Luna
El aire en el campamento seguía impregnado del aroma metálico de la sangre y la tensión de la reciente pelea, pero lo que más me perturbaba era el peso de la mirada de Zane.
No había dicho nada desde que me ordenó volver a la cabaña. Pero incluso en su silencio, había algo en él que me hacía sentir atrapada.
O tal vez… era yo la que no quería alejarme.
Sacudí la cabeza, tratando de arrancarme ese pensamiento de la mente. No. No podía estar cediendo a esto.
Él era peligroso. Incontrolable.
Y, sin embargo, cada vez que me hablaba en ese tono áspero y dominante, cada vez que me enfrentaba con esa mirada fría, mi cuerpo reaccionaba de una manera que no entendía.
Era rabia.
Era atracción.
Era algo más oscuro y primitivo que no me atrevía a nombrar.
Zane no era mi enemigo, pero tampoco era mi aliado.
Y eso lo convertía en mi mayor problema.
—Luna.
Su voz me obligó a levantar la vista. Estaba más cerca de lo que pensaba, su silueta bloqueando la luz de la luna.
—¿Qué?
—Deja de mirarme así.
Fruncí el ceño. —¿Así cómo?
Su mandíbula se tensó, y en la penumbra, pude notar la forma en que sus ojos brillaban con el reflejo de su lobo.
—Como si estuvieras tratando de entenderme.
Sentí un escalofrío recorrer mi columna.
—Tal vez lo estoy haciendo.
Zane soltó una risa sin humor y dio un paso más cerca, invadiendo mi espacio personal sin el menor esfuerzo.
—No cometas ese error, Luna.
No lo hagas, su tono decía más de lo que quería admitir.
Pero yo nunca había sido de las que retrocedían.
—¿Por qué? —pregunté en voz baja.
Zane me sostuvo la mirada, y por un instante, creí que iba a decirlo. Que iba a abrir esa muralla de piedra que había construido alrededor de sí mismo.
Pero en lugar de eso, hizo lo que mejor sabía hacer.
Me desafió.
—Porque te romperás en el intento.
Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente.
No me di cuenta de que me había movido hasta que ya estaba empujándolo con ambas manos en su pecho.
No se inmutó.
—Vete al infierno, Zane.
Esperé que me ignorara. Que soltara uno de sus comentarios cortantes y siguiera con su actitud de macho impenetrable.
Pero, para mi sorpresa, algo en sus ojos se encendió.
Y, antes de que pudiera reaccionar, me tomó de la muñeca y me atrajo hacia él con un solo movimiento.
—Si vas a desafiarme —gruñó, su aliento rozando mi piel—, más vale que estés lista para pelear.
No era una amenaza.
Era una invitación.
Y yo estaba más que lista.
Mis ojos se encontraron con los de Zane, y por un momento, todo lo que pude hacer fue quedarme allí, inmóvil, atrapada en la intensidad de su mirada. Podía sentir la fuerza de su agarre en mi muñeca, su cuerpo presionando el mío de una manera que me hizo consciente de lo cerca que estábamos, de lo vulnerable que estaba. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, pero no podía permitir que él lo notara. No iba a ser una más en su lista de personas que caían a sus pies por su mera presencia.
Lo miré fijamente, desafiante. Si pensaba que iba a retroceder, estaba muy equivocado.
—¿Qué pasa, Zane? —dije, mi voz apenas temblando. No iba a dejar que me viera vulnerable. No. No iba a darle esa satisfacción.
La expresión en su rostro se suavizó por un instante, solo para que la oscuridad de su mirada regresara con más fuerza, como si quisiera devorarme por completo.
—Tú no entiendes nada, ¿verdad? —su voz era grave, cargada de ira contenida, pero también de algo más. Algo que ni él mismo podía comprender.
El silencio entre nosotros se volvió insoportable. El viento soplaba entre los árboles cercanos, pero de alguna manera, no podía oír nada más que el latido de mi corazón, fuerte, constante. Estaba atrapada entre la necesidad de liberarme de su contacto y la necesidad de seguir ahí, cerca de él, viendo cómo sus ojos brillaban con una mezcla de furia y… algo más que no podía identificar.
Zane soltó mi muñeca con brusquedad, y aunque sentí la pérdida de su toque, no me moví ni un centímetro.
—No quiero jugar estos juegos, Luna —dijo, y su tono era una advertencia. Pero había algo en su voz que me hizo pensar que realmente no deseaba alejarme.
—Entonces no me toques —respondí, midiendo cada palabra. Mi pulso seguía acelerado, pero ahora no era solo por la cercanía con él. Había algo más. Algo que me retorcía por dentro, como si mi cuerpo tuviera ganas de acercarse más a él, a pesar de todo lo que me decía que no lo hiciera.
Zane dio un paso hacia atrás, su cuerpo tenso, como si estuviera a punto de explotar. Mi desafío solo parecía enfurecerlo más, pero también pude ver la lucha interna que estaba librando dentro de él.
—¿Sabes lo que eso significa para mí, Luna? —su voz se suavizó levemente, como si estuviera cansado de luchar contra sí mismo. Pero sus ojos aún brillaban con esa furia contenida, como si quisiera lanzarse a la batalla con todas sus fuerzas. Y yo… yo estaba en el centro de esa tormenta.
—¿Qué significa para ti? —pregunté, sin apartar la mirada. Mi curiosidad me estaba matando, pero no lo dejaría ver.
Zane soltó un resoplido, como si fuera una pregunta estúpida. Luego se cruzó de brazos, su postura de líder alfa, desafiante y dominante, más evidente que nunca. Pero a pesar de su actitud, algo en su cuerpo se relajó, como si estuviera en guerra consigo mismo.
—Significa que tengo que protegerte, que te metes en un territorio peligroso… y que no sé cómo lidiar con eso.
Mis cejas se fruncieron.
—¿Protegerme? —repetí, casi sin poder creerlo. ¿Estaba escuchando bien? Zane, el hombre que parecía vivir para desafiar todo lo que tenía que ver con la emoción y la conexión, estaba hablando de protegerme.
Me hizo sentir vulnerable, y eso era algo que no podía permitir.
—No necesitas protegerme, Zane —dije, con voz más firme de lo que me sentía. Pero dentro de mí, un pequeño nudo se formó. El hecho de que él dijera esas palabras significaba algo. No era solo el líder dominante que siempre había creído que era. Había algo en su interior, algo que no podía ocultar. Y me aterraba.
Zane me miró por un largo rato, como si estuviera buscando algo en mí, algo que no quería encontrar.
—Lo sé. Pero lo haré de todas formas.
La tensión en el aire se sentía densa, pesada, como si cada palabra pronunciada nos acercara más al punto de no retorno. Y, a pesar de mi orgullo, algo dentro de mí se sintió aliviado con su declaración. ¿Por qué? ¿Por qué quería que me protegiera, si todo en mí gritaba que debía huir de él?
Pero, por alguna razón, no podía.
De repente, un ruido en la distancia nos hizo ambos mirar hacia el borde del campamento. Las sombras se movían entre los árboles, y mis sentidos se pusieron alerta.
Zane se tensó de inmediato, su cuerpo en posición defensiva.
—Esos malditos… —murmuró, antes de girarse hacia mí. Su expresión se endureció al instante. —Quédate aquí.
—¿A dónde vas? —pregunté, una sensación de inquietud corriéndome por la espina dorsal.
Zane me miró con dureza.
—No es un juego, Luna. Quédate atrás.
Y antes de que pudiera protestar, se giró y se alejó en la oscuridad.
Una parte de mí sabía que tenía que quedarme, que mi lugar no era allí, en medio de todo ese peligro. Pero otra parte, una parte que no podía ignorar, deseaba seguirlo, estar a su lado, aunque él no lo pidiera.
Me mordí el labio, debatiéndome entre la razón y el deseo. Pero al final, lo que sucedió a continuación no fue una elección. Fue instinto.
Seguí a Zane.
Aunque no sabía lo que estaba pasando, aunque no entendía lo que estaba ocurriendo entre nosotros, algo me impulsaba a mantenerme cerca de él. Algo más fuerte que el miedo, que la lógica.
Y cuando llegué a su lado, lo que vi me hizo detenerme en seco.
Un grupo de figuras oscuras, apenas visibles entre la niebla, se acercaba con rapidez. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y de pronto me di cuenta de que no podía mantenerme al margen.
Zane me miró, y, por un momento, vi algo en sus ojos. Una mezcla de advertencia y… algo más.
—Quédate cerca de mí. Y no hagas nada estúpido.
Asentí, sintiendo cómo la tensión entre nosotros crecía de nuevo. El peligro nos rodeaba, pero, en medio de todo eso, la relación que estábamos construyendo, aunque incierta, se volvía más fuerte.
Y tal vez, solo tal vez, Zane no iba a ser solo un líder alfa. Tal vez, él podría ser algo más.
LunaEl viento cortante acariciaba mi rostro mientras corría, mis pies golpeando el suelo con un ritmo frenético. Mi respiración era irregular, mi pecho subía y bajaba con cada inhalación ansiosa. El aire, helado y seco, no lograba calmar el ardor que quemaba en mi pecho, una sensación de vacío que amenazaba con consumirme por completo.Había sido rechazada. Rechazada por mi mate. La promesa de una vida compartida, de un destino sellado con sangre, que se rompió como cristal bajo los ojos de todos. Estaba tan segura de que él era el indicado para mí, que nuestra conexión era inevitable, pero la realidad me golpeó con una brutalidad que no había anticipado. Cuando él, el único ser con el que pensaba que podría construir mi vida, me miró con desdén, diciendo esas palabras que perforaron mi alma, supe que ya no había vuelta atrás."Te he estado buscando, Luna", dijo, sus ojos vacíos de emoción, como si no estuviera mirando a la persona que había compartido su vida desde que éramos cacho
ZaneLa noche había caído sobre mi territorio como una manta oscura, tranquila, pero siempre con una promesa de peligro acechando en las sombras. Mi guarida, el centro de todo lo que controlaba, permanecía en silencio. Pero yo no podía descansar. No después de todo lo que había sucedido.Me moví lentamente por los pasillos de la mansión, el eco de mis pasos resonando en las paredes de piedra. Cada habitación, cada rincón, me pertenecía. Todo lo que tocaba, todo lo que gobernaba, estaba bajo mi control. Así había sido siempre, y así sería siempre. No había espacio para la debilidad en mi vida, ni para los sentimientos que me distraían. Lo había aprendido a lo largo de los años, tras una vida marcada por la traición y el dolor. La gente, los seres que me rodeaban, todos eran prescindibles. Todo lo que importaba era el poder, la supervivencia. Y el amor… el amor no era más que una farsa que desbordaba a los débiles.Me detuve frente a una ventana grande, observando el vasto territorio qu
LunaEl aire estaba denso, cargado de una tensión que no podía evitar sentir en cada fibra de mi ser. Aquí, en el territorio de Zane, todo me era extraño, todo me era ajeno. Cada paso que daba, cada respiro que tomaba, sentía la presencia del Alfa a mi alrededor, como si su sombra me persiguiera. Pero no era solo eso. Algo más estaba ocurriendo, algo más profundo y complicado que no podía ignorar, ni quería.El vínculo. Sabía que él lo sentía. No podía estar tan cerca de él y no percatarme de esa fuerza invisible que nos unía. Zane lo negaba, lo rechaza con cada mirada fría, con cada palabra cargada de desprecio. Pero estaba ahí. Yo lo sentía. A pesar de su rechazo, a pesar de su fortaleza, algo en él me llamaba. Y algo en mí respondía a esa llamada, como una loba que sigue a su destino sin importar cuán incierto sea el camino.Hoy, como todos los días desde que llegué, sentía su presencia más cerca que nunca. Podía escucharlo, olerlo, percibirlo en el aire como una tormenta esperand
ZaneLa noche era un velo espeso sobre la manada, envolviendo todo con una quietud engañosa. Afuera, los lobos patrullaban los límites del territorio, manteniéndose alerta ante cualquier posible amenaza. Pero dentro de mí, la verdadera batalla se libraba en silencio.Apoyado contra la pared de mi cabaña, con los brazos cruzados y la mirada fija en el bosque, dejé que los recuerdos se filtraran como un veneno lento. No había manera de escapar de ellos, no cuando la presencia de Luna removía cada herida, cada cicatriz que creí enterrada.El amor era una ilusión. Un juego peligroso que te hacía bajar la guardia hasta que te clavaban el puñal en el corazón. Yo lo había aprendido de la peor manera.Recordé el calor de unas manos que juraron ser leales. Recordé los labios que prometieron amor eterno y que, en cuestión