EL ALFA ES MI DESTINO
EL ALFA ES MI DESTINO
Por: AVERY
1

Luna

El viento cortante acariciaba mi rostro mientras corría, mis pies golpeando el suelo con un ritmo frenético. Mi respiración era irregular, mi pecho subía y bajaba con cada inhalación ansiosa. El aire, helado y seco, no lograba calmar el ardor que quemaba en mi pecho, una sensación de vacío que amenazaba con consumirme por completo.

Había sido rechazada. Rechazada por mi mate. La promesa de una vida compartida, de un destino sellado con sangre, que se rompió como cristal bajo los ojos de todos. Estaba tan segura de que él era el indicado para mí, que nuestra conexión era inevitable, pero la realidad me golpeó con una brutalidad que no había anticipado. Cuando él, el único ser con el que pensaba que podría construir mi vida, me miró con desdén, diciendo esas palabras que perforaron mi alma, supe que ya no había vuelta atrás.

"Te he estado buscando, Luna", dijo, sus ojos vacíos de emoción, como si no estuviera mirando a la persona que había compartido su vida desde que éramos cachorros. "Te deseo... pero no soy tu mate. No lo soy. Y eso... eso no lo puedo cambiar".

El sonido de sus palabras aún retumbaba en mi mente, como un eco insoportable. Me volví a ver la imagen de su rostro, esa mezcla de indiferencia y lástima. No le importaba. No le importaba que su rechazo me destrozara, que mi corazón se partiera en mil pedazos, como un castigo innecesario. ¿Por qué me había elegido para ser su mate, si no podía aceptarme?

Mi cuerpo, impulsado por la rabia y el dolor, había decidido que la única opción era huir. No podía quedarme en ese lugar, no podía enfrentarme a la humillación de ver cómo él seguía su vida sin mí, mientras yo me ahogaba en la desesperación. Así que corrí, corrí hasta que las piernas me ardieron y el mundo a mi alrededor se desvaneció.

La manada me observó en silencio, sin atreverse a interrumpir mi huida. Sabían lo que había sucedido. Y si algo me quedaba claro, era que no quedaba lugar para mí entre ellos. El vínculo entre los miembros de una manada era poderoso, pero ahora me sentía como un ser extraño, ajeno, desplazado. Todos lo sabían. Todos sabían que el rechazo de mi mate significaba que ya no tenía un propósito aquí. Entonces, decidí escapar.

Cada paso que daba me llevaba más lejos, más cerca de un futuro incierto. La oscuridad de la noche me envolvía como un manto pesado. Había cruzado el límite de la manada, pisando tierras desconocidas, donde los riesgos eran mayores y las amenazas más impredecibles. Pero ¿qué otra opción tenía? No podía quedarme donde ya no era bienvenida.

Mis pensamientos eran un torbellino de emociones encontradas. Rabia. Dolor. Miedo. Cada uno me golpeaba con fuerza, haciendo que mi mente se sintiera como un campo de batalla. ¿Hacia dónde iba? ¿Qué podía esperar del futuro, si mi destino había sido desgarrado por las manos de quien había jurado ser mi compañero de vida?

A medida que avanzaba, los árboles se volvían más espaciados, los sonidos del bosque más extraños. En un intento por calmar mis nervios, intenté concentrarme en el sonido de mis pasos. Mi respiración se estabilizó con el tiempo, pero la sensación de pérdida seguía acechándome. El aroma de la tierra mojada, la brisa fresca, no eran suficientes para ahogar la sensación de abandono que se había instalado en mi pecho.

Pasaron horas, tal vez más, antes de que llegara al borde de un nuevo territorio. La línea invisible que separaba las tierras conocidas de las desconocidas. Mi cuerpo tenso, como si algo, o alguien, me estuviera observando. Me detuve un momento, el viento moviendo mi cabello, y me giré, mirando la vasta extensión que se extendía ante mí. Mi instinto me advertía que algo estaba cerca, algo poderoso, algo que no podía ignorar.

Un aroma distinto llenó mis fosas nasales. Una mezcla de tierra húmeda, musgo y una presencia inconfundible, masculina, fuerte, con una intensidad que me hizo detenerme en seco. Era él, el Alfa. El territorio que acababa de cruzar pertenecía a Zane, un Alfa con fama de ser implacable, despiadado. Nunca había estado tan cerca de sus dominios, pero todos en la manada hablaban de él. Su presencia era como un rayo que rasgaba el cielo, y yo, una simple loba sin rumbo, no era nada en comparación.

Sentí su mirada antes de verlo. Sabía que estaba ahí, observándome desde las sombras, con una intensidad tan penetrante que me dejó paralizada por un momento. Mis pupilas se dilataron, y mi cuerpo reaccionó ante algo más profundo que el miedo. Era una atracción animal, primitiva, algo que no podía entender pero que, de alguna manera, me obligaba a quedarme.

El tiempo se detuvo. La tensión en el aire era palpable, casi física, como si un hilo invisible nos conectara. Pero no podía quedarme aquí. No podía permitir que alguien como él me viera, me descubriera, me marcara de alguna manera. No estaba preparada. Mi huida no había terminado; era solo un capítulo más de este doloroso viaje.

A pesar de todo lo que me decía mi mente, mi cuerpo comenzó a moverse hacia el territorio de Zane. Lo supe en ese momento, con una certeza aterradora: no había otra opción. Necesitaba escapar, pero este territorio, tan desconocido, podría ofrecerme algo más que lo que había dejado atrás. Un futuro, tal vez, pero ¿a qué precio?

Me adentré en la oscuridad, sin mirar atrás, con el corazón retumbando en mi pecho. Algo dentro de mí, en lo más profundo de mi ser, me decía que había tomado una decisión peligrosa. Pero ya no había marcha atrás.

Mi respiración se agitó al dar otro paso hacia adelante. El suelo bajo mis pies se volvía más irregular, más rocoso, como si el mismo terreno me desafiara a cruzar esa línea invisible que marcaba el inicio del territorio de Zane. Sentí su presencia como un peso en el aire, una presión invisible que me envolvía, incluso si no podía verlo. A cada respiro, mi mente gritaba que retrocediera, que abandonara esta locura antes de que fuera demasiado tarde, pero mi cuerpo, de alguna manera, seguía adelante.

El viento parecía susurrar mi nombre, rozando mi piel con una suavidad inquietante, como si las mismas fuerzas de la naturaleza estuvieran participando en este juego peligroso. Mi corazón latía rápido, como un tambor, golpeando mi pecho con fuerza. Tenía miedo, sí, pero algo más profundo dentro de mí me impulsaba. Era una atracción instintiva, que no podía controlar ni entender. Todo en mí gritaba que Zane era diferente, que este lugar, este territorio, era diferente. Estaba caminando en la cuerda floja, y no sabía si caería o si llegaría a encontrar un lugar donde pudiera sanar.

El aire se volvió más denso conforme avanzaba. Un aroma amargo, metálico, comenzó a llenar mis pulmones, reemplazando el fresco de la noche. Podía sentirlo cerca. Zane estaba observándome, lo sabía. Había algo en el ambiente que cambiaba cuando él estaba cerca, como si el aire se tornara más denso, cargado de electricidad. En ese momento, lo vi: una sombra al final del camino, moviéndose con una gracia inquietante, como un depredador que acecha a su presa.

No era una visión real, no del todo. Era más bien una manifestación de lo que él era: algo peligroso, inalcanzable. La figura oscura se detuvo a una distancia prudente, y sus ojos brillaron con una intensidad que me heló la sangre. Esa mirada... estaba llena de poder, de autoridad, y de algo más. Algo que no supe identificar, pero que me dejó sin palabras.

Me quedé inmóvil, el miedo apoderándose de mí por un momento, pero también una extraña necesidad de seguir adelante. El deseo de encontrar respuestas, de entender lo que sucedía en mi interior. Zane nunca había sido parte de mi vida, y sin embargo, de alguna manera, sentía que lo conocía desde siempre. Su presencia, tan oscura y dominante, resonaba dentro de mí de una manera inexplicable.

—¿Qué haces aquí? —su voz, profunda y grave, rompió el silencio de la noche. Era como si las palabras mismas tuvieran peso, como si cada sílaba que pronunciara fuera una sentencia.

No respondí de inmediato. Mi garganta estaba cerrada, mi voz atrapada por la tensión en el aire. Podía sentir su mirada atravesándome, como si estuviera buscando algo en mí, algo que no quería mostrar. Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, pero ninguno de ellos parecía adecuado.

—Estoy... —mi voz salió rasposa, como si mi garganta se hubiera cerrado de golpe—. Estoy buscando... un lugar donde... no me juzguen.

Zane no se movió. No habló. Pero sus ojos no se apartaron de mí, y la presión de su mirada se intensificó. Podía sentir la arrogancia en su postura, en la forma en que se mantenía erguido, como si el mundo entero estuviera a sus pies.

—¿Y crees que aquí encontrarás eso? —su tono era como una burla, pero había algo más profundo en sus palabras. Algo que me hacía sentir vulnerable, expuesta. No sabía si estaba hablando de mí, de él, o de este territorio al que había entrado sin pensar en las consecuencias.

Un estremecimiento recorrió mi columna vertebral al darme cuenta de que no estaba preparada para enfrentarme a alguien como Zane. Mi miedo, mi desesperación, mi necesidad de huir... todo eso se sentía insignificante frente a su presencia.

Mi respiración se volvió irregular nuevamente, mi mente luchando por encontrar una salida, por encontrar una manera de dar marcha atrás sin parecer débil. Pero no había marcha atrás. Ya estaba aquí.

—Lo necesito —dije, casi en un susurro, con la voz quebrada, más por mí misma que por él. Necesitaba encontrar un refugio, algo que me diera la esperanza de que aún había algo por lo que luchar. Zane podía ser imponente, pero yo... yo no iba a ser derrotada tan fácilmente.

Zane dio un paso hacia mí, y el aire alrededor de nosotros pareció cambiar. La tensión aumentó, y la distancia entre nosotros desapareció en un instante. Fue como si un campo invisible nos uniera, acercándonos más de lo que jamás imaginé que podría suceder. Yo no podía moverme, mi cuerpo estaba completamente paralizado, atrapado en su presencia.

—No te acerques más —dije, aunque mi voz sonó más débil de lo que quise. La lucha interna era feroz. Quería que se apartara, pero una parte de mí también deseaba que me tomara, que me mostrara qué significaba realmente ser parte de este lugar, de este territorio. Estaba en conflicto, y cada segundo que pasaba, sentía que algo más me ataba a él.

Zane sonrió, una sonrisa pequeña, pero cargada de una insinuación que me hizo sentir incómoda. Sabía lo que estaba haciendo. Él sabía que estaba desarmada, que había cruzado la línea que nunca debí haber cruzado.

—Tienes miedo —dijo, su voz ahora más suave, pero con un matiz de diversión—. Y sin embargo, sigues aquí. Eso es lo que más me intriga.

Su voz me envolvió, y por un momento me sentí como si estuviera atrapada en su red, incapaz de moverme, incapaz de pensar con claridad. Todo lo que había creído saber sobre mí misma se desmoronaba en ese instante, como un castillo de naipes, y yo no podía evitarlo.

Zane se acercó aún más, y sentí su calor, el poder emanando de su cuerpo, como una corriente eléctrica que recorría mi piel. Podía ver la confianza en sus ojos, el conocimiento de que él podía destruirme si así lo deseaba, pero también una curiosidad insaciable, como si me estuviera evaluando.

Mi cuerpo reaccionó ante él, a pesar de mi miedo. Mis sentidos se dispararon, y la atracción, esa fuerza inexplicable que no podía ignorar, me envolvió por completo.

Era imposible. Era una locura.

Pero no podía detenerlo. Y él tampoco lo quería.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP