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La calle estaba un poco desierta. Había muy pocos árboles, y éstos estaban desnudos. Las bolsas de basura competían con los rastrojos, escombros y otros desechos por el espacio. También olía bastante mal.

Caminó a paso lento. A pesar de que sabía que no estaba sola, que en por lo menos dos ventanas y una azotea había dispuesto un tirador, no podía evitar sentir cierto temor. Esperaba que fuera la última vez en su vida en la que se viera envuelta en una situación como ésta. De aquí en adelante, planeaba hacer todas sus cosas dentro del marco de lo ético y lo legal. Había aprendido su lección.

—No te preocupes por el aspecto de todo –dijo el capitán a través de su intercomunicador—. El área está asegurada. Incluso ese indigente que busca ahora en la basura es de los nuestros –Michaela se giró a m

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