[Ximena Carbajal]
Dos semanas después…
Un ruido ensordecedor hace que abra los ojos. Volteo a ver mi teléfono es más de mediodía. Alguien toca a mi puerta con tremendos golpes. No se quien sea ni me interesa. Mi cuerpo no quiere levantarse, mi cabeza quiere estallar de la cruda que traigo del día anterior. Decidí venir a la luna de miel, después de que Tadeo me humillo dejándome sola en el altar. Más bien decidí huir de todos por que es humillante para mí el pensar que estuve en primera plana de todos los periódicos y revistas anunciando como el gran empresario Tadeo Peralta me dejó en el altar.
Los golpes en la puerta no cesan.
Como puedo trato de levantarme de la cama, hay botellas de vino alrededor de la cama, todo esta en desorden, ropa en el piso, botellas de agua, empaques de comida, etc. No se en que momento toda mi personalidad se esfumó.
¡Otra vez los golpes en la puerta! se escuchan más desesperados.
—¡Ya vooooy! —grito con enfado.
Abro la puerta y mi hermana Daniela esta frente a mí.
Pongo los ojos en blanco. Me giro rápidamente y regreso a la cama.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto haciendo un puchero.
Veo como ella camina entre las botellas y la ropa que hay en el piso.
—¡Por Dios Ximena! ¿Qué ha pasado aquí? Esta habitación está hecha un asco, hermana esto no puede continuar así, tienes que regresar a casa —dice con voz severa mientras se lleva las manos a la cintura con reclamo. Niego hundiendo mi rostro en la almohada.
—¿Para qué? ¿Para que todos se rían en mi cara por lo que el estúpido de Tadeo me ha hecho?
Daniela se sienta a lado de mi cabeza acariciando mi cabello como si fuera mi madre.
—Ni menciones a ese tipo sin vergüenza, lo que el quería es que tu no asistieras a la misa para que quedarás en mal por arrepentirte, ahora todo mundo habla de los dos, no sólo de ti, Ximena, escúchame —la miro en silencio —tienes que regresar a casa ahora, he venido por ti, te necesitamos, en la oficina todo es caos, yo no puedo con todo, papá no esta tu no estás, yo no puedo… —frunzo el ceño viendo como ella empieza a chillar como si fuera una niña pequeña.
—¿Cómo que papá no esta en la empresa?
Mi hermana niega.
—Ya se ha leído el testamento del tío Eugenio, le dejó toooodo, absolutamente todo a un desconocido, al parecer tenía un hijo oculto, ni papá sabía sobre él.
Me siento de golpe. Mi hermana sonríe. Estoy confundida, Eugenio era el socio de mi padre en la empresa que los dos fundaron, él falleció apenas hace dos meses de un infarto fulminante, fue una sorpresa para todos, siempre vivió solo no tenía familia, por eso es que lo llamábamos tío. Siempre tuve la esperanza de que nos dejaría su fortuna a Daniela y a mí.
Río.
—Entonces el tío Eugenio tenía secretos.
Mi hermana se encoge de hombros.
—No lo sé, lo único que se es que papá me envío hasta aquí por ti para que regreses cuanto antes a la oficina, él fue en busca del supuesto hijo del tío Eugenio lo va a traer para que se haga la voluntad del testamento, ese muchacho será el nuevo socio de la empresa dueño del cincuenta por ciento de las acciones.
Muevo la cabeza con incredulidad.
—No puede ser, papá no puede permitir que venga un extraño que no sabemos quien sea a la empresa a posicionarse como el dueño absoluto como si lo fuera.
—Pues si lo es… —miro con reclamo a mi hermana quien sonríe —¿entonces vas a regresar?
—No podemos dejar a papá sólo en esto, no sabemos quien es el hijo de Eugenio ni con que intenciones venga, claro que voy a regresar.
Mi hermana vitorea poniéndose de pie y saltando emocionada en su lugar.
Mientras me meto a bañar y me cambio lo más rápido que puedo, Daniela me ayuda a meter toda la ropa que traje a la maleta. Después de dos horas abordamos un avión con destino a Monteverde, ciudad industrial, dentro del top de las mejores ciudades para vivir de todo el norte de México. Donde yo vivía.
[León Hernández]
—Entonces, ¿está usted diciéndome que un tal Eugenio Mendoza me ha dejado una herencia? —suelto de manera irónica. El hombre sentado frente a mí, asiente. No me lo creo.
Este señor Joaquín Carbajal ha llegado a mi taller hace poco más de media hora buscándome. Lo he pasado a la mini oficina que hemos adaptado en un rinconcito del taller donde tengo un escritorio una silla para que el cliente se siente y yo me siento del otro lado de la mesa en uno de esos botes de pintura Berel. Es lo que hay, mi morada es humilde.
—No le creo —suelto frotando mi barbilla con los dedos de mi mano —no conozco ni conocí a ningún Eugenio Mendoza, no sé quién es.
—Deberíamos ir a hablar con tu madre, tal vez ella nos pueda dar las respuestas que necesitamos, en el testamento no se especifica si eres su hijo o no, sólo viene tu nombre y dirección, Eugenio sabía quien eres, dices que no tienes padre ¿no es así?
Asiento asimilando lo que me esta diciendo.
Nunca conocí a mi padre, mi madre nos ha dicho que el falleció al poco tiempo que mi hermano Paco naciera. No entiendo nada, mi madre jamás mentiría. Llevo una mano a mi cabello y lo sacudo con fuerza.
—Es que no lo entiendo, tiene que haber una equivocación, no creo que sea yo la persona que busca, por favor retírese.
El hombre frente a mí se pone de pie.
—Revisare de nuevo la información, no creo que me equivoque, pero te dejaré por ahora, necesitas asimilar esta noticia que no te ha caído nada bien por lo que veo.
Sonrío con sarcasmo.
—¿Cómo quiere que reaccione si me esta diciendo que hay un hombre que me ha dejado una herencia como si fuera mi padre o algo mío? Yo no sé quién era Eugenio Mendoza.
Despido al hombre hasta la puerta del taller.
—¿Qué pasó mi Lion? ¿Quién era ese señor pipirisnais? —escuchó la voz de mi mejor amigo Samuel que también me ayuda en el taller.
Me encojo de brazos.
—Creo que se equivoco de persona, buscaba alguien con el mismo apellido, regresemos a trabajar que aún tenemos mucha chamba por hacer —le digo, no le contaré a nadie sobre esto hasta que todo se aclare.
Al terminar con el trabajo del día, como todas las tardes camino cuatro cuadras hasta llegar a la vecindad donde vivo. Nuestra casa queda en el segundo piso, subo las escaleras casi corriendo y al abrir la puerta mi espalda se tensa por completo al ver de nuevo a aquel hombre que fue a visitarme al taller.
—¿Usted? —lo miro de arriba abajo.
Mi madre y él se ponen de pie.
—Hijo… —se acerca mamá a darme un beso en la mejilla. Mi madre parece apenada.
—¿Qué pasa aquí? ¿A que ha venido este hombre? —le pregunto a mi madre de manera cortante.
—Ven hijo —ella toma de mi mano, me conduce a sentarme a un lado de ella —es hora de que hablemos.
—¿Lo que me ha dicho este hombre sobre Eugenio Mendoza es verdad?
Clavo mi mirada en sus ojos suplicando una respuesta verdadera. Ella baja la mirada y asiente lentamente, siento como una flecha parte en dos mi corazón.
—León, Eugenio Mendoza es tu padre —confiesa en voz baja, mi pecho se contrae del asombro. No puede ser. ¿Por qué yo no lo sabía? —te contaré toda la verdad solo escucha, cuando era joven trabajé en una casa como empleada doméstica, yo me enamoré perdidamente del hijo de los dueños, pero era un amor imposible, tu eres el fruto de ese amor, él siempre supo sobre ti, siempre estuvo al tanto de lo que nos pasaba sólo que yo le pedí que se alejará de nosotros cuando conocí al papá de paquito, después de eso no lo volví a ver jamás.
—Paquito es mi medio hermano —musito. Mi madre asiente.
Miro a aquel hombre que observa la escena.
—Eugenio fue mi mejor amigo desde la infancia, él nunca se casó, nunca supe que tuviera un hijo, el secreto se lo llevo hasta la tumba, hasta ahora que te ha dejado a ti todo lo que poseía, se que él estará feliz de que recibas tu herencia —trago saliva. Veo al hombre —Eugenio y yo fundamos una fabrica textil de ropa de actualidad, su última voluntad es que tu trabajes y tomes tu lugar como socio y dueño de la mitad de estas acciones.
Frunzo el ceño.
—Pero yo soy un mecánico no se nada de moda y esas cosas.
El señor Joaquín suelta una risa.
—No es necesario que sepas, ven conmigo, conoce la fábrica, encontraremos el potencial para lo que eres bueno, en caso de que no sea lo que tú esperas siempre existe la posibilidad de vender tus acciones, yo podría comprarlas ya que es patrimonio de mi familia también, el dinero te vendría muy bien podrían vivir de ello toda la vida sin necesidad de trabajar, tu mamá ya no trabajaría.
Volteo a ver a mamá, ella trabaja casi todo el día planchando y lavando ropa ajena para darle el estudio que yo no tuve a mi hermanito. También pienso en mi abuela que ya es muy mayor. Mi mayor sueño es poder comprarles una casita donde vivir, sin preocupaciones de dinero. Cierro los ojos. Siempre viví humildemente a falta de un padre que me cuidará, mi hermano podría tener un futuro diferente.
—Esa fábrica que menciona, ¿ésta en San Juan? —le pregunto al recordar que cuando se presento en mi taller dijo que venía de lejos a buscarme.
El señor Joaquín niega.
—Está en Monteverde —abro los ojos, Monteverde es la capital del estado donde vivo y esta a dos horas de distancia en auto desde aquí —por eso es que te pido que vengas conmigo, puedes traer a tu familia también.
Volteo a ver a mamá.
—Ve hijo, nosotros estaremos bien, no te preocupes.
—Pero mamá… yo no me iré sin ustedes, ¿Qué pasará con el taller? ¿con Lucía? Yo tengo mi vida aquí en San Juan, ¿Cómo se mantendrán mientras ustedes?
—Por eso no hay problema —el señor Joaquín saca una chequera, escribe algo y se lo extiende a mi madre —¿cree que esto le alcance durante unos días mientras su hijo se adapta a la ciudad y viene por ustedes?
Veo como los ojos de mi madre se iluminan por completo. Tomo el cheque en mis manos. Treinta mil pesos. Nunca he visto todo ese dinero junto.
Es como si me hubiera sacado la lotería, pensé que esto solo pasaba en las películas, pero ya veo que no, es real. Donde quiera que estés, Eugenio Mendoza gracias por haberme dejado tu herencia.
3. Despedidas dolorosas I[León Hernández]Le pedí al señor Joaquín que me diera solo dos días para poder arreglar lo de mi taller, tendría que dejar a cargo a Samu mientras yo no esté, no se como lo vaya a tomar ya que desde hace cinco años estamos juntos en este negocio, aunque se muy bien que él puede sólo con todo el paquete. También quiero pedirle que de vez en cuando se eche una vuelta para ver a mi abuelita y a mamá, no quiero que se queden desprotegidas, tendré que arreglar todos los asuntos cuanto antes para poder venir por ellas.Había otra cosa que me mantenía ansioso. Respire profundo dejando caer mi espalda sobre el colchón de la cama donde dormía. Me llevé las manos al rostro tratando de ahogar todos los pensamientos que venían a mi mente. Había uno en especial que me tenía por demás inquieto. Lucía. No sabía como le iba a decir que de pronto me iba a ir a vivir a otra ciudad. Ella y yo teníamos apenas dos meses de ser novios, aunque era poco lo que llevábamos en una rel
[León Hernández]A la mañana siguiente me desperté temprano, era el día, hoy me iría a Monteverde. Me levanté de la cama, mi hermano seguro ya se estaba preparando para irse a la escuela. Me bañé y cambié lo más rápido que pude. Me puse mi mejor ropa, hoy iría a buscar a Lucía a la universidad, no podía esperar hasta la tarde para hablar con ella. Había quedado con el señor Joaquín que hoy nos iríamos.Agradecí llegar antes que Samu al taller. Metí por última vez la llave al candado de la protección metálica, la deslice hacía arriba como siempre y abrí la puerta de acceso. El taller por las mañanas siempre lucía solitario, abandonado, casi nunca dejábamos un trabajo inconcluso por eso mucha gente nos prefería. Por nuestro compromiso. Me posicione frente a la puerta viendo el interior de mi tallercito. Lo iba a extrañar tanto. Ahora sentía como un nudo en la garganta se formaba, aquí había construido mis primeros sueños, fue mi primer y único trabajo. La mecánica era mi pasión, al igua
[León Hernández]Después de que Lucía se fue, ya no había nada más que hacer. Saqué las llaves del taller de mi bolsa y las dejé sobre el escritorio de nuestra oficina improvisada. Me di media vuelta y observé por última vez el lugar en el que un día puse todas mis esperanzas y sueños. Por ahora, le daba una pausa, no sabía que me aguardaba en Monteverde, sólo esperaba que la vida allá fuera mucho más fácil que la que tenía aquí en San Juan.Llegué a casa, sentía tanta impotencia que las cosas con Lucía tuvieran que terminar de esta manera, pero por una parte las palabras que dijo se me habían clavado muy adentro de mi mente y borrarlas sería muy difícil. Sentía el coraje recorriendo la sangre de mis venas, apreté los dientes para no dejar salir el llanto, no me gusta sentirme débil. Mucho menos llorar por una mujer. Había estado enamorado de Lucía desde hace años, casi desde que éramos niños, aunque yo era mayor que ella casi cuatro años, esperé a que tuviera la edad suficiente para
[Ximena Carbajal]Cuatro horas de viaje en avión y otras dos horas en auto hasta llegar a casa de nuevo. Sentía un agudo dolor de cabeza, hacía que me punzarán las sienes. No tuve tiempo de recuperarme de la cruda que cargaba por la noche de fiesta de ayer. Todos estos días me la pasé de antro y saliendo con chicos. Quería olvidarme de Tadeo aunque muy en el fondo lo quería, tenia la ilusión de ser la señora Peralta. Ahora me sentía como la burla de la sociedad, y además saliendo con otros chicos pude notar que estoy marcada, ya nadie va a querer salir con Ximena Carbajal la rechazada en el altar por uno de los miembros de la multimillonaria familia Peralta. Será muy difícil borrar de mi vida ese trágico momento. Suspiro y hundo mi rostro entre mis manos mientras apoyo los codos en mis piernas. Daniela me acaricia el cabello, no me gusta que sienta lastima por mí. La miro fulminándola con la mirada, ella sonríe tiernamente.—Se que estás sufriendo por dentro, aunque no lo quieras demo
[Ximena Carbajal]Me levanté temprano, me vestí uno de mis mejores atuendos para la oficina. Un enterizo negro ajustado con mangas cortas y cuello en V, era bonito, elegante y formal. Suspire mientras maquillaba mi rostro, hoy sería un día muy pesado para mí, no por que tuviera que estar al pendiente del hijo del tío Eugenio si no por que era mi primer día de regreso a la empresa después del fiasco de mi boda cancelada.Detuve mi brocha para ver mi reflejo en el espejo. Si lo que me esperaba era parte de una especie de Karma, lo aceptaba, estoy consciente que no siempre he sido una buena persona, cuando se trata de trabajo no soy muy gentil ni amable con los empleados de la oficina. Estoy segura que seré la comidilla de ellos por los siguientes días. Suspiro. Tendré que ser fuerte.Daniela y yo salimos rumbo a la casa de tío Eugenio en mi auto. Eran casi las ocho am.—¿Cómo será el hijo del tío Eugenio? —pregunto de pronto Daniela, fruncí el ceño.—¿Por qué la pregunta? —respondo en s
Llegamos a una plaza comercial donde venden los trajes de oficina que lleva mi padre a la compañía. Armani Boutique era una tienda que se especializaba en trajes elegantes para caballeros, estaba en el segundo piso de la plaza comercial. Vi a León mientras caminaba a lado mío. Me daba ternura ver como miraba hacía todos lados como niño en juguetería, supongo que nunca antes había estado en tiendas como estas.Lo guíe hasta donde se encontraban las escaleras eléctricas, pero una voz a mi espalda llamó toda mi atención —¡Ximena! —mi espalda se tenso al instante, me detuve casi petrificada, ambos volteamos al mismo tiempo, apreté los dientes cuando lo vi frente a mí, era Tadeo, me dirigía una sonrisa lobuna y juguetona, para este entonces ya se habría enterado que lo demande por romper nuestro contrato prenupcial, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.—¿Qué quieres? —cuestione con voz fría y seca, aunque me dolía volver a verlo, era más el coraje y odio que sentía hacía él.—Pensé que l
Mientras León termina de ponerse el traje y sale del vestidor. Sonrío con satisfacción al ver lo bien que se ve. Me acercó a él. —Ya sólo faltan unos gemelos, una bonita corbata y un buen perfume para que estés perfecto —le digo a él y al empleado que nos está atendiendo. —Si gustan venir por aquí, en el mostrador tenemos todo lo demás —dice el empleado —¿quiere que empaque el traje o se lo llevará puesto? —pregunta el hombre al ver que no tenemos intención de que León se cambie de ropa. —Me lo llevo puesto —dice él. Al empleado no le queda más que aceptar puesto que el cliente siempre tiene la razón, más en estas tiendas que lo que se supone que venden más que un producto es una experiencia. Caminamos después de él. —Me siento raro —dice León moviendo su cuello a los lados, se ve que esta incómodo, pero tendrá que acostumbrarse quiera o no por que es el uniforme diario de una persona que trabaja en oficina. —Ya te acostumbraras, te ves increíble con eso. —Gracias Ximena, por to
[León Hernández]Lo que más deseaba es que este día terminará pronto. Miraba a través del cristal de la ventana en silencio. Después del beso ninguno de los dos se volvió a dirigir la palabra. El silencio reino entre nosotros y por lo visto ni ella ni yo planeábamos romperlo. Ahora que lo pensaba con mayor claridad, tal vez fue un error haberla besado de esa manera. Me sentía tan furioso, humillado y exasperado que actúe por intuición, pensé que Ximena era una buena persona, pero ya no sé. Espero que haya aprendido su lección, no dejaré que nadie pase por encima de mí, ni ella ni nadie, no se si era verdad que no trataba de humillarme frente a todos en la presentación, pero tampoco puedo creerle por completo. Me muerdo el labio. A pesar de todo ese beso me removió algo por dentro, Ximena es una mujer muy atractiva, tiene buen cuerpo, no es la típica riquilla flacucha como se ve en las telenovelas, más bien tiene carne de donde agarrarse, pecho no tan grande pero si voluptuoso, cintura