozarlo y causar un problema mayúsculo.—Más vale que sea importante lo que tienes que decir —digo mirándolo con odio.El maldito está sentado a mi lado en la barra del bar y apura un trago de su cerveza, mientras la mía permanece intacta sobre la oscura barra de madera.—Sí, pero antes de entrar en materia y ponerme serio, vamos a aclarar lo de Sophía —dice, mencionando su nombre con demasiada familiaridad. Me enderezo tanto como puedo y aprieto los puños, listo para entrar en acción según la dirección que tomen sus palabras.—Déjate de tonterías, Richard. Te dejé claro que ella es mi mujer, así que... —me interrumpe de forma enérgica.—Eso está muy claro ahora. No hay forma en que alguien se le acerque, especialmente porque ella misma me di
Hace mucho que un Sebastián enojado escoltó de esta habitación a Richard para hablar. Tengo miedo, la cara de furia que llevaba Sebastián no vaticinaba nada bueno y no creo que Richard a pesar de su jocosidad, sea de los hombres que se dejen maltratar. Estoy a punto de llamarlo cuando escucho golpes en la puerta. Corro a abrir, y al mirar por la mirilla, confirmo que es Sebastián. Su rostro no muestra signos de pelea, lo cual me da un poco de alivio. Sin embargo, la seriedad que aún lleva en su expresión me inquieta; algo importante, y tal vez no muy bueno, debió suceder en esa conversación.Mi mente empieza a divagar: ¿habrá mencionado Richard mi embarazo? ¿Será que Sebastián no quiere al bebé? El frío de la incertidumbre se apodera de mí, pero me esfuerzo por mantenerme firme, decidida a no mostrar mi ansiedad.—Sigué, estoy por cambiar a la bebé —le digo a modo de buscar una forma de iniciar la conversación que evidentemente se avecina —Míra como lo hago por si en algún momento ti
¿Quiero hijos? Claro que sí. Deseo una familia grande, aunque la idea me asuste un poco. Desde el instante en que vi a Sophía alzar a la pequeña Elizabeth y enfrentar con valentía a aquella mujer, supe que quiero tener hijos, y quiero tenerlos con ella. Será una madre maravillosa, y ya puedo imaginar cómo se verá con su vientre abultado. ¿Cómo se sentirá tocarlo? ¿Escucharán mis palabras? ¿Sentiré sus movimientos solo rozando su piel? Muero de ganas por descubrirlo.—Serán los únicos que permitiría que probaran tus senos —le digo antes de acercarme a besar sus labios y luego deslizarme hasta sus pechos, mordiéndolos suavemente sobre la ropa—. Tendré que aprovecharlos mientras los tenga solo para mí —añado, en un susurro—. Podríamos empezar a practicar como se hacen.Siento como se endurece su pezón. Es verdad que tenemos a la bebé en la cama, pero hay otro espacio que podríamos aprovechar.—¿Y si no fuera necesario practicar? —responde, casi en un susurro—. ¿Y si ya estuvieran aquí?Un
—No puedo dejarlo solo —le digo a Sophia después de explicarle rápidamente la situación.—Ve con él, yo comprendo —responde mientras toma mi mano, disimuladamente. La miro extrañado, y continúa—: Este no es el momento para exponer lo nuestro, y menos para que se enteren de nuestro bebé.Miro a Noah, quien sigue sentado donde lo dejé, y aunque me cuesta aceptarlo, es evidente que no es el momento adecuado.—Está bien, pero al menos debo contárselo a mamá —respondo, convencido de que no me perdonaría si se entera por otro medio que va a ser abuela.Sophia me regala una sonrisa fugaz y vuelve a apretar mi mano antes de acercarse a Noah para hablarle. La observo a lo lejos mientras tomo a Elizabeth en brazos. No llora, pero quiero tenerla cerca. Pronto perderá a su madre sin haber llegado a conocerla, y no es justo. No imagino lo que sería de mí si no hubiese tenido a mi madre.Sophia toma las manos de Noah y le habla hasta que, de pronto, él se levanta y la abraza. Si no fuera Noah y est
Estoy con Noah en la clínica. Los rostros que me rodean están marcados por el dolor; aunque ya no hay lágrimas, puedo ver en sus miradas que el agotación ha suplantado al llanto. Hoy escucho más recriminaciones hacia Noah de las habituales; la familia de Mía es mucho más sensible, y aunque sé que están sufriendo, su reacción es injusta para con mi primo.—Sé que me odian, eso es algo claro —escucho que por primera vez les contesta Noah—, pero no me importa; pueden insultarme todo lo que quieran si eso los hace sentir mejor. Tengo la conciencia tranquila, la seguridad de que fue feliz durante todo el tiempo que compartimos.—No te culpamos del cáncer, pero nos quitaste el tiempo con ella —dice el padre, con su acostumbrada mirada de odio.—No me disculparé por amarla y formar nuestra propia familia. Pero tal vez deberían dejar de pensar un poco en ustedes y más en lo que quería Mía.—¡¿Cómo te atreves?! —explota el padre, alzando la voz.—Oh, por todos los cielos, cállate, Leonel. Si aq
—El abuelo está por llegar —le digo a Noah después de verificar la hora y el último mensaje de voz enviado por el viejo.Como respuesta, solo obtengo un movimiento de cabeza. Una enfermera entra a la habitación y revisa los monitores de los aparatos que, según entiendo, son lo único que mantiene a Mía con vida. Toma nota y luego habla.—En dos horas se llevará a cabo el procedimiento. Necesito saber quién de ustedes se hará carga de los procesos póstumos para poder preparar la entrega del cuerpo.—Yo —responden al mismo tiempo Noah y el padre de Mía.La mujer los mira sin expresar incomodidad o pesar alguno, indicando lo acostumbrada que está a este tipo de situaciones.—En este caso, la ley le otorga el derecho al esposo o compañero de la paciente, así que, por favor, espero a esa persona en la central de enfermería para la firma de documentos.— ¿Ni siquiera tienen la decencia de esperar a que fallezca? —dice la madre de Mía, mientras su otra hija la abraza.La enfermera sale sin vo
Me informan que todo está saliendo de acuerdo con los planes de Richard. Creí que solo era un hombre sanguinario con suerte, pero tal parece que es mucho más que eso; Posiblemente sea más astuto de lo que consideo a Noah. Los pormenores que me da Arturo me dejan asombrado y pensando en el tipo de persona a la cual le empeñé el alma por los siguientes dos años.Noah duerme profundamente en mi cama, así que me encargo de algunos temas urgentes de la oficina, ya que finalmente tengo cabeza para eso. Saber que Isabella ya está a salvo es un peso enorme que me quito de los hombros. Termino de hablar con Lissa cuando suena la llamada de Alexander, así que salgo de la habitación para no despertar a Noah y evitar que escuche detalles que no necesita saber.—Esta misma noche estaremos ahí; no les digas nada, es mejor así —dice Alexander, evidentemente con el altavoz activado.—Bien, les haré una reserva para que puedan dejar las maletas antes de pasar a la funeraria —respondo, contento de que