—Kate, por favor necesito hablar contigo —suplicó Fernando de una manera muy distinta a la última vez que discutieron. Se veía triste, pálido como si estuviera enfermo, hasta más delgado.
—Yo no tengo nada que hablar contigo Fernando —declaró Kate, con firmeza—. Las cosas entre nosotros están muy claras, te pido que no vengas a molestarme —concluyó sin observarlo.
Él permanecía con la cabeza agachada, no tenía valor de mirarla a los ojos, su rostro reflejaba mucha melancolía.
—Los dejo solos —indicó Laurita—. Vengan niños acompáñenme a buscar al Padre Fausto.
Kate quiso evitar que su amiga la dejara a solas con Fernando, pero le fue imposible.
—¿Me vas a escuchar? —volvió a suplicar él.
— ¿Acaso tengo otra alternativa? —respondió ella.
—Kate, serías tan amable de mirarme por favor —imploró—. No me gusta hablar co
Por acá también la situación es complicada. Por un lado Kate no quiere saber nada de Fernando y por el otro se conmueve de verlo sufrir. ¿Qué sucederá?
Días después.El humo de la pizza inundó el ambiente en el departamento de Fernando. Beto, Ignacio y Leo, sentados en el banquillo de los acusados, escuchaban los reclamos del agente García.—Ustedes son mis amigos —cuestionó—, por respeto a nuestra amistad debieron avisarme que Kate, estaba embarazada.—¿De qué hubiera servido Fernando? —inquirió Leo—. De todos modos, habrías dudado de la paternidad de la niña.—Es cierto, además Kate, nos pidió guardar el secreto —expuso Ignacio.—Y ustedes muy fieles a ella, que a mí que me conocen desde niños — increpó Fernando a sus amigos.—No es una cuestión de fidelidad, sino que tú estabas convencido de que Ka
Días después. Laura estaba más tranquila con lo del tema de los niños. Empezó a trabajar junto a su mamá en el orfanato, con los debidos cuidados para no contraer infecciones. Los últimos hemogramas no eran muy alentadores, es así que la joven tuvo que volver a las transfusiones una vez por semana. Nick continuaba con las investigaciones para dar con el padre de la chica, al parecer tenían una importante pista, pero el detective no había podido viajar al pueblo donde vivió la presunta abuela de Laurita. Esa tarde Ignacio pasó por su esposa para invitarla a cenar, saludó con su mamá y su suegra, y luego ambos salieron del orfanato. Ariadna se quedó hasta más tarde revisando varios documentos sobre unos bebés que serían adoptados. Las ventanas sonaron con fuerza debido a los fuertes vientos que azotaban la ciudad indicando que la lluvia se aproximaba, entonces tanto Constanza y Ariadna se
Meses después. "Según las previsiones de los expertos: José provocará fuertes vientos e intensas lluvias en los cinco condados, aunque el peligro de inundaciones será mayor en Brooklyn, Queens y Staten Island" Se escuchaba en el noticiero que tenían los enfermeros de aquel lugar en donde habitaba aquella mujer. —¡Hey! —Interrumpió uno de sus compañeros. —¿Sabes que este sitio se puede venir abajo cuando la tormenta llegue? —cuestionó—. Podemos aprovecharnos del alboroto, y escapar de aquí sin que nadie se dé cuenta, yo ya tengo listo todo ¿Te apuntas Gabriela? —¡Mi hija! —exclamó la mujer—. Yo solo quiero ver a mi niña —suplicó—. Ella es tan pequeña me necesita —¡Hey reacciona loca! —gruñó el hombre que la acompañaba—. Ante mí no tienes que fingir, si te vas conmigo vas a poder buscar a tu hija. Gabriela obser
Después de casi cuatro horas de viaje por el mal temporal Fernando, llegó a la parroquia con varios compañeros para prestar ayuda. Escuchó la voz del Padre Fausto dando indicaciones, el agente García se dirigió hacia donde él se encontraba y lo saludó: —Buenas tardes. ¿Dígame que necesita?, Vine con varios compañeros para ayudar. —Fernando, muchacho gracias por estar aquí —suspiró el sacerdote con algo de alivio—, tengo niños y personas de la tercera edad en la iglesia, el techo va a colapsar y el agua está ingresando —explicó el sacerdote angustiado. — Padre: ¿Kate en dónde se encuentra? —averiguó Fernando, preocupado. —Tranquilo hijo, la envié con Laurita al refugio deben estar allá —comentó el sacerdote, pero Fernando seguía con un mal presentimiento. — ¡Padre Fausto! —exclamó agitado Ignacio—. Kate y Laura no están en el refugio —afirmó desesperado—. Hola Fernando,
Al día siguiente. Ignacio acariciaba el cabello de Laura, quién aún permanecía dormida en la habitación del hospital. La junta médica le había informado al joven que debían empezar de inmediato con las quimioterapias, en unas semanas más la medula ósea de la jovencita, tenía que quedar al 0%, para poder realizar el trasplante de células madres. Existían riesgos como en todo caso, pero también las esperanzas eran alentadoras, por lo que necesitaban un segundo plan y en eso la intervención de Ariadna era indispensable. Laura abrió los ojos aún, adormecida, la cabeza le dolía producto del golpe que sufrió: —¿Cómo están Kate y la bebé? Fue lo primero que la joven preguntó, recordando el momento en que la rama de aquel árbol, estaba a punto de caer sobre Katherine. —Tranquila, cariño —susurró Ignacio—. Kate,
Al interior de la mansión, en el despacho principal, Damián revisaba en su computador, las últimas operaciones de sus inversiones en la bolsa de valores, cuando el agente Smith apareció. —Lamento interrumpir, aquí tengo el informe sobre la señora Rinaldi—. Smith colocó una carpeta sobre el escritorio. —Sabes bien que no leo este tipo de informes —cuestionó, infórmame tú —ordenó Damián. —Ariadna Rinaldi, tiene un expediente limpio —afirmó el agente—, está casada con Nicholas Grimaldi casi como veinte años, tiene tres hijos con él —indicó—. La mujer labora en el Orfanato Nuestra Señora de los Dolores, y en las tardes ayuda en la parroquia San José, es muy amiga del sacerdote de esa iglesia —informó. Damián levantó una de sus cejas y rascó su barbilla. —Así que mi querida Ariadna es una santa. —Sonrió con malicia—. ¿Averiguaste las cosas que le gustan? —indagó.
El agente García volvió a salir de la alcoba, para no molestar en ese instante el timbre de su departamento sonó, al mirar se dio cuenta de que era Ana Cristina quién venía a revisar a Katherine. —Buenas tardes, doctora —saludó Fernando, con una sonrisa—, voy a avisarle a Kate que usted está aquí. El joven se dirigió a la habitación. Katherine ya había despertado por el ruido del timbre. —Kate, la doctora Ana Cristina está aquí viene a examinarte —indicó Fernando. —Hazla pasar —solicitó Kate—. Dejemos que Tefa, siga durmiendo, la doctora es su tía, no va a decir nada. Fernando obedeció, entonces Ana Cristina ingresó con el doppler portátil para examinar a la joven. Eso sorprendió a Katherine, era algo extraño que ella se tomará esas molestias o quizás Fernando, se lo había pedido, sin embargo, la joven tenía un mal presentimiento. —¿Cómo te
Semanas después. Posterior a aquel acercamiento entre Kate y Fernando, ella había aceptado quedarse un tiempo más, sin embargo, todos los días buscaba en el diario un departamento para mudarse. No quería volver a ilusionarse con él ni con ninguna otra persona; sin embargo, aún amaba a Fernando, y más aún cuando la acompañaba todas las semanas a los controles médicos que exigía Ana Cristina, quién siempre les indicaba que la bebé estaba bien, pero ella sentía que le ocultaban algo. Fernando proseguía con su entrenamiento en New York, y Katherine se quedaba la mayor parte del tiempo sola. Él la llamaba siempre, y cuando podía llegaba a almorzar con ella. Katherine se estaba acostumbrando a todo eso, a ser una familia perfecta, sin embargo, sus traumas le decían que eso no existía. Tefa acudía a acompañarla y a seguirle tomando las fot