Capitulo 6

Cuando les di la noticia de que me iría un tiempo a Nueva York, sus caras palidecieron. Adriana se soltó a llorar al igual que mi madre, ellas son muy sentimentales y por todo lloran.

—Hijo,  si ya la decisión está tomada no nos queda más que apoyarte y desearte lo mejor.

—Gracias papá —lo abrazo y camino en dirección a mi madre—, mamá no llores, podrás ir a visitarme las veces que quieras y yo vendré también, recuerda que no puedo dejarle la responsabilidad de la clínica a Vanessa en su estado. Solo serán unos meses, lo necesito. 

—Lo sé mi bebé, es solo que te amo tanto que no quiero que te vayas de mi lado. No me gusta tener a mis hijos lejos de mí, pero entiendo que tienen que luchar por sus sueños y si necesitas estar un tiempo alejado lo entiendo. Prométeme que te vas a cuidar y me vas a llamar.

—Lo prometo, te amo madre.

—Y yo a ti mi cielo. Cuando vuelvas espero que lo hagas con una bella chica, quiero nietos, aunque Vanessa ya te ganó la partida quiero verlos a todos con una hermosa familia y realizados. Además, eres demasiado guapo, cariño—acaricia mi mejilla mientras sonríe y le sonrío de vuelta—, mientras más madurito… más impresionante y tentador te pones mi amor, eres un gran impacto para la vista. Tan solo mira qué culito más lindo tienes. 

Mi papá y hermanas se mueren de la risa con las ocurrencias de mi mamá.

—Mamá, por favor, ya para con eso.

—Hijo, no entiendo porqué te empeñas en estar solo.

—Yo no lo hago mamá, el corazón lo hace, sabes que ahí él es quien manda y decide. 

—Lo sé mi cielo, solo pido una buena chica para ti.

—En algún lugar del mundo estará, no la busco, pero prometo que cuando llegue no la dejaré escapar.

Dejé un beso en la frente de mi madre y me despedí de mis hermanas, mi vuelo sale mañana a primera hora y quiero ir a mi departamento a descansar, sé que me espera un día pesado en Nueva York, buscar departamento no es tan fácil, amueblarlo mucho menos. Por el auto no me preocupo, Carl me está ayudando con eso. 

Cuando iba a subir a mi auto para irme, Laura me detuvo.

—Hermano, quisiera pedirte un favor.

—Pensé que me iría y no te atreverías a hablar conmigo. ¿Qué ocurre? Sé que no estás bien. 

—Yo…

—Laura confía en mí, sino me temo que no podré ayudarte.

—Me estoy muriendo por dentro—dice.

Al verla llorar intuyo que es por su novio.

—Dime que no es por el idiota de Matt.

—Se va a casar con Olivia, él mismo me lo dijo.

—¿Con la prima de tu mejor amiga?—asiente—. ¡Lo voy a matar!—exclamo molesto.

—Solo quiero irme Edward, no cometas una locura y mucho menos te metas en problemas, por favor—me abraza—, quiero pedirte que me ayudes a conseguir un departamento en alquiler en Nueva York, no quiero estar aquí más tiempo. Solo será hasta que Matt se case y se vaya a vivir a Canadá con su mujer.

—Te conseguiré el departamento lo más rápido que pueda, aunque sabes perfectamente que puedes quedarte conmigo—tomé su rostro en mis manos y miré su rostro abatido—. Quédate tranquila y deja de llorar por ese imbécil.

—Quiero estar sola Edward, reencontrarme conmigo misma en el punto exacto donde me perdí. Que sea cerca de tu departamento, tampoco creas que te librarás de mí tan fácilmente.

Asiente,  le doy un beso en la mejilla y nos abrazamos para despedirnos, subo en mi auto. Manejo en dirección a la casa de Matt, antes de irme le daré una lección y le haré saber que con mi hermana no se juega. 

Estaciono como puedo cuando lo veo acompañar a su mujercita a su auto. Espero que la chica se vaya y me acerco a paso rápido hacia él. 

Al verme intenta correr el muy cobarde, pero soy más rápido y lo tomo del cuello de la camisa.

—Creíste que harías sufrir a mi hermana y esto se quedaría así, ah, imbécil—digo furioso.

—Edward no…

—No qué, pedazo de idiota. ¿Acaso vas a atreverte a decirme que no es lo que parece?

No aguanto más porque la furia crece en mi interior solo de saber que mi hermana sufre por este pedazo de m****a. Lo golpeo una y otra vez hasta quedar satisfecho.

—Espero que no la busques, porque si me llego a enterar de que lo has hecho, no volverás a ver la luz de un nuevo día, ¿estamos?

Responde como puede y satisfecho me marcho.

Cuando llegué a mi departamento aún era temprano, tomé una larga ducha, busqué en el closet ropa de estar en casa, me vestí y caminé en dirección al bar. Me serví un vaso de whisky con hielo para bajar un poco la rabia que siento y, me senté en el sofá a contemplar la espectacular vista de Los Ángeles.

Me quedé pensativo y al mismo tiempo  preocupado por mi hermana, sé lo que duele que te rompan el corazón, los sueños, las ilusiones.

La primera vez que me pasó fue cuando tenía dieciocho años, aún era un chiquillo que no sabía lo que quería lograr en la vida, en ese entonces era inmaduro e ingenuo. Me enamoré de Amanda por su belleza, por su exhuberante cuerpo y por su asombrosa inteligencia. Ella fue mi primera novia, estábamos muy bien luego de tres años de relación, pero nuestro amor fue puesto en pausa y aprueba cuando a su padre le salió una oportunidad de trabajo en México. Entonces Amanda no dudó en irse con su familia, la apoyé, respeté su decisión y le fui fiel como un imbécil. Aunque era consciente de los muchos kilómetros que nos separaban nunca dejé de escribirle, de llamarla, de hacerle llegar algún detalle.

Hoy me río de mí mismo y de lo estúpido que fuí en aquel tiempo. Me arriesgué en ir a verla, viajé a México en su cumpleaños sin prestarle atención a las palabras de mis padres, quería sorprenderla, pero jamás llegué a imaginar que el sorprendido sería yo. Entonces la miré en brazos de otro hombre, era mayor que yo a simple vista y cuando se besaron con auténtica pasión al dentro de mi se rompió. Desde ese momento Amanda desapareció de mi vida, no existió para mí.

¿Me llamó? ¡Claro que lo hizo! Me dejaba mensajes de texto, notas de voz cada vez que no contestaba a sus llamadas, hasta que un día cuando ya estaba mejor y la había superado atendí su llamada. No la dejé hablar y fui al grano, ella entendió mis breves palabras a la perfección, me pidió perdón y no supe más de ella.

Cinco años más tarde, conocí a Elena en un desfile de moda al que asistí para acompañar a mi hermana Laura. Elena era una rubia muy sensual, segura de sí misma y con unos labios rojos enloquecedores, ella supo cómo poner mi mundo de cabeza solo con pestañear, pero a mi madre que no se le escapa nada, me hizo saber inmediatamente que perdía mi tiempo con ella y así fue. Cuando tuvimos cinco años de noviazgo decidí que no quería esperar más para proponerle matrimonio, ya tenía treinta años y estaba en extremo enamorado de ella, quería que fuera mi esposa cuánto antes y formar pronto una numerosa familia.

Me destrozó cuando me rechazó, dijo que no estaba preparada para semejante responsabilidad y no era precisamente lo que ella quería. Era una mujer que trabajaba con su cuerpo y ser modelo era su más grande sueño, su carrera estaba en la cúspide del cielo y no quería engordar, mucho menos perder su figura por un embarazo y un sin fin de peros para decirme que nunca me amó. 

Actualmente tengo treinta y cuatro años, no mantengo una relación amorosa con ninguna mujer porque en realidad no me interesan. Siempre es lo mismo, estoy aburrido de tener sexo y que luego sean felices con joyas, dinero o con una cartera de diseñador.

Aún no llega esa mujer a mi vida que me saque los primeros suspiros sinceros, que no se sorprenda al verme, que no me coquetee, que se haga de rogar, que me rechace. Todas me lo ponen fácil y estoy harto de eso.

Quiero vivir un amor puro y sincero, quiero algo para toda la vida y me frustra que aún no haya llegado a mi vida. 

 

 

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