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4. Despedidas dolorosas II

[León Hernández]

A la mañana siguiente me desperté temprano, era el día, hoy me iría a Monteverde. Me levanté de la cama, mi hermano seguro ya se estaba preparando para irse a la escuela. Me bañé y cambié lo más rápido que pude. Me puse mi mejor ropa, hoy iría a buscar a Lucía a la universidad, no podía esperar hasta la tarde para hablar con ella. Había quedado con el señor Joaquín que hoy nos iríamos.

Agradecí llegar antes que Samu al taller. Metí por última vez la llave al candado de la protección metálica, la deslice hacía arriba como siempre y abrí la puerta de acceso. El taller por las mañanas siempre lucía solitario, abandonado, casi nunca dejábamos un trabajo inconcluso por eso mucha gente nos prefería. Por nuestro compromiso. Me posicione frente a la puerta viendo el interior de mi tallercito. Lo iba a extrañar tanto. Ahora sentía como un nudo en la garganta se formaba, aquí había construido mis primeros sueños, fue mi primer y único trabajo. La mecánica era mi pasión, al igual que la de mi padrastro, aunque yo me dediqué más a los autos y las motos que a los trailers.

—¡Ese mi campeón! —escucho la voz de mi amigo a mi espalda, me da una palmada en la espalda de repente y yo respigo.

—¡Cabrón, me asustaste! —lo regaño, pero al mismo tiempo en mi rostro se forma una sonrisa al verlo —necesito hablar contigo.

—Suéltala, carnal —Samu, se recarga sobre e cofre de un auto que dejaron ayer para que le checáramos una falla en la transmisión, doy unos pasos para acercarme a él, respiro —pa’ que soy bueno, mi Lion ya no la hagas de emoción porfa.

No sé cómo decirle que lo dejaré solo en el negocio.

—Tú sabes que necesito dinero para la operación de mi abuela, si no lo consigo pronto perderá la vista —hablo con pesadez, Samu asiente, lo miro fijamente —¿te acuerdas del tipo trajeado que vino el otro día al taller? Es amigo de mi padre…

—¿De don Fede? —Samu me interrumpe, niego con la cabeza.

—Del verdadero… y me ha ofrecido un trabajo, dice que tiene una empresa o fábrica algo así en Monteverde—omito lo de la herencia y todo lo demás, aún no puedo contarle hasta que no este seguro que es lo que va a pasar con mi vida de ahora en adelante, pero lo que sí es seguro es que regresaré lo más pronto que pueda.

Samu frunce el ceño mientras yo aprieto los dientes con fuera.

—Espera… eso quiere decir que… ¿dejaras el taller? —pregunta él mientras su voz se entrecorta.

Asiento en silencio. Nos quedamos unos segundos sin que ninguno de los dos emita algún sonido.

—Lo siento —es lo que sale de mi boca —sé que teníamos muchos planes, pero también debo ver primero por mi familia, no es fácil dejar para mi nuestro negocio, el que los dos pusimos hace años con tanta ilusión, espero que me comprendas Samuel, eres mi mejor amigo, trataré de regresar en cuánto tenga el dinero para la operación de mi abuela.

Sami me mira en silencio. Me siento como el amigo que traiciona una promesa. Alza la cabeza y se para frente a mí, sorpresivamente me abraza, tardo en reaccionar, pero después rodeo su cuerpo con mis brazos fundiéndonos en uno de los mejores abrazos que nos hemos dado.

—Sabes que antes de ser socios somos hermanos, ve y haz lo que tengas que hacer, aquí estaré esperándote —dice él, no puedo más que sonreír de agradecimiento sintiendo como mi corazón se ensancha de ilusión.

—Gracias hermano… tal vez tengas que conseguir un ayudante o…

—No te preocupes, ya veré como le hago —hace una pausa —lo que me da más curiosidad, es saber que va a pasar con Lucía y tú, ¿la vas a terminar? Ella te quiere un montón…

Lucía es su hermana menor.

—Hablaré con ella, no me iré para siempre, Monteverde está a unas horas de aquí, mientras podemos estar en contacto por teléfono, no se… no quiero que lo de nosotros termine tan pronto, sabes que estuve enamorado de ella por mucho tiempo, más tarde iré a buscarla a la universidad.

Samu asiente. Luego mira fijamente sobre mi hombro.

—Creo que ya no tienes que ir a la universidad —dice apuntando con la vista a mi espalda, cierro los ojos antes de voltear, los abro, me giro y la veo frente a mí.

—Hola —me apresuro a decir —¿Qué haces aquí?

—Hoy no tuve clases, mamá envío el almuerzo a Samuel, es tan distraído que lo dejó sobre la mesa —dice ella con esa voz dulce que la caracteriza, miro la bolsa que trae en sus manos —de paso también tenía ganas de verte —sus pupilas se dilatan al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojan. Acerco mi rostro al de ella, paso saliva. Con una de mis manos acaricio su mejilla mientras ella se queda inmóvil mirándome fijamente a los ojos, siento un millón de corrientes eléctricas que recorren todo mi cuerpo desembocando en mi hombría. Lucía es tan hermosa, no la quiero perder. Choco mi nariz con la de ella, puedo sentir su cálido aliento en mi boca.

—¿Todo bien? —pregunta clavando sus ojos en los míos, asiento, luego poso mis labios en los de ella, primero suave, luego con más fuerza, intensificando nuestro beso. Lucía es una joven inocente, esa fue una de las razones por las que siempre me llamó la atención, tan correcta tan adorable. Hasta ahora sólo nos habíamos dado unos cuántos besos, siempre la he respetado, pero ahora mi corazón late con fuerza, pidiendo más de ella. Con uno de mis brazos rodeo su cintura y la atraigo a mi cuerpo, noto que ella se tensa. Pero luego se relaja concentrándose en nuestro beso cuando comienzo a mover mis labios acariciando los suyos, casi dejándola sin aliento.

—Ora… ora… dejen algo para los pobres… —escucho la voz de Sami a mi espalda, Lucía se aparta de mí enseguida y maldigo por dentro, lo asesino con la mirada, luego la miro de nuevo, tiene sus manos en la boca, parece estar avergonzada.

—¡Ten, se te olvido! Y pobre de ti si le dices a mamá —río cuando dice esto último, me da tanta ternura que su amenaza no suene como tal. Le entrega a su hermano la bolsa que carga en sus manos, luego voltea a verme —me voy, de seguro tendrán mucho trabajo.

Lucía se da media vuelta, antes de que salga corriendo disparada del taller, la tomo de la mano.

—Espera, ¿podemos hablar? —le pregunto mientras veo a mi amigo, él entiende perfecto la señal y sabe sobre lo que debo hablar con su hermana.

—Yo iré a dar una vuelta por ahí, en realidad no tenemos tanto trabajo —dice Samu antes de salir del taller.

Lucía toma mi mano y la acaricia con suavidad.

—¿Pasa algo León? —pregunta con algo de temor, tal vez piensa que la voy a terminar, en el fondo siento como si eso estuviera pasando, pero no quiero dejarla quiero que me espere. Deseo con todo mi corazón que ella pueda comprender mi situación.

—Lucy —observo su mirada de niña mujer, esa que tanto amo —me han ofrecido un trabajo fuera de San Juan —decido tampoco decirle lo que en realidad pasa por que no se si es muy pronto para hacerlo, veo como su labio inferior comienza a temblar —tendré que irme unas semanas, tal vez unos meses…

—¿Te vas? —pregunta al mismo tiempo que sus ojos se humedecen, esto me parte el corazón, lo que menos deseo es hacerle daño —¿no quiero que te vayas? ¿Qué pasará con nosotros? —pregunta entrecortando la voz por el sentimiento, esta tratando de reprimir su llanto y me siento como el peor de los hombres.

—Será un tiempo solamente, podemos continuar nuestra relación, sabes que te quiero, que, aunque tenemos poco de novios estoy enamorado de ti desde hace tiempo, ¿lo sabes verdad? —le pregunto desesperado.

Ella aprieta los dientes, ahora por su mirada creo que esta enfadada.

—¿Por qué te tienes que ir? Aquí tienes el taller, ¿dejarás solos a tu familia? —pregunta en forma de reproche.

Niego con la cabeza, esta es la primera pelea que tenemos, no pensé que fuera tan difícil.

—Por eso es que me voy, necesito el dinero para la operación de mi abuela, la doctora ha dicho que queda poco tiempo antes de que pierda la vista por completo —trato de explicarle, pero creo que ella no me está entendiendo. Tal vez este no fue el mejor momento para hablar con ella.

—Si el problema es el dinero, podemos pedir ayuda a los vecinos de la colonia, todos conocen a tu abuelita ella es muy querida por aquí, también puedo trabajar más para ayudarte, ¿pero por que te tienes que ir lejos? —para este entonces ella ya no contiene las lagrimas que caen como cantaros de agua de sus ojos.

—Tengo que… si pudiera evitarte este dolor —me acerco con la intención de besarla, pero ella se aparta de manera violenta de mí —Lucía, sólo te pido que confíes en mí, por favor.

—Bien me lo dijo mi mamá, que tú terminarías lastimándome —me quedo mudo al escuchar sus palabras, mi espalda se tensa —debí haber tenido un novio de mi edad, alguien que estudié como yo, mi mamá me dijo que tu eres un aventurero, que siempre serás un mecánico.

Cada una de sus palabras se va clavando más y más en mi pecho. De pronto siento como mi sangre comienza a hervir.

—¿Eso te dijo tu madre? —pregunto con voz ronca, estoy a punto de explotar del coraje, jamás he permitido que alguien quiera pasar encima de mí, en especial cuando me recalcan que apenas y terminé la primaria.

—Tal vez es verdad, no merezco a una mujer como tú, un simple mecánico aspirando a tener algo serio con una chica que algún día será abogada, imagínate, que dirá la gente —digo sonriendo amargamente con ironía, me hago el fuerte, este es el fin, mejor terminar ahora que después, aunque me duela —vete…

Ella abre los ojos de par en par.

—Yo… no quise decir eso, lo siento, es que no quiero que te vayas… —dice llorando.

—Vete Lucía—repito, suelto un suspiro, también me duele, aunque parezca que no. Quiere decir algo, pero no lo hace. Veo como sale corriendo del taller.

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