Capítulo 53

—¿Tienes algo que decir? —preguntó la joven, su esposo la miró con una cara de total confusión.

—Sí, —dijo—¿no te dije que hoy no salieras?—la rubia fruncio aún más el ceño.

—En verdad eres un idiota. —susurra, rueda los ojos y sigue su camino hasta su oficina, ignorando los llamados del castaño.

Henry no entendía lo que estaba pasando, tal vez su esposa estaba en esa etapa de cambios de humor, un chocolate caliente con media lunas creyó que calmaria su mal genio. Layla dejó su bolso de manera brusca sobre el sillón que decoraba una parte de su oficina, era un lugar amplio y bastante acogedor, le gustaba su lugar de trabajo.

Se sentó en el mismo sillón, dejando ir un suspiro y cerrando los ojos para tratar de calmar su animo, sus pensamientos volvieron al cambio de habitación, ¿por qué cambiar de un momento a otro?

Toc Toc.

Oyó la puerta de su oficina ser golpeada con delicadeza, se sentó recta y dió paso a la persona que tocaba
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