Dominio Absoluto
Dominio Absoluto
Por: Sunshine
Capítulo 1
Con un dolor de cabeza desgarrador, la mujer se despertó sintiendo su cuerpo entumecido. Al intentar moverse, una sensación de terror la paralizó: un desconocido desnudo estaba acostado a su lado. En medio de un pánico creciente, intentó recordar cómo había llegado hasta allí. Un escalofrío la recorrió al darse cuenta de la verdad: estaba desnuda, y había perdido su virginidad.

El hombre se removió, sus ojos oscuros se abrieron con lentitud. "Lo de anoche fue espectacular. ¿Seguimos?", le dijo con total naturalidad, incorporándose y mostrándole su físico impecable. Sin inmutarse, tomó una botella de agua y se la ofreció. "Bebe, seguramente tienes sed. Podemos retomar donde lo dejamos si quieres".

Dominada por el miedo y la rabia, la mujer actuó por puro instinto y le propinó una fuerte bofetada. "¿Quién eres? ¿Cómo llegué aquí? ¿Qué me has hecho?"

Alexander Leonhart recibió el golpe, sintiendo arder su mejilla. La observó: era una belleza hipnotizante de cabello sedoso y un cuerpo perfecto. Su rostro era una tormenta de furia y terror, pero su sola presencia reactivaba el deseo del hombre.

"¡Oye", le gritó Sofía Lancaster, advirtiéndole. "¡Más te vale decirme quién eres!"

"¡Tranquilízate!" Alex la miró fijamente. "Tú viniste a buscarme y me pediste que durmiéramos juntos. ¿No lo recuerdas?"

"Imposible", lo negó Sofía, sacudiendo la cabeza con vehemencia. Era inconcebible que ella pudiera seducir a un hombre, especialmente a un desconocido. "¡Debiste haberme hecho algo!"

Mientras sentía la áspera textura de la manta contra su piel desnuda, la confusión y el miedo se arremolinaban en su mente. Sus ojos recorrieron frenéticamente la habitación, deteniéndose en una vieja mochila militar y la ropa sencilla del hombre, nada en esta habitación de hotel sugería riqueza. El celular en la mesa era un modelo barato con la pantalla rajada. Con una sola mirada, Sofía comprendió que el hombre con quien había dormido estaba lejos de ser un hombre adinerado, solo era un hombre común que luchaba día a día para llegar a fin de mes.

"Cuida tus acusaciones", le dijo Alex con calma. "Soy un caballero y jamás forzaría a nadie. Tú fuiste quien vino a mí, me abrazó, me besó y me rogó que durmiéramos juntos."

Los ojos de Sofía se abrieron de par en par. "¡Mentiroso!"

"Esta es mi habitación de hotel. Puedes revisar las cámaras de seguridad si quieres, ver si llegaste por tu cuenta o si te secuestré."

Sofía no creía ni una palabra de lo que decía ese hombre, pero de pronto, un recuerdo cruzó por su mente. Se suponía que tendría una reunión con Calvin Lecter, el CEO de una empresa rival, para discutir sobre la guerra de precios que estaba afectando su negocio. Había pensado que se reunirían para encontrar una solución, pero resultó que Calvin tenía intenciones perversas con ella desde el principio. La había drogado, esperando aprovecharse de ella. Recordaba haber logrado escapar con la ayuda de su guardaespaldas, pero mientras huía de ellos, se topó con un hombre que abría una puerta. Desesperada, había esperado esconderse en su habitación por un momento. Pero la droga que Calvin le había dado era un potente afrodisíaco, que hizo que sus deseos se intensificaran sin control.

Un agudo dolor de cabeza golpeó a Sofía mientras los recuerdos volvían. "¡No! ¿Cómo pudo pasar esto?"

"¿Ya lo recuerdas?" Alex sonrió con satisfacción. "Tú fuiste quien me rogó."

"¡Cállate!" El rostro de Sofía se tornó rojo de vergüenza y furia. Bajo la influencia de la droga, todo había parecido tener sentido en ese momento, pero ahora, todo se sentía terriblemente mal. "¡Maldición!"

"Escucha, soy un caballero", le ofreció Alex con sinceridad, tratando de hacer las paces con ella. "Ya que tomé tu virginidad, me casaré contigo. ¿Qué te parece?"

Sofía se burló, mezclando incredulidad con repugnancia. "¿Quieres casarte conmigo? ¿Acaso no sabes quién soy?"

Ella era una de las mayores bellezas de Vancouver, con una carrera ascendente como joven CEO. Los hombres adinerados nunca le faltarían, y sin embargo, aquí estaba este hombre pobre, tratando de usar esta situación para atarla con un matrimonio. Claramente era otro parásito más, esperando pegarse a una mujer rica como ella y vivir de su éxito.

"Bueno, acabo de llegar a Vancouver esta tarde, así que no conozco a nadie aquí todavía", le dijo Alex con franqueza. "Pero puedo asegurarte que no tendrás que preocuparte por nada en tu vida si te casas conmigo."

Sofía se burló nuevamente, dejando clara su condescendencia. "¿Con esa vieja mochila militar? ¿Y esas cicatrices en tu cuerpo? Supongo que eres un soldado de bajo rango, recién llegado de una zona de guerra. Tu salario de un mes ni siquiera cubriría mis gastos de un solo día. ¿Cómo te atreves a pedirme matrimonio?"

¡Sofía estaba furiosa! ¡Qué descarado era este hombre!

"Créeme", le dijo Alex, con voz baja y firme, "no soy lo que piensas. Soy más poderoso que cualquier hombre que hayas conocido."

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