Capítulo 2
"¡Eres un ser completamente patético!", se burló Sofía con desdén. "Solo eres un simple don nadie que se cree ser el ombligo del mundo. ¡Detesto tratar con gente tan insignificante como tú!".

Alex soltó una risita. "Te aseguro que estoy siendo completamente sincero".

"¿Tú? ¿Poderoso?", lo miró con desprecio absoluto. "Ni siquiera tienes idea de las personas influyentes que conozco. Con solo una llamada, podrían borrarte de la existencia".

Alex se rio. "Esos mismos hombres poderosos probablemente me rueguen que me case con sus hijas para congraciarse conmigo. Créeme, eres muy afortunada por cruzarte conmigo".

¡Qué engreído! Sofía puso los ojos en blanco, rabiando de disgusto. Lo único que deseaba era estamparle algo en la cara de ese charlatán. ¿Cómo podía ser tan descarado, presumiendo de poder cuando solo cargaba una vieja mochila militar?

"Puedes intentar atarme con este matrimonio para obtener mi dinero", replicó Sofía con frialdad, "pero te advierto que jamás lo permitiré. Si mi familia se entera de que dormí con alguien de tan baja calaña como tú, te borraré de la faz de la tierra. Así que más te vale cerrar la boca y hacer como que no sucedió nada aquí".

"Yo..."

"No quiero escuchar ni una palabra más de ti. Ahora, sal de la habitación", le exigió ella, con los ojos ardiendo de furia.

"Pero..."

Alex intentó protestar. Era su habitación.

"¡Ahora!"

Sin embargo, al ver la furia en los ojos de Sofía, optó por no discutir con ella. En silencio se vistió, tomó su vieja mochila militar y miró a Sofía una última vez.

"Yo..."

"¡Fuera!", le gritó Sofía a todo pulmón.

"De acuerdo."

Ya en el elevador, Alex suspiró, pasándose una mano por la cabeza. Sabía que esa mujer estaba bajo la influencia de un cruel afrodisíaco, uno que acabaría con su vida si no intimaba con alguien dentro de una hora. Si hubiera existido otra manera de salvarla, lo habría hecho. Pero ese tipo de veneno siniestro no tenía antídoto.

"¿Qué diablos acabo de hacer? Vine aquí para conocer a mi prometida, pero antes de siquiera conocerla, ya he estado con otra mujer. Quizás esto es lo que llaman una despedida de soltero legendaria."

Cuando Alex salió del elevador hacia el vestíbulo, eran cerca de las cinco de la mañana. El hotel estaba tranquilo, con solo algunas personas dispersas alrededor. Sin embargo, mientras cruzaba el vestíbulo, un grupo de unos cuarenta hombres vestidos de negro apareció repentinamente, formando dos filas y haciendo una profunda reverencia a su paso.

Los miró con poco interés, su expresión era de aburrimiento, como si esto fuera algo de lo que estaba acostumbrado desde hace tiempo. Un hombre de mediana edad se adelantó del grupo, arrodillándose ante él en una postura caballeresca.

"Soy Alfred Kingston, a su servicio, señor", le declaró el hombre con reverencia.

Alex lo miró desde arriba. "Alfred, ¿sabes por qué estoy aquí con esta ropa tan sencilla?"

"Señor, por favor ilumíneme", le respondió Alfred, aún con la cabeza inclinada.

"Estoy aquí de incógnito", le explicó Alex. "Y ahora ustedes armaron alboroto innecesario... ¿estás tratando de exponer mi identidad para que todos sepan quién soy realmente?"

"Me disculpo por mi falta de tacto", Alfred se levantó rápidamente, girándose hacia los hombres detrás de él. Con un gesto veloz, les indicó que se dispersaran, y la fila de hombres se desvaneció rápidamente, dejando el vestíbulo vacío como antes.

"Dime a qué has venido", le dijo Alex mientras caminaba hacia un sofá cercano.

Alfred lo siguió de cerca, como un sirviente fiel.

"Sí, señor", le respondió Alfred con prontitud. Metió la mano en su abrigo y sacó una pequeña caja. Al abrirla, reveló una tarjeta negra con bordes dorados y un diamante de .235 quilates incrustado en el centro.

"Esta es la tarjeta World First Royale Mastercard. Tiene un crédito ilimitado, estará disponible para su uso absoluto", le dijo Alfred, entregándole la tarjeta con una reverencia casi imperceptible. "Viene con un servicio de conserjería personalizado, estará disponible las 24 horas, siete días a la semana. Es un equipo capaz de cumplir prácticamente cualquier capricho, desde reservas de último minuto en restaurantes de cinco estrellas hasta viajes en jet privado o acceso a los eventos más exclusivos. Lo conectará con círculos tan selectos que nadie, jamás, se atreverá a negarle algo".

Alex la observó con total indiferencia, como si le estuvieran ofreciendo una simple tarjeta de metro.

Alfred continuó. "También le he dispuesto el nuevo Bugatti La Voiture Noire, un modelo único equipado con la última tecnología de inteligencia artificial y capacidades de conducción autónoma. Pero como está aquí de incógnito, supongo que no será de su agrado, así que aquí tiene una villa en caso de que necesite una estancia prolongada", le explicó Alfred con cautela.

Alex asintió. "Me alegra ver que has entendido. Conservaré la tarjeta para emergencias, pero puedes quedarte con todos lo demás que me has preparado. Ahora, dime qué quieres."

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