David bajó de su auto nuevo y entró a la comisaría de policía donde estaba detenido Viktor y esperaba su sentencia para ser trasladado a una penitenciaría. Su juicio no tardaría mucho, pero mientras, estaba aquí.
Saludó al capitán, y éste lo condujo a la celda donde se hallaba Viktor encerrado. No era más que un cubículo de concreto donde a duras penas cabían un catre en el que estaba él sentado, y un váter. El capitán abrió la puerta de la reja y David la traspasó mirándolo fijamente. Al verlo, Viktor sonrió.
—Vaya, mira quién vino. Y hasta te permiten entrar a mi celda y todo.
—Compórtate –le dijo el capitán, y David no supo si se lo decía a Viktor o a él. Quedaron solos y David permaneció cerca de la puerta, no fuera a ser que, si se acercaba un poc
En los días siguientes, otra vez Hugh estuvo por mucho tiempo en los tribunales, pero esta vez no para ser interrogado, sino como espectador. Uno tras otro los cabecillas fueron cayendo, y Hugh se sorprendió al ver que el jefe de todos era uno de sus socios accionistas. Al parecer, no sólo tenía en sus planes apoderarse de H&H, sino de muchas otras empresas.Sin embargo, y a pesar de lo escandaloso que todo parecía, esta vez los medios se mantuvieron al margen, ya que este personaje en particular tenía relación de sangre con un senador.Una noche llegó David a casa cansado, aunque bastante aliviado porque todo prometía, y en el futuro, la empresa para la que trabajaba y que tantos dolores de cabeza le había provocado, se restablecería; con tiempo, paciencia y trabajo duro, pero volvería a la normalidad.Al verlo, Michaela se le acercó de inmediato.
Al interior de la oficina, David estaba en el mismo sitio y con la misma expresión de antes. Las palabras de Diana no habían hecho sino poner el dedo en la llaga. ¡Cómo quería creer él eso! ¿Acaso por qué había soñado casi cada noche con que ella nunca se había ido?, ¿que de verdad lo amaba?Se sentó en el sofá que Diana había dejado libre y trató de sacudirse la melancolía. Miró a su escritorio tratando de volver a la realidad, pero el escuchar que ella llamaba a su amiga para preguntar por él lo confundía y lo llenaba de esperanza.¿Tan idiota era? Ella lo había rebajado y humillado de tal manera que no debía ya ni dedicarle un pensamiento. Su cerebro parecía ignorar voluntariamente y por momentos que ella había sido cruel cuando le había terminado.Los seres humanos p
Fue un día largo, esperando la llamada del capitán Morris, pero pasó el mediodía, la tarde, llegó la noche y no llamó.No se había podido concentrar en el trabajo, su mente era un caos. Por un lado, estaba disgustado consigo mismo por tan sólo permitirse tener una esperanza. Podía ser que todo fuera una coincidencia, y su relación estaba realmente muerta. Podía ser que todo era producto de su necesidad de justificarla, y su enfermiza obsesión por regresar con ella. Su boca no lo decía, se mostraba disgustado cuando la mencionaba, pero en su corazón no hacía sino pensar en ella, pensar en esa época en que ambos eran felices, compatibles, amigos… y amantes.Estaba enfrentando a una Marissa egoísta y supremamente cruel, que incluso ahora se estaba viendo con otro hombre, contra una Marissa buena que lo había amado. Pero como la segunda era l
Al mediodía, David salió como era su costumbre para ir a almorzar. A veces lo hacía con Hugh o con otros compañeros, pero esta vez se encontró con Johanna Donnelly, su antigua vecina y ahora esposa de Simon, en la recepción. Al verlo, ella lo llamó en voz alta, y él le sonrió sorprendido de verla allí.—¿A qué debo esta agradable sorpresa? –le preguntó a la vez que se le acercaba y le daba un beso en la mejilla.—Vine a invitarte a comer.—Qué honor –sonrió David—. Ahora que eres rica, puedes invitar a tus amigos pobres.—Tú ya no eres tan pobre –bromeó ella—. Por allí escuché que Hugh Hamilton te tiene en muy alta estima, y ahora habitas una casa grande y hermosa, y hasta tienes auto.—Beneficios del trabajo duro.—Sí, ya veo –David
—Entonces, tu hermana estuvo secuestrada. Pobre Mikki.—Sí, y fue ese desgraciado, que, aunque ya está encerrado… siento que no soy libre de él aún.—Te comprendo.—Tal vez en esos días… con todo ese embrollo, yo fui incapaz de ver los cambios en ella. A mi alrededor no había sino problemas, conflictos. Tal vez abusé de su paciencia. Una novia, se supone, no es para cargarla con más problemas…—Te dejó ella solo durante ese asunto? –David miró lejos. No, Marissa había estado con él siempre. Fue con él hasta el aeropuerto; cansada como estaba, estuvo dispuesta a seguir investigando con él hasta el amanecer. Lo impulsó a dormir cuando no pudo, y estuvo a su lado en todo momento.—No –admitió él—. Siempre estuvo a mi lado.—¿Se enfrió
Marissa estaba metiendo su ropa en una maleta de cualquier manera. Desde hacía unos días no tenía noticias completas acerca de lo que estaba sucediendo en New Jersey. Sabía que ya estaban investigando a los culpables del caos en H&H, pero, ¿estaba David verdaderamente a salvo? ¿Sería prudente si ella volvía y hablaba con él?Ya no soportaba más un día fuera y sin él. Esta situación se había vuelto insostenible para ella.Miró la maleta y se sentó en la cama dándole la espalda a todo. Su peor miedo era volver y poner en peligro a David o su familia. Jamás se perdonaría si por su culpa les pasaba algo.Pero necesitaba volver. Necesitaba hablarle. Le contaría todo, y si tenía que suplicar para que la perdonara, lo haría.Dejó abandonada su tarea de empacar y bajó al primer nivel de la casa
Marissa despertó y miró en derredor. ¿Era la mañana de ayer, de hoy, o del día siguiente?Había mucha luz, tal vez era mediodía.Y entonces recordó a David.Se sentó de repente en la cama, pero ésta estaba vacía. ¿Había sido todo un sueño?Últimamente soñaba siempre con él. A veces, en esos sueños sólo hablaban, o caminaban tomados de la mano, pero otros eran menos inocentes, y ella amanecía enfebrecida.Pero esto no había sido un sueño, tenía el cuerpo adolorido justo en las zonas adecuadas, y esta cama, que nunca había albergado a David, olía a él.La prueba llegó al fin cuando vio su camisa de Lino tirada de cualquier manera en el suelo. Sonriendo, caminó a ella y se la puso, y sin nada más debajo, bajó a buscarlo.
El atardecer en la playa ese día fue precioso, brillante, lleno de mil colores. Marissa ni siquiera sospechó que así habían sido siempre; el tener a su lado a David hacía que todo alrededor volviera a cobrar vida.Había sobrevivido al infierno, pensó con un suspiro, y ahora se preguntaba de dónde había sacado tantas fuerzas.—Te extrañé tanto –dijo con voz suave y recostando su cabeza en el hombro de David, que también miraba hacia el océano sentado a su lado en la arena—. Creí que no lo resistiría—. David inclinó también su cabeza y besó sus rubios cabellos.Habían comido fuera, y al regresar, vuelto a hacer el amor. Dos veces. Luego habían estado caminando por la playa, tomados de la mano y en silencio. Cuando vieron el hermoso atardecer, decidieron disfrutarlo desde un mismo lugar, y aquí es