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Capítulo 4

Capítulo 4

Mina Simon

De manera inesperada el vehículo se detuvo en un lugar incierto para mí, mis brazos fueron tomados por alguien, el cual me arrastró con tan poco cuidado, que terminé cayendo de rodillas sobre algunos granitos de tierra. Mis dientes apretaron con fuerza mi labio inferior para no pronunciar palabra alguna.

En el mejor de los casos, lo mejor para mí sería guardar silencio y colaborar lo más que pueda para no ser agredida por ninguno de ellos y solo seguir la corriente hasta saber a ciencia cierta qué es lo que está sucediendo, y quien es esa persona que contrató a este grupo de mercenarios para matarme.

Mis pies caminaron un par de pasos hasta que unos brazos fuertes y toscos me levantaron del suelo para así cargarme como si todo mi cuerpo fuese un costal de papas. Mi cabello rizado cubrió en su totalidad mi rostro; ni si quiera habían pasado algunos segundos cuando la calidez y el olor a madera seca dentro de un desconocido lugar llamaron mi atención.

—Llévala al sótano—Farfulló su jefe para luego escuchar con atención como algo caía quizás sobre alguna mesa de cristal. El tipejo que me traía cargada descendió unas escaleras, el olor a putrefacción era insoportable; tanto que tuve que alzar mis manos atadas hacia la altura de mi nariz para bloquear aquel olor fétido a cadáver.

Me van a matar…

Fue lo primero que se me vino a la mente al sentir como aquel hombre me sentaba sobre una silla poco cómoda para ahora atar mi cuerpo tan fuerte a la madera que me era casi imposible moverme con libertad.

No quiero morir…

Volví a pensar intentando bloquear las ganas de llorar, sentía que todo esto era demasiado injusto para mí, no le había hecho daño a nadie para que quisiesen quitarme del camino; ¿Qué estaba mal conmigo? Una vez escuché como abandonaron la habitación no lo aguanté y mis lágrimas empezaron a fluir, ¿Papá estará buscándome? ¿Mamá podrá soportarlo?

Su corazón no estaba bien la última vez que fuimos a la clínica por su chequeó juntas, ¿Ella será capaz de sobrellevar todo esto? Mi rostro se hallaba completamente humedecido, mi pecho se hundía a medida que los segundos empezaban a pasar.

¿Cómo mi vida pudo cambiar tanto en un abrir y cerrar de ojos?

Lloré tanto que me quedé dormida ni siquiera sabía cuándo, y así pasaron al menos dos días más. Estaba completamente sola en aquel oscuro y asqueroso lugar; mi cuerpo desprendía un olor a eses y orina que ni yo misma podía soportar. La piel de mis tobillos y muñecas me ardía tanto por haber estado tanto tiempo en la misma posición y amarrada a tal punto que mis articulaciones empezaron a empeorar a medida que pasaba el tiempo. 

Mi cabello se sentía pegajoso y áspero, ya que se hallaba pegado a mis mejillas y una parte de mi frente. Mi garganta estaba tan seca que me era imposible ya escuchar mi propio llanto.

Quizás había perdido algunos kilos por la falta de comida durante estos días, mi estómago me dolía por no haber ingerido alimento alguno, el sudor por la falta de aire dentro de esta calurosa habitación me estaba volviendo loca, pero no tan loca como el dolor de espalda que sentía por haber estado sentada tanto tiempo.

Mis piernas empezaron a moverse de un lado hacia otro, mientras que mi corazón bombeaba con tanta fuerza dentro de mi pecho al escuchar por primera vez desde que llegué a este lugar, los pasos de alguien aproximarse al sótano. Alguien rodó la perilla de la puerta y rodé mi rostro hacia el lugar exacto de donde provenía el ruido.

—Sigue con vida…—Apreté mi mejilla interna al oír la voz de una mujer—, es más fuerte de lo que creí—. Unas manos me quitaron las vendas de los ojos tan rápido, que tuve que bajar la cabeza cuando la luz de la bombilla amarilla dentro del pequeño cuarto, golpeó con violencia mi rostro.

Mis pestañas empezaron a parpadear con fuerza, la bilis me subió hasta la garganta y no pude evitar vomitarme encima. Mi cabeza me daba vuelta, con algo de dificultad logré ver a una mujer mucho mayor que yo delante de mí. Su cabello era completamente ondulado y de una tonalidad achocolatada preciosa. Sus pestañas tan largas y su piel tan bien cuidada que me hizo sentir un poco miserable ante sus ojos.

—Sed…—Pronuncié tan despacio que ni yo misma pude escucharme, —tengo mucha sed, por favor…—la morena me miró con asco para luego tomar con agresividad mis mejillas y obligarme así a beber de aquel liquido preciado. Mi pecho subía y bajaba por el placer que estaba sintiendo.

—Suficiente…—La desconocida mujer apartó el vaso de cristal de mi boca—, ¿Sabes quién intentó matar a mi jefe? —negué, ganándome la mirada llena de reproche y desaprobación por parte de ella—. Dragón puede llegar en cualquier momento, ¿Sabes lo que te pasará si no colaboras?

—¿Me matará?

—No…—Abrí los ojos—, él no deja ir a sus presas así de rápido sin antes hacerles pasar por un poco de dolor. Muerta no nos sirves, pero viva eres mucho más útil. Si bien, estos dos días aquí dentro serán el cielo comparado con lo que Dragón puede hacerte.

Mi voz tembló—¿Dragón?

—Te van a torturar hasta que sueltes un nombre, después de eso, él decide si vives o mueres.

Para este punto mi voz temblaba tanto que era casi imposible decir algo más; la morena sacó un pequeño recipiente con tan viscoso y poco provocativo que había hasta llegado a pensar que pretendían darme de comer mi propio vomito. La mujer tomó una cuchara plateada, agarró un poco de esa asquerosidad rozando así un tanto mis labios.

Mi lengua atrajo un poco del alimento, el cual no dudé en escupir, ¡Era avena salada! Pero no solo eso, también sabia a agrio y hasta un pelo se metió dentro de mi boca. La chica de cabello ondulado, tiró del plato con tanta fuerza hacia el suelo, que resto de comida salpicó mis pies descalzos.

—¿Creías que te darías de comer caviar? —su risa burlona me logró mover un tanto—¡Todas las acomodadas como tú son lo mismo! —¿acomodadas como yo? ¿eso quiere decir que han hecho lo mismo con otras mujeres?

—Esta comida sabe a m****a, ¿A caso tú te comerías tu propio excremento? —un golpe secó me dejó tirada en el suelo con todo y silla, mi mano derecha quedó debajo de la madera y mi cuerpo. El dolor era tan insoportable que me costaba mantenerme despierta. La chica, volvió a golpearme, pero esta vez a la altura de mi estómago.

Ni siquiera tenía energías suficientes para gritar.

—Tú si puedes comerte tu propia m****a…—Vociferó dejándome tirada dentro de la habitación y casi agonizando. El calor para este momento se había intensificado por el golpe y la lucha que hubo de poder; mi cabeza me dolía tanto que no podía ver con claridad como saldría de esta penosa situación.

Si tardaba más tiempo en esta misma posición, lo más probable es que deban apuntarme el brazo por el bloqueo de flujo de sangre en mis arterias, así que no quedaba más de otra que gritar: —¡Ayuda! ¡Ayúdenme por favor! —sacudí mi cuerpo con violencia buscando la forma de hacer ruido, me dolía, me dolía demasiado—¡Voy a morir! —Volví a vociferar con tan poca energía que dudaba que alguien pudiese escucharme.

Pero de repente algo sucedió.

Alguien abrió la puerta del sótano y aunque solo lograba verle los tenis y la sudadera deportiva que llevaba puesta, supe que mi salvador había llegado.

—¿Quién eres? —otra vez ese acento extraño, pero en esta ocasión la tonalidad de la voz era demasiado suave, melodiosa y un tanto infantil—, ¿mi hermano te trajo aquí?

Con algo de cuidado levanté la cabeza para encontrarme con un adolescente delgado y largo, sus manos se encontraban cruzadas a la altura de su pecho. Su cabello era castaño un poco más oscuro que el de Bastián, mientras que sus ojos eran completamente expresivos en un color que no podría describir como verde.

—Me han traído aquí…

—Volvió a las andadas…—Decretó el chico como si ya estuviese acostumbrado a todo esto, —¿Tu familia le debe dinero a mi hermano?

—¿Qué? ¡No! Mis papás jamás se involucrarían con delincuentes.

El castaño entre abrió los ojos como si estuviese analizándome—¿Le acabas de llamar delincuente a mi hermano?

Negué—No quise decir eso.

Él giró sus pies para marcharse—Sí, le llamaste delincuente…

—¡No te vayas!

—¿Por qué me quedaría?

—¡Voy a perder mi brazo!

—Yo te veo completa. —¡Estúpido! —, bueno, no tan completa si mi hermano te llega a ver en esa posición, pensará que quisiste escapar y esos siempre mueren antes de tiempo.

—¿Y me dices que tu hermano no es un delincuente? ¡Matar es un delito en este país! ¿Cuántos años tienes? —pregunté con algo de valor.

—Acabo de cumplir dieciocho años, según mi hermano ya soy un hombre, ¿Crees que sea eso cierto?

—¿Qué? —mi ceño se frunció—¡Por favor! ¿Podrías ayudarme a levantarme! Me duele demasiado.

El chico de mirada cristalina asintió caminando velozmente hasta mi posición, sus manos se sentían suaves y de su cuerpo desprendía un olor a vainilla y frutos secos. Sus ojos se conectaron por un instante con los míos, sus brazos lograron levantarme un poco, pero en ese justo momento, un tipo pálido, de cabello castaño claro y de altura promedió entró al lugar alarmándose inmediatamente al ver al joven junto conmigo.

—¡Joder, Jeremié! —gritó el tipo corriendo hacia ambos y tomando agresivamente al castaño del brazo para alejarlo de mí, en ese instante un segundo hombre entró a la habitación.

Los ojos de este último ni siquiera se habían inmutado en ver al chiquillo, sino que, a su vez, toda su atención estaba puesta sobre mí—¿Cuántas veces te he dicho que no te metas en mis negocios? —Masculló con una voz áspera y varonil que claramente conocía.

Él era Dragón.

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