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Capítulo 3

Capítulo 3

Mina Simon

En ese justo momento mi asistente apareció obligando al rubio a desaparecer delante de nosotras.

—Ya todo se solucionó, señorita, el presidente obligó a todos a firmar un acuerdo de no publicación de lo sucedido en los medios de comunicación, ¿Está usted bien?

Miré la silueta de aquel enorme hombre a lo lejos, sus ojos y los míos se encontraron por un momento, y tuve que apartar la mirada cuando una sensación extraña se apoderó de mi estómago.

—Sí, pásame otro vestido, y hagamos esto lo más rápido posible.

Bajé la cabeza apenas las puertas del auditorio de la ONU se abrieron dejándome ver a los altos mandos de este gobierno, los periodistas empezaron a sacarme fotografías a medida que iba caminando hacia el podio.

Bastián, se encontraba sentado junto a nuestros padres y algunos ministros de Francia, mis pies me pesaban y quería salir corriendo, pero debía ser valiente porque sabía que esta no sería la primera ni la última vez que tendría que enfrentarme a Ramiro Moreau.

—Buenos días, honorable público, ministros, y altos funcionarios de nuestro país…—empecé a decir apenas me posicioné detrás del podio de madera, pero guardé silencio cuando una luz brillante apuntó hacia mis ojos—, quiero empezar diciendo que estoy muy agradecida por…—Miré como las personas empezaron a bajar sus cabezas con temor, pero no entendí hasta que vi como un disparo cayó a unos cuantos pasos de mis pies.

Mis piernas retrocedieron aturdida al ver como todos los guardias corrieron hacia el presidente y mi padre para protegerlos, dejándome completamente sola en el podio. De repente otro disparo me obligó a bajar la cabeza. Para este punto, mi respiración estaba tan agitada que me era demasiado difícil mantenerme en pie.

Los asistentes comenzaron a correr, pero repentinamente un grupo de mercenarios, altamente armados irrumpió en la sala de audiencia; un tipo enorme, vestido de negro y con una máscara que cubría la mitad de su rostro, corrió velozmente hacia mí apuntándome en la cabeza con su arma.

Mis ojos cristalinos lo miraron con horror, si bien, siempre había deseado morir por la vida que me habían obligado a llevar, pero jamás deseé que fuese de esta manera. Empecé a llorar de la nada, y claro, ¿Cómo no podía hacerlo? Acababa de terminar mi carrera como abogada penalista y deseaba hacer tantas cosas que ahora no podía hacer si moría.

—No…—Salió de mi boca como un susurro, el tipo activó su arma y fue allí donde escuché un disparo que no iba dirigido hacia mí. Alguien le había disparado a aquel asesino que estaba dispuesto a tomar mi vida el día de hoy.

La sangre de su hombro cayó en mi rostro, pero ese no fue impedimento para volver a apuntarme, los hombres que habían llegado con él, empezaron a gritar para que se apurara y salieran juntos de aquí, y cuando creía que la vida me había dado una nueva oportunidad para vivir, aquel hijo de puta me tomó del cuello, deslizó su brazo por mi pecho y colocó su arma sobre mi cien.

Me había convertido en su comodín para salir con vida de este lugar.

—Si alguno respira, la mato…—Declaró mirando rápidamente al señor presidente, el hombre observó por encima de su hombro a algunos periodistas que aún seguían aquí, así que hizo una pequeña reverencia, obligando al asesino a empujarme lejos con él y sus hombres.

Mi débil y diminuto cuerpo fue arrastrado hacia una camioneta negra que los esperaba en la parte trasera del edificio; intenté escapar, pero fue casi imposible y fue mucho peor cuando un líquido blanco cayó sobre mi rostro, nublando así mi vista y haciéndome entender de algo.

He sido raptada por un grupo de asesinos…

Mis piernas intentaban patear al hijo de puta que me tomó entre sus brazos para meterme dentro de aquel diminuto lugar, mi cabello se pegó a mi rostro y quise vomitar cuando el olor a sangre y cigarrillos caló mis fosas nasales. Mi cabeza me dolía por todo lo que había sucedido.

Escuché los gritos a lo lejos, quizás para esta hora papá y mamá estén tratando de recuperarme, o eso quiero creer. Cerré los ojos al darme cuenta que en un abrir y cerrar de ojos lo había perdido todo. Mi dignidad, mi vida, mis proyectos, todo lo que conseguí se derrumbó por culpa de aquel desconocido hombre que arruinó las esperanzas de mi alma.

Quería ser libre, recordaba que muchas veces deseaba morir mientras dormía, en algunas ocasiones soñaba con la idea de despertar y darme cuenta que tenía una vida normal, ir a la universidad sin ser perseguida por cientos de chicos que deseaban vender mis fotos a los medios de comunicación, o sólo poder elegir a quien debía amar. Papá fue el mejor padre del mundo, aunque mamá era la típica esposa de un hombre de élite, callada y sumisa, de todos modos, la amaba igual. Ahora, ahora no podía creer lo que me estaba pasando, aquel siento de cabello castaño había sido contratado para matarme y ese era su cometido antes de que alguien más intentara acabar con él también.

Mi cuerpo se mueve con violencia por culpa de los movimientos bruscos del vehículo en donde estos mercenarios me llevan quizás para acabar con mi vida, al parecer la policía de París viene detrás de ellos, y no era para menos, la futura esposa del hijo del presidente de Francia ha sido raptada como cebo para lograr una huida de película.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas, la droga que usaron para apaciguarme comenzó a surgir efecto, un hilo de sudor se deslizó descaradamente por mis mejillas hasta llegar a mis pequeños y poco visibles pechos, escuché con atención como los hombres de aquel misterioso sujeto que intentó matarme, comenzaron a murmurar cosas, que para este punto me era casi imposible entender.

Los vellos de mi piel se erizaron al escuchar los primeros disparos, una mujer delgada y de cabello rojizo, bajó la ventanilla oscura del coche, para acto seguido sacar su mano armada y disparar sin piedad. Mis ojos se cruzaron por un momento con aquel enorme hombre que casi me deja sin vida hoy. Ahora podía detallarlo con mayor amplitud.

Llevaba puesto un uniforme militar que no reconocía claramente, sus manos gruesas y áspera me hacían entender que, si hacía cualquier estupidez, en cualquier momento podría romperme el cuello en un abrir y cerrar de ojos, su rostro seguía cubierto, así que la idea de morir y no reconocer a quien lo hizo, me colocaba más nerviosa de lo que ya estaba.

Mis piernas comenzaron a entumecerse, me era casi imposible hablar y mucho menos quejarme de todo lo que están sucediendo; de repente unas manos tocaron de una forma poco decentes mis piernas casi desnudas por el vestido que mi asistente había traído para mí.

Un nudo en mi garganta se formó y lo siguiente que escuché fue un grito ensordecedor y un líquido caliente que cubrió esa zona de mi cuerpo que fue humillada hacia algunos segundos.

—Nadie la toca… —La voz del desconocido que me puso en esta posición golpea con fuerza contra mis oídos, —si alguien más aparte de Steve se atreve tan siquiera a mirarla de más, lo voy a matar con mis propias manos, ahora ella me pertenece.

—¡Señor!

Vociferó la mujer que disparaba contra la policía que venía detrás de aquellos delincuentes.

—¡Piérdelos, Danilo!

Demandó el hombre de cabello castaño.

—¡Dragón, son demasiados!

Dragón…

Así que aquel mal nacido se apodaba «Dragón»

—¡Dejamos otra camioneta en el punto de encuentro, vamos por ella! Eugene, ayuda a Clara a matar a esos gilipollas, quiero a todos esos bastardos muertos, y si Mina intenta huir… —Mi corazón se detuvo al escucharlo decir mi nombre—, también mátala…

El olor a gasolina me estaba asfixiando, la tela negra que cubría en su totalidad mi rostro me impedía ver con claridad lo que sucedía en mi alrededor y que quizás habían puesto para evitar que supiese la ubicación exacta del lugar al cual me estaban llevando, los murmullos de aquellos hombres me tenían alerta, pero, sobre todo, sabía que de alguna manera había una enorme posibilidad de que no regresara a casa con vida.

Intenté mover mis manos que se hallaban ajustadas a una cuerda tan gruesa, que la piel sensible y delgada de mis muñecas ya había empezado a corroerse. El aire dentro de este pequeño vehículo apestaba a sangre y humo de cigarrillos, al igual que el anterior en donde me habían llevado antes de perder el conocimiento. No estaba segura cuantas personas había dentro, pero si sabía que un falso movimiento de mi parte y acabaría tirada en cualquier charco sin vida.

Mi cuerpo seguía moviéndose de manera brusca por la prisa que llevaban los criminales para huir de la zona del atentado; para esta hora todo el país sabría sobre la noticia de mi fallido intento de asesinato y la forma tan descuidada en cómo me raptaron. Un ligero susurro me obligó a removerme de donde me encontraba tirada, mientras que una risa llena de oscuridad logró erizar cada vello de mi piel.

—¿Qué vamos a hacer con ella, señor? —la voz áspera de uno de los hombres me hizo temblar, ¿Qué pretendían hacer conmigo? De alguna manera mi futuro era incierto.

Aún no lo sé…—Escuché responder al que quizás sea el segundo jefe de esta manada de lobos, —¿Alguien tiene idea de quien intentó matar a Dragón? —fruncí el entrecejo cuando mi sistema intentó recordar donde había escuchado ese acento marcado anteriormente, —nos pagaron para matar a esta chiquilla, ¿Pero también querían deshacerse del patrón?

—¿Nos comunicamos con el cliente? —una mujer, pero esta vez se escuchaba diferente a la chica que conocí anteriormente.

No…—Espetó una vez más el anterior sujeto, —estoy seguro que con la presión de la prensa y los ojos puestos sobre la familia presidencial, todo el mundo estará interesado en verla volver con vida.

—Señor…—Intervino otro hombre—¿Cree que nos convenga dejarla vivir? —un sudor frío recorrió mi espina dorsal—. No sabemos a ciencia cierta con que nos estamos enfrentando, ¿Qué tan grande puede ser nuestro enemigo?

Su jefe empezó a reír de la nada—Tan grande para saciar mi hambre de venganza…

Dragón.

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