[León Hernández]
A la mañana siguiente me desperté temprano, era el día, hoy me iría a Monteverde. Me levanté de la cama, mi hermano seguro ya se estaba preparando para irse a la escuela. Me bañé y cambié lo más rápido que pude. Me puse mi mejor ropa, hoy iría a buscar a Lucía a la universidad, no podía esperar hasta la tarde para hablar con ella. Había quedado con el señor Joaquín que hoy nos iríamos.
Agradecí llegar antes que Samu al taller. Metí por última vez la llave al candado de la protección metálica, la deslice hacía arriba como siempre y abrí la puerta de acceso. El taller por las mañanas siempre lucía solitario, abandonado, casi nunca dejábamos un trabajo inconcluso por eso mucha gente nos prefería. Por nuestro compromiso. Me posicione frente a la puerta viendo el interior de mi tallercito. Lo iba a extrañar tanto. Ahora sentía como un nudo en la garganta se formaba, aquí había construido mis primeros sueños, fue mi primer y único trabajo. La mecánica era mi pasión, al igual que la de mi padrastro, aunque yo me dediqué más a los autos y las motos que a los trailers.
—¡Ese mi campeón! —escucho la voz de mi amigo a mi espalda, me da una palmada en la espalda de repente y yo respigo.
—¡Cabrón, me asustaste! —lo regaño, pero al mismo tiempo en mi rostro se forma una sonrisa al verlo —necesito hablar contigo.
—Suéltala, carnal —Samu, se recarga sobre e cofre de un auto que dejaron ayer para que le checáramos una falla en la transmisión, doy unos pasos para acercarme a él, respiro —pa’ que soy bueno, mi Lion ya no la hagas de emoción porfa.
No sé cómo decirle que lo dejaré solo en el negocio.
—Tú sabes que necesito dinero para la operación de mi abuela, si no lo consigo pronto perderá la vista —hablo con pesadez, Samu asiente, lo miro fijamente —¿te acuerdas del tipo trajeado que vino el otro día al taller? Es amigo de mi padre…
—¿De don Fede? —Samu me interrumpe, niego con la cabeza.
—Del verdadero… y me ha ofrecido un trabajo, dice que tiene una empresa o fábrica algo así en Monteverde—omito lo de la herencia y todo lo demás, aún no puedo contarle hasta que no este seguro que es lo que va a pasar con mi vida de ahora en adelante, pero lo que sí es seguro es que regresaré lo más pronto que pueda.
Samu frunce el ceño mientras yo aprieto los dientes con fuera.
—Espera… eso quiere decir que… ¿dejaras el taller? —pregunta él mientras su voz se entrecorta.
Asiento en silencio. Nos quedamos unos segundos sin que ninguno de los dos emita algún sonido.
—Lo siento —es lo que sale de mi boca —sé que teníamos muchos planes, pero también debo ver primero por mi familia, no es fácil dejar para mi nuestro negocio, el que los dos pusimos hace años con tanta ilusión, espero que me comprendas Samuel, eres mi mejor amigo, trataré de regresar en cuánto tenga el dinero para la operación de mi abuela.
Sami me mira en silencio. Me siento como el amigo que traiciona una promesa. Alza la cabeza y se para frente a mí, sorpresivamente me abraza, tardo en reaccionar, pero después rodeo su cuerpo con mis brazos fundiéndonos en uno de los mejores abrazos que nos hemos dado.
—Sabes que antes de ser socios somos hermanos, ve y haz lo que tengas que hacer, aquí estaré esperándote —dice él, no puedo más que sonreír de agradecimiento sintiendo como mi corazón se ensancha de ilusión.
—Gracias hermano… tal vez tengas que conseguir un ayudante o…
—No te preocupes, ya veré como le hago —hace una pausa —lo que me da más curiosidad, es saber que va a pasar con Lucía y tú, ¿la vas a terminar? Ella te quiere un montón…
Lucía es su hermana menor.
—Hablaré con ella, no me iré para siempre, Monteverde está a unas horas de aquí, mientras podemos estar en contacto por teléfono, no se… no quiero que lo de nosotros termine tan pronto, sabes que estuve enamorado de ella por mucho tiempo, más tarde iré a buscarla a la universidad.
Samu asiente. Luego mira fijamente sobre mi hombro.
—Creo que ya no tienes que ir a la universidad —dice apuntando con la vista a mi espalda, cierro los ojos antes de voltear, los abro, me giro y la veo frente a mí.
—Hola —me apresuro a decir —¿Qué haces aquí?
—Hoy no tuve clases, mamá envío el almuerzo a Samuel, es tan distraído que lo dejó sobre la mesa —dice ella con esa voz dulce que la caracteriza, miro la bolsa que trae en sus manos —de paso también tenía ganas de verte —sus pupilas se dilatan al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojan. Acerco mi rostro al de ella, paso saliva. Con una de mis manos acaricio su mejilla mientras ella se queda inmóvil mirándome fijamente a los ojos, siento un millón de corrientes eléctricas que recorren todo mi cuerpo desembocando en mi hombría. Lucía es tan hermosa, no la quiero perder. Choco mi nariz con la de ella, puedo sentir su cálido aliento en mi boca.
—¿Todo bien? —pregunta clavando sus ojos en los míos, asiento, luego poso mis labios en los de ella, primero suave, luego con más fuerza, intensificando nuestro beso. Lucía es una joven inocente, esa fue una de las razones por las que siempre me llamó la atención, tan correcta tan adorable. Hasta ahora sólo nos habíamos dado unos cuántos besos, siempre la he respetado, pero ahora mi corazón late con fuerza, pidiendo más de ella. Con uno de mis brazos rodeo su cintura y la atraigo a mi cuerpo, noto que ella se tensa. Pero luego se relaja concentrándose en nuestro beso cuando comienzo a mover mis labios acariciando los suyos, casi dejándola sin aliento.
—Ora… ora… dejen algo para los pobres… —escucho la voz de Sami a mi espalda, Lucía se aparta de mí enseguida y maldigo por dentro, lo asesino con la mirada, luego la miro de nuevo, tiene sus manos en la boca, parece estar avergonzada.
—¡Ten, se te olvido! Y pobre de ti si le dices a mamá —río cuando dice esto último, me da tanta ternura que su amenaza no suene como tal. Le entrega a su hermano la bolsa que carga en sus manos, luego voltea a verme —me voy, de seguro tendrán mucho trabajo.
Lucía se da media vuelta, antes de que salga corriendo disparada del taller, la tomo de la mano.
—Espera, ¿podemos hablar? —le pregunto mientras veo a mi amigo, él entiende perfecto la señal y sabe sobre lo que debo hablar con su hermana.
—Yo iré a dar una vuelta por ahí, en realidad no tenemos tanto trabajo —dice Samu antes de salir del taller.
Lucía toma mi mano y la acaricia con suavidad.
—¿Pasa algo León? —pregunta con algo de temor, tal vez piensa que la voy a terminar, en el fondo siento como si eso estuviera pasando, pero no quiero dejarla quiero que me espere. Deseo con todo mi corazón que ella pueda comprender mi situación.
—Lucy —observo su mirada de niña mujer, esa que tanto amo —me han ofrecido un trabajo fuera de San Juan —decido tampoco decirle lo que en realidad pasa por que no se si es muy pronto para hacerlo, veo como su labio inferior comienza a temblar —tendré que irme unas semanas, tal vez unos meses…
—¿Te vas? —pregunta al mismo tiempo que sus ojos se humedecen, esto me parte el corazón, lo que menos deseo es hacerle daño —¿no quiero que te vayas? ¿Qué pasará con nosotros? —pregunta entrecortando la voz por el sentimiento, esta tratando de reprimir su llanto y me siento como el peor de los hombres.
—Será un tiempo solamente, podemos continuar nuestra relación, sabes que te quiero, que, aunque tenemos poco de novios estoy enamorado de ti desde hace tiempo, ¿lo sabes verdad? —le pregunto desesperado.
Ella aprieta los dientes, ahora por su mirada creo que esta enfadada.
—¿Por qué te tienes que ir? Aquí tienes el taller, ¿dejarás solos a tu familia? —pregunta en forma de reproche.
Niego con la cabeza, esta es la primera pelea que tenemos, no pensé que fuera tan difícil.
—Por eso es que me voy, necesito el dinero para la operación de mi abuela, la doctora ha dicho que queda poco tiempo antes de que pierda la vista por completo —trato de explicarle, pero creo que ella no me está entendiendo. Tal vez este no fue el mejor momento para hablar con ella.
—Si el problema es el dinero, podemos pedir ayuda a los vecinos de la colonia, todos conocen a tu abuelita ella es muy querida por aquí, también puedo trabajar más para ayudarte, ¿pero por que te tienes que ir lejos? —para este entonces ella ya no contiene las lagrimas que caen como cantaros de agua de sus ojos.
—Tengo que… si pudiera evitarte este dolor —me acerco con la intención de besarla, pero ella se aparta de manera violenta de mí —Lucía, sólo te pido que confíes en mí, por favor.
—Bien me lo dijo mi mamá, que tú terminarías lastimándome —me quedo mudo al escuchar sus palabras, mi espalda se tensa —debí haber tenido un novio de mi edad, alguien que estudié como yo, mi mamá me dijo que tu eres un aventurero, que siempre serás un mecánico.
Cada una de sus palabras se va clavando más y más en mi pecho. De pronto siento como mi sangre comienza a hervir.
—¿Eso te dijo tu madre? —pregunto con voz ronca, estoy a punto de explotar del coraje, jamás he permitido que alguien quiera pasar encima de mí, en especial cuando me recalcan que apenas y terminé la primaria.
—Tal vez es verdad, no merezco a una mujer como tú, un simple mecánico aspirando a tener algo serio con una chica que algún día será abogada, imagínate, que dirá la gente —digo sonriendo amargamente con ironía, me hago el fuerte, este es el fin, mejor terminar ahora que después, aunque me duela —vete…
Ella abre los ojos de par en par.
—Yo… no quise decir eso, lo siento, es que no quiero que te vayas… —dice llorando.
—Vete Lucía—repito, suelto un suspiro, también me duele, aunque parezca que no. Quiere decir algo, pero no lo hace. Veo como sale corriendo del taller.
[León Hernández]Después de que Lucía se fue, ya no había nada más que hacer. Saqué las llaves del taller de mi bolsa y las dejé sobre el escritorio de nuestra oficina improvisada. Me di media vuelta y observé por última vez el lugar en el que un día puse todas mis esperanzas y sueños. Por ahora, le daba una pausa, no sabía que me aguardaba en Monteverde, sólo esperaba que la vida allá fuera mucho más fácil que la que tenía aquí en San Juan.Llegué a casa, sentía tanta impotencia que las cosas con Lucía tuvieran que terminar de esta manera, pero por una parte las palabras que dijo se me habían clavado muy adentro de mi mente y borrarlas sería muy difícil. Sentía el coraje recorriendo la sangre de mis venas, apreté los dientes para no dejar salir el llanto, no me gusta sentirme débil. Mucho menos llorar por una mujer. Había estado enamorado de Lucía desde hace años, casi desde que éramos niños, aunque yo era mayor que ella casi cuatro años, esperé a que tuviera la edad suficiente para
[Ximena Carbajal]Cuatro horas de viaje en avión y otras dos horas en auto hasta llegar a casa de nuevo. Sentía un agudo dolor de cabeza, hacía que me punzarán las sienes. No tuve tiempo de recuperarme de la cruda que cargaba por la noche de fiesta de ayer. Todos estos días me la pasé de antro y saliendo con chicos. Quería olvidarme de Tadeo aunque muy en el fondo lo quería, tenia la ilusión de ser la señora Peralta. Ahora me sentía como la burla de la sociedad, y además saliendo con otros chicos pude notar que estoy marcada, ya nadie va a querer salir con Ximena Carbajal la rechazada en el altar por uno de los miembros de la multimillonaria familia Peralta. Será muy difícil borrar de mi vida ese trágico momento. Suspiro y hundo mi rostro entre mis manos mientras apoyo los codos en mis piernas. Daniela me acaricia el cabello, no me gusta que sienta lastima por mí. La miro fulminándola con la mirada, ella sonríe tiernamente.—Se que estás sufriendo por dentro, aunque no lo quieras demo
[Ximena Carbajal]Me levanté temprano, me vestí uno de mis mejores atuendos para la oficina. Un enterizo negro ajustado con mangas cortas y cuello en V, era bonito, elegante y formal. Suspire mientras maquillaba mi rostro, hoy sería un día muy pesado para mí, no por que tuviera que estar al pendiente del hijo del tío Eugenio si no por que era mi primer día de regreso a la empresa después del fiasco de mi boda cancelada.Detuve mi brocha para ver mi reflejo en el espejo. Si lo que me esperaba era parte de una especie de Karma, lo aceptaba, estoy consciente que no siempre he sido una buena persona, cuando se trata de trabajo no soy muy gentil ni amable con los empleados de la oficina. Estoy segura que seré la comidilla de ellos por los siguientes días. Suspiro. Tendré que ser fuerte.Daniela y yo salimos rumbo a la casa de tío Eugenio en mi auto. Eran casi las ocho am.—¿Cómo será el hijo del tío Eugenio? —pregunto de pronto Daniela, fruncí el ceño.—¿Por qué la pregunta? —respondo en s
Llegamos a una plaza comercial donde venden los trajes de oficina que lleva mi padre a la compañía. Armani Boutique era una tienda que se especializaba en trajes elegantes para caballeros, estaba en el segundo piso de la plaza comercial. Vi a León mientras caminaba a lado mío. Me daba ternura ver como miraba hacía todos lados como niño en juguetería, supongo que nunca antes había estado en tiendas como estas.Lo guíe hasta donde se encontraban las escaleras eléctricas, pero una voz a mi espalda llamó toda mi atención —¡Ximena! —mi espalda se tenso al instante, me detuve casi petrificada, ambos volteamos al mismo tiempo, apreté los dientes cuando lo vi frente a mí, era Tadeo, me dirigía una sonrisa lobuna y juguetona, para este entonces ya se habría enterado que lo demande por romper nuestro contrato prenupcial, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.—¿Qué quieres? —cuestione con voz fría y seca, aunque me dolía volver a verlo, era más el coraje y odio que sentía hacía él.—Pensé que l
Mientras León termina de ponerse el traje y sale del vestidor. Sonrío con satisfacción al ver lo bien que se ve. Me acercó a él. —Ya sólo faltan unos gemelos, una bonita corbata y un buen perfume para que estés perfecto —le digo a él y al empleado que nos está atendiendo. —Si gustan venir por aquí, en el mostrador tenemos todo lo demás —dice el empleado —¿quiere que empaque el traje o se lo llevará puesto? —pregunta el hombre al ver que no tenemos intención de que León se cambie de ropa. —Me lo llevo puesto —dice él. Al empleado no le queda más que aceptar puesto que el cliente siempre tiene la razón, más en estas tiendas que lo que se supone que venden más que un producto es una experiencia. Caminamos después de él. —Me siento raro —dice León moviendo su cuello a los lados, se ve que esta incómodo, pero tendrá que acostumbrarse quiera o no por que es el uniforme diario de una persona que trabaja en oficina. —Ya te acostumbraras, te ves increíble con eso. —Gracias Ximena, por to
[León Hernández]Lo que más deseaba es que este día terminará pronto. Miraba a través del cristal de la ventana en silencio. Después del beso ninguno de los dos se volvió a dirigir la palabra. El silencio reino entre nosotros y por lo visto ni ella ni yo planeábamos romperlo. Ahora que lo pensaba con mayor claridad, tal vez fue un error haberla besado de esa manera. Me sentía tan furioso, humillado y exasperado que actúe por intuición, pensé que Ximena era una buena persona, pero ya no sé. Espero que haya aprendido su lección, no dejaré que nadie pase por encima de mí, ni ella ni nadie, no se si era verdad que no trataba de humillarme frente a todos en la presentación, pero tampoco puedo creerle por completo. Me muerdo el labio. A pesar de todo ese beso me removió algo por dentro, Ximena es una mujer muy atractiva, tiene buen cuerpo, no es la típica riquilla flacucha como se ve en las telenovelas, más bien tiene carne de donde agarrarse, pecho no tan grande pero si voluptuoso, cintura
Justo cuando estaba en camino hacía el auditorio para ver la presentación de León, mi abogado me llamó, Tadeo quería verme para negociar lo de la demanda antes de irnos a la corte. Ahora estaba conduciendo hacía las oficinas generales de Banmex donde nos veríamos con nuestros respectivos abogados.Sabía perfectamente el camino hacía su oficina, había venido en contables ocasiones en el pasado. Una de mis aspiraciones era que cuando fuera la señora Peralta, trabajaría aquí con Tadeo, sería una de las economistas más famosas de todo el país por que tendría en mis manos al Grupo Financiero Banmex, pero eso ya quedo en el olvido. Miro a mi alrededor, los oficinistas me miran con sorpresa, como si hubieran visto un fantasma, tal vez creyeron que a estas alturas aún estaba desmoronada en mi cama llorando por el rechazo de su jefe, pero no, Ximena Carbajal es una mujer fuerte. Entro a la oficina de Tadeo sin si quiera anunciarme, por la cara que me puso su secretaria él ya me está esperando.
[León Hernández]Pase la tarde viendo como Ximena hacía y hacía llamadas, ella era una mujer muy activa. Salía y entraba de la oficina, con un montón de papeles en mano. Dando ordenes sobre tipos de telas, costos, proveedores, clientes y otras cosas que no entendía nada. Se supone que yo tengo que saber todo lo que ella hace por que un día tendré que ocuparme de esa parte del trabajo, ahora ella hacía lo de su trabajo como asesor financiero de la empresa y también el de Ceo. Aunque parecía que estaba muy ocupada, tenía la sensación de que trataba de evitarme, la notaba ansiosa, distraída. Algo le estaba pasando.—¿Estás bien? —le pregunto de pronto al momento de que se sienta en su silla después de desaparecer un par de horas.—Si estoy bien —se apura a responder, carraspea y vuelve la vista a su computador.¿Así estaremos todos los días? No quiero ni imaginarlo. Me pongo de pie y rodeo los escritorios hasta donde esta ella, giro su silla para que quede frente a mí, ella me mira sorpr