Un mes después La celebración llegó, ya habían logrado terminar lo del club y el lote de Té, un gran motivo para celebrarlo, en la misma inauguración de los clubes. La seducción de Lucía había quedado atrás, su regreso a la universidad era necesaria para seguir desapercibida, eso daba ventaja de que tuviera encuentros con Alfredo como siempre lo hacían, en algún rincón de la biblioteca o cualquier otro lugar de la universidad, dejando sus corazones acelerados. Éster y David estaban full, cada movimiento de ellos debía ser cuidadoso, sus vidas y carreras podrían estar en peligro, no era nada fácil acabar con Heriberto, sin llevarse a Carusso por delante, una negociación muy cuidadosa, que no podría ser por mucho tiempo, pero que se podía intentar. —¿Crees que mi padre salga ileso? —preguntó David a su esposa. —No lo creo, estoy segura de que perderá mucho, amor —respondió con sinceridad. —Yo solo quiero que no vaya a la cárcel, prefiero que siga como antes, mi madre sufriría
El fin de semana pasó y un nuevo inicio de semana empezaba, Lucía seguía con sus clases en la universidad y la administración de los clubes; el primer lote estaba por salir y Heriberto estaba feliz, eso tenía a todos ocupados, en busca de documentos y pruebas que sirvieran para la captura. Éster seguía con sus cambios, David observaba a su esposa comiendo helado, eso era nuevo en ella, pero no era para él sospechar algo de un antojo que hasta él, tenía de tanto estrés. —Que ganas de ser esa cuchara —Le habló David desde la puerta, Ester volteo y lamió la cuchara con deseo, provocando a su esposo. —¡Uf!, no imaginas la corriente eléctrica que mandaste a todo mi cuerpo con ese acto —Habló casi gruñendo. —Ven, quiero mostrarte algo, antes que tu mente vuele más —terminó Ester con las ideas eróticas que tenía. —Eres muy mala —Se acercó besando sus labios, casi lamiéndolos. —¡Caruso!, no hagas que olvide lo que tengo que decirte —se quejó ella, deseosa después de ese beso. —Ja
Dos días después. La espera de obtener noticias de la primera exportación del té, que iba acompañado de droga, estaba a la expectativa de todos. Éster estaba segura de lo que lograría, aunque sería muy emocionante recibir noticias que fue todo un éxito, alegraría a Heriberto como nunca y lo dejaría un poco descuidado celebrando su victoria, pensando en algo más para obtener, su avaricia y codicia lo tenían cegado. —Señor, tenemos noticias —habló la mano derecha de Heriberto. —Habla de una vez. —La entrega de la droga fue todo un éxito —Heriberto se levantó emocionado. —Esto merece un brindis —Sirvió dos vasos de whisky y le entregó uno a su mano derecha. —¿Aún no lo saben? —preguntó refiriéndose a Ester. —No lo creo señor, pero deben estar por ser informados —Heriberto sonrió feliz, dos negocios que le generaban mucho dinero y el solo gasto una parte de la inversión. Éster gritaba feliz, lo que Heriberto no sabía, era que Ester ya tenía el FBI a su favor, pendiente de
Heriberto ya estaba en sobre aviso, solo esperaba la hora que lo llamarán para decirle que tenían ese preciado objeto en sus manos, que usaría a su antojo, ganando un sin fin de cosas aunque fuera por las malas. Su despacho estaba blanco de todo el humo que salía de su tabaco, junto a sus risas que hacía ver el lugar como un cuarto de terror. A él no le importaba la vida de nadie y mucho menos si se interponía en sus planes de seguir obteniendo dinero aunque no lo necesitara. La persecución seguía y Ester empezaba a sentir mucho miedo, tocaba su vientre, en un impulso de protección aunque aún no estaba segura de su estado, se colocó el cinturón de seguridad y cerró los ojos. Recuerdos de toda su vida, cuando era niña y disfrutaba del amor de sus padres, sus sueños, lo mucho que trabajó para alcanzar sus metas, de cada proceso, cada error, cada victoria, el amor, el dolor, la venganza, el amor nuevamente. Sus lágrimas salían, mientras Ingrid trataba de ayudar al chófer a perderl
Dolor, desesperación e incredulidad, todas esas emociones juntas estaban viviendo, aún más David. no supera lo que estaba pasando, deseaba ver a su esposa frente a él, celebrando cada victoria y escuchando cómo disfrutaba cuando él hacía el amor. Alfredo, con todo el dolor de haber perdido a su madre, debía ayudar a su jefe, aguantando sus ganas de matar a quien él sabía era el culpable. Habían pasado horas donde él intentaba persuadirlo de que ya regresaran a la mansión. —Vamos, señor —Pidió Alfredo a David. —No, déjame aquí —habló David con un hilo de voz inaudible. —Debemos ir a casa e investigar más, no podemos dejar esto así —David guardó silencio, su dolor empezaba a transformarse en rabia, en deseo de venganza aún peor. —Comunícate con tu padre —pidió David caminando a la camioneta de ellos. —Lo he intentado, señor, no me responde las llamadas ni los mensajes —Respondió Alfredo, David no dijo nada, solo hubo un silencio, sus cabezas pensaban en que el único culpabl
Habían pasado veinticuatro horas desde el accidente y Heriberto seguía celebrando, no imaginaba que su jugada le iba a salir mejor de lo que pensó, no obtuvo el tan preciado computador, pero sí sacar a la más fuerte del juego. En todo ese tiempo, David y Alfredo se hacían una gran pregunta, ¿Dónde estaba Pedro?, ¿Por qué aún no aparecía a llorar la muerte de su esposa? David con eso en mente baja a la sala, donde estaba Alfredo con su teléfono en mano, llamaba a su padre y este lo enviaba a buzón y no entendía. —¿Sigues llamando a tu padre? —preguntó David llegando a su lado. —Sí, ¿crees que se fue a Inglaterra? —indagó Alfredo. —No lo sé, pero me parece extraño que no sepa, ya todos saben, he recibido llamadas y mensajes de muchas personas, pero no de tres personas que sé que le dolería la muerte de mi esposa, Pedro y mis padres —Confesó David sentado, dándole vuelta al teléfono. —Usted cree que... —Un mensaje en el teléfono de Alfredo interrumpió sus palabras, frunció el
Sin muchas ganas de salir de esa habitación y separarse de ella salió David, necesitaba respuesta, Pedro al verlo salir lo invitó a sentarse, dispuesto a explicar el milagro de haber estado cerca y salvarlas. —Sé que quieres saber cómo pasó todo y te lo diré —le dijo Pedro, David asintió. —Antes del accidente, estaba cerca de donde fue, buscaba unos vídeos que prueban que Heriberto mató a una familia para quedarse con su propiedad, estaba de camino a la mansión cuando recibí tu mensaje, Ingrid me había comentado que la señora sospechaba de un embarazo y quería confirmarlo, esa fue la razón por la que no llevaron seguridad —explicó pedro. —Es mi culpa, estaba tan emocionada, que no tome precauciones antes de salir, debimos salir con dos camionetas —interrumpió Ingrid, sintiéndose culpable. —No te culpes, Ingrid, sabíamos que esto podía suceder —la consoló David. —Estaba por responderte, cuando vi la persecución en la otra vía, de inmediato me giré y los seguí, hasta que vi có
Con sumo cuidado y precaución, salieron de la clínica, no esperaba recibir noticia de su llegada a Inglaterra, por la seguridad de todos. David pasó todo el camino llorando, tenía tantas emociones juntas, estaba feliz de que estuviera viva, de saber que su hijo crecía en el vientre de esa mujer que conoció en una situación difícil de su vida; imaginando que pasaría años en un lugar que no merecía. Sonreía al recordar cómo se conocieron, su mirada lo dejó cautivado, su poder en cada palabra que decía, ¿una manipuladora?, para él no lo era, no cuando le había enseñado a ser más fuerte y no huir de los problemas. Una mujer que sabía cómo aprovechar cada mala situación a su favor, que los errores de los demás, los aprovechaba de la mejor manera y sin dejar atrás, lo más importante, con ella conoció el amor, un amor que tal vez ella ya había conocido de otra manera, no sentía celos y tampoco envidia de eso, confiaba en que su amor era totalmente diferente, algo especial que nació en med