[León Hernández]
Le pedí al señor Joaquín que me diera solo dos días para poder arreglar lo de mi taller, tendría que dejar a cargo a Samu mientras yo no esté, no se como lo vaya a tomar ya que desde hace cinco años estamos juntos en este negocio, aunque se muy bien que él puede sólo con todo el paquete. También quiero pedirle que de vez en cuando se eche una vuelta para ver a mi abuelita y a mamá, no quiero que se queden desprotegidas, tendré que arreglar todos los asuntos cuanto antes para poder venir por ellas.
Había otra cosa que me mantenía ansioso. Respire profundo dejando caer mi espalda sobre el colchón de la cama donde dormía. Me llevé las manos al rostro tratando de ahogar todos los pensamientos que venían a mi mente. Había uno en especial que me tenía por demás inquieto. Lucía. No sabía como le iba a decir que de pronto me iba a ir a vivir a otra ciudad. Ella y yo teníamos apenas dos meses de ser novios, aunque era poco lo que llevábamos en una relación, Lucía era la chica más linda, tierna, hermosa e inteligente que he conocido. La conozco desde pequeño, ella vive en una de las casas del primer piso de la vecindad. Estuve tras de ella por varios años hasta que me dio el sí. Ella se ha dedicado mucho a sus estudios, pronto terminará la universidad, gracias al negocio de tacos y enchiladas que tiene su mamá a la vuelta de la esquina es como han logrado solventar los costos de la escuela. Lucía va por las mañanas a la escuela y por la tarde le ayuda a su madre. El corazón se me parte en dos de sólo pensar que tendré que separarme de ella. Me sacudo el cabello con fuerza. Pero tengo que irme, estoy decidido a que el día que venga por mi familia también vendré por ella. Ella es la mujer que quiero para mí, de eso no tengo duda. Me siento de nuevo sobre la cama ahora que he aclarado un poco mis pensamientos. Miro en dirección a la fotografía sobre la mesita que separa mi cama de la de mi hermano, él y yo dormimos en la misma habitación. Tomo la fotografía entre mis manos, respiro conteniendo la nostalgia que llena mi pecho de los recuerdos que embargan mi mente. Acaricio con los dedos de mi mano la silueta de mi padre, ese señor que me acepto como su hijo, que me quiso como uno y que me enseño todo lo que sé sobre mecánica. Él era trailero, el papá de mi hermano paquito. Murió cuando yo tenía unos diecinueve años, muchas cosas no las recuerdo, pero lo que si es que él siempre estaba de viaje, amaba la carretera, decía que conducir era una de las cosas más tranquilizantes que había en la vida. Y si, unos años después lo descubrí. Cuando comencé a dedicarme de manera formal a la mecánica, ahí poco a poco y con su ayuda fundé mi pequeño tallercito a dos cuadras de la casa, en una mini bodega que es de un amigo de él, hasta la fecha me sigue rentando el changarro. Aunque a veces me las he visto negras para la renta, nunca le hemos quedado mal al dueño. Suspiro de nuevo. Mi padrastro falleció haciendo una de las cosas que más le gustaba, ser trailero. Tuvo un accidente en la carretera hacía Toluca, una de las más peligrosas de todo México. Aprieto los dientes, como extraño a mi viejo, aunque no fuera sangre de mi sangre yo lo quería como si fuera mi padre. Dejo la fotografía sobre el pequeño buro de madera desgastada que yo mismo construí hace tiempo. De pronto siento la presencia de mi abuela quien me ve con mirada nostálgica. Me limpio rápidamente una lagrimita que escapa de mis ojos, no me gusta que me vean llorar.
—¿Todo bien mi Leoncito? —dice mi abuela, sonrío al escuchar su voz tierna, desde que tengo uso de razón siempre me ha llamado así, Leoncito, es a la única persona que le permito que me llame así.
—Si abuela, es sólo que tendré que irme por un tiempo, nunca he salido de San Juan, mucho menos me he alejado de ustedes…
Mi abuela se acerca, se sienta a un lado mío recargando su cuerpo en mi hombro.
—Tu madre me lo ha contado todo, yo nunca conocí a ese señor, tu madre nunca dijo quien era tu padre, siempre se las arreglo para sacarte adelante por sus medios, pero yo bien sospechaba que algún riquillo de las casas donde trabajaba la había embarazado por que ella nunca tuvo novio tan joven.
Una sonrisa sale de mi rostro y ni si quiera sé por qué, no es de alegría, más bien de amargura. Siempre quise un padre, cuando primaria nunca lo tuve, cada navidad pedía un papá que le ayudará a mamá con los gastos de la casa, que la cuidará como ella merecía, hasta que mi padrastro apareció y fue uno de los momentos más felices de mi vida. Pero no nos duró mucho tiempo puesto que él falleció. Ahora me entero que mi verdadero padre también falleció. Siento como un vacío en mi estómago y no sé porque, me hubiera gustado conocerlo. Pero la vida es caprichosa. Lo he aprendido a la mala.
—Guela, prométeme que te cuidarás mucho, tomarás tu medicamente, cuando regresé y me entreguen lo que ese señor Eugenio Mendoza me dejó, vendré por ustedes, voy a buscar al mejor doctor para que pueda operarte y así no tengas que perderla por la falta de recursos que siempre hemos tenido.
Mi abuela baja un poco la vista.
—No te preocupes por mí hijito, yo ya viví mi vida, lo único que me hace feliz es pensar que al fin podrás deslindarte de toda la carga que te has echado a cuestas, desde que el papá de paquito falleció, tu tomaste el papel del hombre de la casa, hasta dejaste la escuela para trabajar y ayudar con los gastos, era algo que no te correspondía por que eras muy pequeño, como me partió el corazón verte tan joven trabajando de sol a sol para traer unas cuantas monedas, me daba mucho coraje que mi vista ya no me permitió trabajar, sólo fui una carga para tu madre y para ti.
Me arrodillo frente a mi abuela, tomando sus manos entre las mías.
—Nunca digas eso abuela, tu nunca serás una carga para nosotros, tu fuiste quien me cuido mientras mamá salía a trabajar, eres una segunda madre para mí y no te permito que te sientas de esa manera —acaricio la mejilla arrugada de mi abuela, ella sonríe y aparece en su piel nuevas líneas de expresión que observo con detenimiento. Es la piel de una mujer que ha tenido una vida dura, pero que espero pronto toda nuestra vida pueda cambiar para bien. Me pongo de pie, le pido a mi abuela que vayamos a la sala donde esta mi mamá con mi hermano Paquito. Ella le esta dando de cenar por que acaba de llegar de la escuela, él tiene apenas ocho años. Nos sentamos a la mesa con mamá. Ella pone un plato en mi lugar con frijoles y tortillas, por lo regular es lo que siempre cenamos. Pareciera que es poca cosa, pero sin embargo es una de mis cenas favoritas, las tortillas de mi madre son inigualables, y la salsa ni se diga. Comemos los cuatro, esta será mi última cena en familia antes de partir a Monteverde.
[León Hernández]A la mañana siguiente me desperté temprano, era el día, hoy me iría a Monteverde. Me levanté de la cama, mi hermano seguro ya se estaba preparando para irse a la escuela. Me bañé y cambié lo más rápido que pude. Me puse mi mejor ropa, hoy iría a buscar a Lucía a la universidad, no podía esperar hasta la tarde para hablar con ella. Había quedado con el señor Joaquín que hoy nos iríamos.Agradecí llegar antes que Samu al taller. Metí por última vez la llave al candado de la protección metálica, la deslice hacía arriba como siempre y abrí la puerta de acceso. El taller por las mañanas siempre lucía solitario, abandonado, casi nunca dejábamos un trabajo inconcluso por eso mucha gente nos prefería. Por nuestro compromiso. Me posicione frente a la puerta viendo el interior de mi tallercito. Lo iba a extrañar tanto. Ahora sentía como un nudo en la garganta se formaba, aquí había construido mis primeros sueños, fue mi primer y único trabajo. La mecánica era mi pasión, al igua
[León Hernández]Después de que Lucía se fue, ya no había nada más que hacer. Saqué las llaves del taller de mi bolsa y las dejé sobre el escritorio de nuestra oficina improvisada. Me di media vuelta y observé por última vez el lugar en el que un día puse todas mis esperanzas y sueños. Por ahora, le daba una pausa, no sabía que me aguardaba en Monteverde, sólo esperaba que la vida allá fuera mucho más fácil que la que tenía aquí en San Juan.Llegué a casa, sentía tanta impotencia que las cosas con Lucía tuvieran que terminar de esta manera, pero por una parte las palabras que dijo se me habían clavado muy adentro de mi mente y borrarlas sería muy difícil. Sentía el coraje recorriendo la sangre de mis venas, apreté los dientes para no dejar salir el llanto, no me gusta sentirme débil. Mucho menos llorar por una mujer. Había estado enamorado de Lucía desde hace años, casi desde que éramos niños, aunque yo era mayor que ella casi cuatro años, esperé a que tuviera la edad suficiente para
[Ximena Carbajal]Cuatro horas de viaje en avión y otras dos horas en auto hasta llegar a casa de nuevo. Sentía un agudo dolor de cabeza, hacía que me punzarán las sienes. No tuve tiempo de recuperarme de la cruda que cargaba por la noche de fiesta de ayer. Todos estos días me la pasé de antro y saliendo con chicos. Quería olvidarme de Tadeo aunque muy en el fondo lo quería, tenia la ilusión de ser la señora Peralta. Ahora me sentía como la burla de la sociedad, y además saliendo con otros chicos pude notar que estoy marcada, ya nadie va a querer salir con Ximena Carbajal la rechazada en el altar por uno de los miembros de la multimillonaria familia Peralta. Será muy difícil borrar de mi vida ese trágico momento. Suspiro y hundo mi rostro entre mis manos mientras apoyo los codos en mis piernas. Daniela me acaricia el cabello, no me gusta que sienta lastima por mí. La miro fulminándola con la mirada, ella sonríe tiernamente.—Se que estás sufriendo por dentro, aunque no lo quieras demo
[Ximena Carbajal]Me levanté temprano, me vestí uno de mis mejores atuendos para la oficina. Un enterizo negro ajustado con mangas cortas y cuello en V, era bonito, elegante y formal. Suspire mientras maquillaba mi rostro, hoy sería un día muy pesado para mí, no por que tuviera que estar al pendiente del hijo del tío Eugenio si no por que era mi primer día de regreso a la empresa después del fiasco de mi boda cancelada.Detuve mi brocha para ver mi reflejo en el espejo. Si lo que me esperaba era parte de una especie de Karma, lo aceptaba, estoy consciente que no siempre he sido una buena persona, cuando se trata de trabajo no soy muy gentil ni amable con los empleados de la oficina. Estoy segura que seré la comidilla de ellos por los siguientes días. Suspiro. Tendré que ser fuerte.Daniela y yo salimos rumbo a la casa de tío Eugenio en mi auto. Eran casi las ocho am.—¿Cómo será el hijo del tío Eugenio? —pregunto de pronto Daniela, fruncí el ceño.—¿Por qué la pregunta? —respondo en s
Llegamos a una plaza comercial donde venden los trajes de oficina que lleva mi padre a la compañía. Armani Boutique era una tienda que se especializaba en trajes elegantes para caballeros, estaba en el segundo piso de la plaza comercial. Vi a León mientras caminaba a lado mío. Me daba ternura ver como miraba hacía todos lados como niño en juguetería, supongo que nunca antes había estado en tiendas como estas.Lo guíe hasta donde se encontraban las escaleras eléctricas, pero una voz a mi espalda llamó toda mi atención —¡Ximena! —mi espalda se tenso al instante, me detuve casi petrificada, ambos volteamos al mismo tiempo, apreté los dientes cuando lo vi frente a mí, era Tadeo, me dirigía una sonrisa lobuna y juguetona, para este entonces ya se habría enterado que lo demande por romper nuestro contrato prenupcial, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.—¿Qué quieres? —cuestione con voz fría y seca, aunque me dolía volver a verlo, era más el coraje y odio que sentía hacía él.—Pensé que l
Mientras León termina de ponerse el traje y sale del vestidor. Sonrío con satisfacción al ver lo bien que se ve. Me acercó a él. —Ya sólo faltan unos gemelos, una bonita corbata y un buen perfume para que estés perfecto —le digo a él y al empleado que nos está atendiendo. —Si gustan venir por aquí, en el mostrador tenemos todo lo demás —dice el empleado —¿quiere que empaque el traje o se lo llevará puesto? —pregunta el hombre al ver que no tenemos intención de que León se cambie de ropa. —Me lo llevo puesto —dice él. Al empleado no le queda más que aceptar puesto que el cliente siempre tiene la razón, más en estas tiendas que lo que se supone que venden más que un producto es una experiencia. Caminamos después de él. —Me siento raro —dice León moviendo su cuello a los lados, se ve que esta incómodo, pero tendrá que acostumbrarse quiera o no por que es el uniforme diario de una persona que trabaja en oficina. —Ya te acostumbraras, te ves increíble con eso. —Gracias Ximena, por to
[León Hernández]Lo que más deseaba es que este día terminará pronto. Miraba a través del cristal de la ventana en silencio. Después del beso ninguno de los dos se volvió a dirigir la palabra. El silencio reino entre nosotros y por lo visto ni ella ni yo planeábamos romperlo. Ahora que lo pensaba con mayor claridad, tal vez fue un error haberla besado de esa manera. Me sentía tan furioso, humillado y exasperado que actúe por intuición, pensé que Ximena era una buena persona, pero ya no sé. Espero que haya aprendido su lección, no dejaré que nadie pase por encima de mí, ni ella ni nadie, no se si era verdad que no trataba de humillarme frente a todos en la presentación, pero tampoco puedo creerle por completo. Me muerdo el labio. A pesar de todo ese beso me removió algo por dentro, Ximena es una mujer muy atractiva, tiene buen cuerpo, no es la típica riquilla flacucha como se ve en las telenovelas, más bien tiene carne de donde agarrarse, pecho no tan grande pero si voluptuoso, cintura
Justo cuando estaba en camino hacía el auditorio para ver la presentación de León, mi abogado me llamó, Tadeo quería verme para negociar lo de la demanda antes de irnos a la corte. Ahora estaba conduciendo hacía las oficinas generales de Banmex donde nos veríamos con nuestros respectivos abogados.Sabía perfectamente el camino hacía su oficina, había venido en contables ocasiones en el pasado. Una de mis aspiraciones era que cuando fuera la señora Peralta, trabajaría aquí con Tadeo, sería una de las economistas más famosas de todo el país por que tendría en mis manos al Grupo Financiero Banmex, pero eso ya quedo en el olvido. Miro a mi alrededor, los oficinistas me miran con sorpresa, como si hubieran visto un fantasma, tal vez creyeron que a estas alturas aún estaba desmoronada en mi cama llorando por el rechazo de su jefe, pero no, Ximena Carbajal es una mujer fuerte. Entro a la oficina de Tadeo sin si quiera anunciarme, por la cara que me puso su secretaria él ya me está esperando.