3

Luna

El aire estaba denso, cargado de una tensión que no podía evitar sentir en cada fibra de mi ser. Aquí, en el territorio de Zane, todo me era extraño, todo me era ajeno. Cada paso que daba, cada respiro que tomaba, sentía la presencia del Alfa a mi alrededor, como si su sombra me persiguiera. Pero no era solo eso. Algo más estaba ocurriendo, algo más profundo y complicado que no podía ignorar, ni quería.

El vínculo. Sabía que él lo sentía. No podía estar tan cerca de él y no percatarme de esa fuerza invisible que nos unía. Zane lo negaba, lo rechaza con cada mirada fría, con cada palabra cargada de desprecio. Pero estaba ahí. Yo lo sentía. A pesar de su rechazo, a pesar de su fortaleza, algo en él me llamaba. Y algo en mí respondía a esa llamada, como una loba que sigue a su destino sin importar cuán incierto sea el camino.

Hoy, como todos los días desde que llegué, sentía su presencia más cerca que nunca. Podía escucharlo, olerlo, percibirlo en el aire como una tormenta esperando desatarse. A veces, lo veía de reojo, sus ojos oscuros observándome con una intensidad que me hacía retorcerme por dentro. No había nada que pudiera hacer para escapar de esa conexión. No podía alejarme de él, ni siquiera si quisiera.

El miedo me invadió de nuevo, pero esta vez no era el miedo de ser rechazada, sino el miedo de que él, en su crudo y despiadado silencio, pudiera descubrir lo que realmente estaba pasando entre nosotros.

Decidí no pensar más en ello. Si me quedaba ahí, era porque no tenía otra opción. Nadie me aceptaba en su manada, y Zane, aunque lo rechazara, no me había echado. Al menos eso era algo. Pero esa sensación, esa presión invisible que aumentaba cada vez que estaba cerca de él, me hacía preguntarme si era realmente algo bueno o si iba a destruirme por completo.

Estaba en la cabaña de Zane cuando se presentó la oportunidad. La oportunidad de demostrarle que no era débil, que no iba a quedarme allí sentada a esperar que me expulsara. Algo dentro de mí me decía que era mi momento, que debía desafiarlo para poder avanzar. No podía seguir esperando que él tomara las riendas de todo, yo tenía que luchar, aunque no tuviera idea de cómo.

Zane apareció de repente, sin previo aviso. Su presencia llenó la pequeña cabaña con una energía palpable, pesada, como si todo el aire se hubiera condensado alrededor de él.

"Es hora", dijo con voz grave, sin mirarme realmente, como si todo fuera parte de un juego que no entendía.

"¿Hora de qué?" Pregunté, mi voz temblorosa, aunque intentaba que no se notara. Mi mirada lo siguió mientras él se movía, cada paso suyo marcando la distancia entre nosotros.

"De una prueba", contestó con una frialdad que me caló hondo. "No mereces quedarte aquí si no puedes demostrar que eres fuerte. No hay lugar para débiles en este territorio."

Mi respiración se aceleró al instante. Sabía lo que eso significaba, sabía que no iba a ser fácil. Zane no era un Alfa cualquiera, y él no creía en la debilidad. Pero la furia que sentí me impulsó a avanzar, a desafiarlo, a no quedarme parada esperando que la vida me aplastara como siempre lo había hecho. Esta era mi oportunidad de demostrar que yo también podía ser fuerte, aunque mi corazón latiera a mil por hora y mi mente estuviera llena de dudas.

"Entonces, ¿qué tengo que hacer?" Pregunté, mi voz más firme de lo que me sentía.

Zane se giró lentamente, sus ojos recorriéndome con esa intensidad de siempre, esa mirada que me hacía sentir pequeña y al mismo tiempo me envolvía en una sensación indescriptible.

"Vas a correr", dijo sin más. "Voy a darte una ventaja de cinco minutos. Si me alcanzas, te dejaré quedarte. Si no, te irás. No hay excusas, no hay otra oportunidad."

Mi corazón dio un vuelco, pero no me detuve. No podía detenerme. Había estado corriendo toda mi vida, huyendo de mi manada, de mi destino, de mis miedos. Esta vez, no. Esta vez iba a enfrentarme a todo lo que me aterraba.

Zane hizo un gesto con la mano, y sin mediar otra palabra, comenzó a alejarse. Mi mente no hizo otra cosa más que prepararse. Ya no importaba lo que él pensara, ni cómo se sintiera. Estaba allí para hacer mi propia historia, para demostrarme a mí misma que no era la loba débil que todos pensaban.

Cuando Zane me dio la señal, tomé aire y comencé a correr. Las piernas me ardían, los músculos me suplicaban que me detuviera, pero no podía. Mi mente estaba completamente centrada en una cosa: escapar de él, no dejar que me alcanzara, demostrarle que no era tan fácil de derribar.

Pero a medida que corría, podía sentir su presencia detrás de mí. Aunque le llevaba ventaja, aunque estaba luchando por no caer, había algo en la forma en que Zane se movía, su fuerza, su poder, que me hacía pensar que nunca tendría una oportunidad real.

De repente, sentí una mano agarrando mi muñeca, deteniéndome en seco. Un gruñido bajo escapó de Zane, y su rostro estaba tan cerca que pude oler su perfume, tan intenso y masculino. En ese momento, algo dentro de mí se rompió. Sabía que había fallado. Había intentado con todas mis fuerzas, pero no había sido suficiente.

Sin embargo, cuando me miró, pude ver algo en sus ojos que no había visto antes. No era solo la frialdad que solía mostrar. Había un destello de algo más. Tal vez respeto, tal vez algo más. Pero estaba allí, en la forma en que su mirada se suavizó un poco antes de que hablara.

"Has corrido bien", dijo, su voz más baja, menos despectiva. "Eres fuerte. No soy un tonto, Luna. Sé que no eres débil."

Esa fue la primera vez que Zane me trató como alguien digno. No como una loba cualquiera, ni como una simple intrusa en su territorio. Algo dentro de mí, en ese mismo instante, se alivió. Aunque todo seguía siendo complicado, aunque ambos teníamos nuestros miedos, sentí que, de alguna manera, había dado el primer paso. Tal vez aún quedaba mucho por recorrer, pero algo entre nosotros había cambiado, aunque ninguno de los dos lo admitiera.

Nos miramos en silencio por unos segundos, y por primera vez, en ese silencio denso, pude sentir que no todo estaba perdido. Que la conexión que nos unía, aunque incierta, comenzaba a crecer, como una llama que aún no había sido extinguida.

"Bien", dijo Zane, su tono volviendo a ser el de siempre, frío y distante. "Sigues aquí. Pero no creas que esto ha terminado. Esto es solo el comienzo."

Y, aunque intenté mantener mi semblante, mi corazón latía con fuerza. No sabía qué me depararía el futuro, pero lo único que tenía claro era que, de alguna manera, Zane y yo estábamos conectados. Y eso no podía ser ignorado.

La mirada de Zane me perforó como una daga afilada, y aunque traté de mantener la compostura, por dentro me sentía completamente desbordada. Mi respiración seguía entrecortada, mi corazón acelerado, pero había algo en ese momento que me mantenía erguida, algo que me impulsaba a no ceder. Zane no lo veía, pero yo lo sentía. Algo había cambiado. Quizás no lo suficiente como para que admitiera la conexión entre nosotros, pero ya no podía ignorarlo por completo.

Me giré ligeramente, intentando apartar mis pensamientos de él, pero su presencia seguía quemándome la piel. Estaba demasiado cerca, y en sus ojos leía un océano de emociones que no entendía, pero que me arrastraban hacia él. ¿Por qué no podía simplemente seguir adelante? ¿Por qué sentía que, a pesar de su arrogancia y su frialdad, había algo en él que me llamaba, algo que me mantenía anclada en su territorio, incluso cuando sabía que era lo más peligroso que podría hacer?

Su voz volvió a romper el silencio, áspera, pero esta vez sin esa dureza absoluta. "No lo hagas más difícil, Luna", dijo, su tono un poco más suave, pero igualmente firme. "No tienes idea de lo que es ser el Alfa. No sabes lo que es tener que cargar con la responsabilidad de todo lo que ocurre en tu manada. No sabes lo que es ser el último en quien confían."

"Tal vez no lo sé", respondí sin mirarlo directamente, mi voz temblando con la mezcla de frustración y un miedo inexplicable que se colaba por mis venas. "Pero sé lo que es ser rechazada. Sé lo que es no ser suficiente para aquellos que deberían ser lo más importante en tu vida. Y sé que no quiero volver a sentirme así."

Zane no respondió de inmediato. Su rostro se endureció nuevamente, pero no era el mismo tipo de frialdad que había mostrado antes. Había una grieta, pequeña, en la fachada de su fortaleza. Un indicio de que había algo más detrás de esos ojos oscuros, algo que no quería, o no podía, mostrar.

"Si crees que escapar de tu manada te va a hacer sentir mejor, estás equivocada", dijo, su tono menos agresivo pero igualmente cortante. "Lo que te espera aquí no es un refugio, Luna. Es una prueba."

Mis ojos lo miraron con intensidad, desafiantes, mientras mi mente no podía dejar de preguntarse qué tan cierto era eso. Sabía que las pruebas no solo venían de afuera, sino que se libraban también dentro de nosotros mismos. Y en ese momento, podía sentir la batalla interna de Zane, tan palpable como la mía. Quizás los dos estábamos buscando algo, algo que ni siquiera sabíamos si existía.

"Lo sé", respondí, casi en un susurro. "Pero no tengo otra opción. No hay lugar para mí en mi manada, y no voy a quedarme en un lugar donde no soy valorada. No me voy a quedar esperando a que alguien me rescate."

Zane se cruzó de brazos, mirándome con esa intensidad que me hacía querer retroceder, pero al mismo tiempo no podía moverme. Él no era solo el Alfa, no era solo el hombre que regía su territorio con fuerza. Había algo más en él, algo que me atrapaba con cada palabra no dicha, con cada mirada en la que sentía su lucha interna. Era como si el destino nos hubiera puesto a prueba, forzándonos a enfrentar algo más grande que nuestros propios temores.

"Vas a tener que demostrar que eres digna de estar aquí", dijo, su voz resonando con una autoridad que no dejaba lugar a dudas. "Y te aseguro que no será fácil."

Asentí con la cabeza, sabiendo que esa era la única respuesta que podía dar. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para seguir adelante, para encontrar un lugar en el que no me sintiera tan perdida. Y si eso significaba enfrentar a Zane, enfrentarlo en sus propios términos, entonces lo haría. No sería débil, no sería otra loba que se arrastraba bajo su dominio. Estaba aquí para luchar por mí misma.

"Te daré una oportunidad", continuó, su mirada tan fría como siempre, pero con un toque de algo que no podía identificar. "Pero no me hagas arrepentirme."

Mi corazón latía con fuerza mientras sus palabras se instalaban en mi mente. No me arrepentiría. No esta vez. Estaba dispuesta a ir más allá de mis propios límites. Estaba lista para enfrentar lo que el destino, o Zane, me pusiera en el camino. Lo que más me aterraba era lo que vendría después, porque sentía que esa fuerza que había estado empujándome hacia él no desaparecía. Era como una sombra, algo que no podía controlar, pero que tampoco podía ignorar.

Me giré lentamente, mi mente aún girando, mientras las palabras de Zane resonaban en mi cabeza. La tensión seguía creciendo entre nosotros, como si estuviéramos atrapados en una red invisible que ninguno de los dos podía romper. No podía entenderlo, no podía aceptarlo, pero lo que sentía por él no desaparecía. Y sabía que, de alguna manera, él también lo sentía. Quizás no lo aceptara, quizás no estuviera listo, pero había algo en la forma en que sus ojos me seguían, algo en la forma en que se mantenía tan cerca de mí, que me decía que nuestra historia no había hecho más que comenzar.

Apreté los puños con fuerza, mi respiración aún acelerada. "Lo demostraré, Zane. No te voy a defraudar."

Él no dijo nada en respuesta, pero pude ver algo en su mirada. Un atisbo de respeto, quizás, o tal vez simplemente curiosidad. Pero por primera vez desde que llegué a su territorio, no sentí que estaba completamente sola. Aunque aún quedaba mucho por recorrer, sentí que había dado un paso importante.

La conexión entre nosotros, aunque tensa y llena de obstáculos, seguía creciendo. Y aunque ninguno de los dos lo dijera en voz alta, ambos sabíamos que esta historia no iba a ser fácil. Pero eso no me detenía. El vínculo estaba ahí, irrompible, y no podía ignorarlo.

Me quedé allí, en silencio, observando cómo Zane me miraba. Había algo en sus ojos que me desconcertaba, algo que me hacía sentir pequeña y, al mismo tiempo, más fuerte. No entendía por qué me atraía tanto, por qué, a pesar de todo lo que había vivido, lo que él representaba, no podía dejar de sentir que él y yo estábamos destinados a chocar de alguna manera. Pero esa conexión no desaparecía, por más que intentara ignorarla.

Zane dio un paso atrás, rompiendo el contacto visual por un momento. Su presencia seguía siendo poderosa, como si todo en su ser estuviera diseñado para dominar. Pero por alguna razón, el hecho de que no me hubiera apartado de él, que no hubiera huido, parecía cambiar algo entre nosotros. No sabía si lo había hecho por orgullo, por su propia lucha interna o porque, de alguna manera, algo en él también sentía lo mismo que yo.

"Si vas a quedarte aquí, vas a tener que acostumbrarte a la vida en mi territorio", dijo, su voz firme, pero con un toque de dureza que no me sorprendió. "Aquí no hay cabida para debilidades. Si no estás lista para eso, mejor vete ahora."

"Ya estoy aquí, Zane", respondí, sin poder evitar un atisbo de desafío en mi tono. "No me voy a ir. Acepté las reglas, aunque no las entienda. Y si esto es lo que debo hacer para demostrarme a mí misma que soy más que lo que era en mi manada, lo haré."

Zane asintió lentamente, evaluándome como si fuera un animal que estudiaba su presa antes de dar el siguiente paso. Sentí un escalofrío recorrerme, pero no de miedo. Era una sensación diferente, algo más profundo, algo que no podía definir. Él estaba decidido a no ceder, a seguir adelante con su fachada de indiferencia. Y yo, por mi parte, también estaba decidida. No sería una más. No sería solo una loba en su territorio que se sometiera a su voluntad.

"Entonces prepárate", dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "Porque las pruebas no han hecho más que comenzar."

Sin darme tiempo a reaccionar, Zane dio media vuelta y comenzó a caminar, sus pasos largos y firmes. Mi cuerpo reaccionó sin pensarlo, siguiéndolo a paso rápido. Algo en él me decía que no podía quedarme atrás. Algo dentro de mí, ese vínculo del que no podía escapar, me impulsaba a no dejar que él me olvidara, a no dejar que su indiferencia fuera más fuerte que lo que estaba naciendo entre nosotros.

"No me hagas esperar", dijo sin volverse, sus palabras frías pero llenas de esa autoridad que me ponía a prueba en cada segundo.

Mis piernas temblaban un poco, pero mi determinación era más fuerte que cualquier señal de duda que intentara colarse en mi mente. Había llegado aquí con la intención de sobrevivir, de encontrar un propósito. Y mientras Zane seguía adelante, yo no iba a ser la loba que se quedara atrás. No esta vez.

La distancia entre nosotros se alargó un poco, y aunque mis pasos eran rápidos, no podía evitar sentir que Zane estaba probando algo en mí, probando si en realidad estaba dispuesta a seguirlo, a mantenerme firme ante la prueba que me impondría. Y en ese momento, entendí algo. No se trataba solo de demostrarle a él que podía quedarme, que podía soportar lo que viniera. Se trataba de mí. De demostrarme a mí misma que no era la débil que pensaba que era.

Al final del pasillo del bosque, Zane se detuvo de golpe. El aire se volvió denso, y por un momento, sentí como si el tiempo se detuviera. Me quedé a unos metros de él, observándolo con la respiración pesada, mis ojos fijos en su figura imponente.

"Estás aquí para aprender, Luna", dijo en voz baja, como si estuviera hablando más para sí mismo que para mí. "Pero no me hagas arrepentirme de haberte dado una oportunidad."

Un silencio pesado se extendió entre nosotros. Zane estaba evaluando cada movimiento mío, y aunque sabía que lo hacía para asegurarse de que realmente estaba comprometida, no pude evitar sentir una presión en mi pecho, como si de alguna forma estuviera fallando en algo. Pero mi orgullo no me permitió mostrarlo. Apreté los dientes y asumí una postura desafiante.

"¿Qué tengo que hacer?", le pregunté, sintiendo cómo mi voz sonaba más fuerte de lo que realmente me sentía.

Zane me miró por un largo momento, sus ojos oscuros observándome con una intensidad que me quemaba, antes de dar un paso hacia adelante. Me alcanzó en un par de zancadas, deteniéndose a solo unos centímetros de mí, tan cerca que podía sentir su calor, tan cerca que me hacía falta respirar. Un estremecimiento recorrió mi espalda.

"Demuestra que no eres solo una loba débil", dijo, y sus palabras me golpearon con fuerza. "Demuestra que puedes ser parte de esto. Que puedes sobrevivir aquí. Si lo haces, si logras superar lo que está por venir, entonces... quizás podamos empezar a hablar de algo más."

El "algo más" flotó en el aire, cargado de significado, y aunque traté de no darle más importancia de la que merecía, algo en mi interior me dijo que aquello no solo se refería a la lucha que estaba por venir, sino también a lo que crecía entre nosotros, a lo que no podíamos negar.

Zane dio un paso atrás, su mirada nunca apartándose de mí. Y aunque su rostro permanecía inexpresivo, su presencia llenaba todo el espacio. Algo en él comenzaba a resquebrajarse, aunque se aferraba con fuerza a su muro de indiferencia. El vínculo entre nosotros no podía ser ignorado. A pesar de todo lo que me había dicho, a pesar de sus esfuerzos por mantenerlo oculto, estaba claro que no podía escapar de lo que sentía.

"Ve," dijo finalmente, su voz más suave, pero igual de peligrosa. "La prueba comienza ahora."

Y con esas palabras, el silencio lo envolvió todo nuevamente.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP