Capitulo XXXII

Siguiendo las indicaciones del joven cabo, terminamos cenando en el lugar que nos indicó. Y debo confesar que tenía razón. Sirven un delicioso pescado asado.

El lugar está repleto de gente, algunos, claramente de paso y otros lugareños que hablan entre sí. Las conversaciones se pierden entre el murmullo del gentío.

Pero nosotros estamos más interesados en escuchar al pequeño grupo de hombres que se asientan en la barra. Llevan chaquetas que los identifica como empleado de “Opera”.

Llevan bebiendo un buen rato, mientras discuten de un partido de fútbol. Las cosas se acaloran rápidamente, haciendo que uno de ellos se retire dando tumbos y maldiciendo al resto.

Con Falcón intercambiamos una mirada, dejamos unos billetes sobre la mesa y salimos rápidamente del lugar. No tardamos mucho en encontrar nuestro objetivo.

El hombre se mete en un cal

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