Con sumo cuidado y precaución, salieron de la clínica, no esperaba recibir noticia de su llegada a Inglaterra, por la seguridad de todos. David pasó todo el camino llorando, tenía tantas emociones juntas, estaba feliz de que estuviera viva, de saber que su hijo crecía en el vientre de esa mujer que conoció en una situación difícil de su vida; imaginando que pasaría años en un lugar que no merecía. Sonreía al recordar cómo se conocieron, su mirada lo dejó cautivado, su poder en cada palabra que decía, ¿una manipuladora?, para él no lo era, no cuando le había enseñado a ser más fuerte y no huir de los problemas. Una mujer que sabía cómo aprovechar cada mala situación a su favor, que los errores de los demás, los aprovechaba de la mejor manera y sin dejar atrás, lo más importante, con ella conoció el amor, un amor que tal vez ella ya había conocido de otra manera, no sentía celos y tampoco envidia de eso, confiaba en que su amor era totalmente diferente, algo especial que nació en med
Horas después, donde David, por fin, se había quedado dormido, su cerebro no dio más para pensar, un futuro se había pintado, donde todos podían disfrutar de la vida, sin peligro. Lucía dormía entre los brazos de su amado, disfrutando ese momento como si fuera el último de su vida, ya de Heriberto no sabían qué esperar, si su objetivo era eliminarlos a todos y quedarse con todo. En esas horas en las que ellos pensaban y trataban de resolver todo en un pensamiento. En Inglaterra recibían a Ester, junto a Ingrid y Pedro. —¡Ingrid! —exclamó Sara, feliz de ver a su fiel amiga y seguridad. —Mi señora, qué hermosa está —le susurró, estando abrazadas, llorando. —¿Dónde está? —preguntaba por Ester. —Está en camino, la trae una ambulancia —le respondió Pedro, dándole un corto abrazo. —Mi hijo, ¿cómo está? —interrogó Vicente. —Fue un golpe duro, la señora está embarazada y su estado es crítico, no quise que le dijeran la verdad a David, no sabemos si va a despertar y por el bebé
Un mes después La tristeza y el dolor; dos sentimientos que juntos pueden jugar en tu contra, y aún más el dolor, un sentimiento que estaba haciendo estragos en David, llevándolo a sentirse triste, enojado, impotente, amargado, ansioso o incluso adormecido. Por más que Alfredo trataba de hacerle entender que debía salir y buscar la manera de acabar con todo, él solo dormía, lloraba, se llenaba de ira, no saber nada de su esposa e hijo hace más de dos semanas. Solo imaginar que había muerto y no le querían decir, lo llenaba de rabia e impotencia, de no poder salir e ir a investigar lo que pasaba; lo que él no sabía, es que sus sentimientos estaban dañando a alguien más. No seguir con el plan y apresurar las cosas, dañaba a quién jugaba en ambos bandos. —¿Acaso te cuidaste? —Reclamó Heriberto a Lucía al ver que la prueba de embarazo salió negativo. —No... —Lucía no pudo hablar más, una cachetada de Heriberto la interrumpió. —¡Eres una inútil! —le gritó Lucia quedó en su ha
—Princesa, te amo —Susurró Alfredo a Lucía. En medio de la madrugada decidió ir a la habitación donde estaba Lucía, después de debatir con sus pensamientos, dejar a un lado la culpa, de una mentira de la cual estaba obligado a recordar todo lo que ha dicho y ha hecho, qué sabía y estaba claro de que Lucía perdería la confianza que ha depositado en él. Ya estaba a punto de perder, sabiendo que el valor de la comunicación dentro de una mentira es limitado porque disminuye la capacidad de interacción. —Alfre... —Alfredo beso sus labios, no quería que dijera nada, solo deseaba sentir su calor y que ella sintiera lo mucho que la amaba, sus besos y caricias hablaban más que el mil de palabras que tenían por decirse. —Tengo miedo —confesó Lucía entre llanto, después de ser amada. —También tengo miedo, no te quiero perder, Lucía —Susurró Alfredo, besando su frente, su miedo no solo eran por Heriberto, también por sus mentiras y condición. El silencio reinó entre ellos, al igual que
Una semana después Inglaterra Días difíciles para todos, Ester seguía en coma y eso era algo fuerte de comunicarle a David, pero si no lo hacían, temían que saliera de Italia y alertara a Heriberto. Su mente debía estar solo en cómo sacar todo a la luz y empezar a acorralar a Heriberto, lo primero que debían hacer era poner a Lucía a salvo, pero era más difícil de lo que pensaron. Estaban tan preocupados por el bienestar de Lucía y la salud de Ester, que empezaron a descuidar la seguridad de la mansión, permitiéndole a Heriberto infiltrar a alguien que tenía como misión acabar con la vida de David. —Dame buenas noticias —Habló Heriberto viendo entrar a su mano derecha. —Está todo listo señor, esta misma noche muere Caruso —Aseguró el hombre. —Prepara todo, mañana cuando anuncien su muerte, reclamaremos la Mafia Carusso —declaró muy seguro de su victoria, bebiendo un trago de su whisky. Lucia pudo escuchar y estaba muy asustada, se escabulló a su habitación, había tratad
Horas después, Pedro llamó a la clínica, con la idea de que dieran aviso a Alfredo, sin pensar que su respuesta llegaría de inmediato, con malas noticias. Heriberto se estaba moviendo rápido buscando sacar el camino a quienes seguían siendo una piedra de tropiezo. Los clubes y la procesadora de té no eran solo lo que Heriberto quería también apoderarse de la mafia era su objetivo. —¿Cómo está mi esposa, Pedro?— preguntó David, después qué padre e hijo hablarán contando todo lo sucedido. —Despertó hace unas horas señor, pregunta por usted, mandé fotos o se levantará de esa cama —anunció Pedro, mientras David lloraba de emoción por esa gran noticia. —Quiero hablar con ella —susurró, pedro asintió y camino a la habitación, donde le pasó la tablet a Ester. —¿Qué te pasó?, ¿Por qué estás tan feo? — interrogó ella haciendo reír a David. En ella no había salido una palabra de amor O tal vez de Consuelo. sus miradas quedaron conectadas, sus corazones bombardearon sangre rápido, s
Veinticuatro horas después, un nuevo amanecer y seguían los planes que se debían llevar a cabo de inmediato, terminando por fin con quien más daño ha hecho en muchas personas inocentes, solo por su ambición, codicia y envidia. La incertidumbre de no saber donde y como estaba la persona que amas, que deseas ver en cada amanecer, disfrutar de cada sonrisa en un rico desayuno; sin miedo. No serían para nada fáciles los días en que llevarían a Heriberto a su final, pero no imposible; con unos documentos listos, David se encaminó a la mansión de Heriberto, que sin duda estaba de un humor de perro bravo. Seguía en la búsqueda de Lucía, sin obtener información de su paradero, eso lo tenía en un estado de rabia extrema, gritaba y reclamaba sin parar, pagando con quienes no tenían culpa de nada. Con el desastre en la entrada de su mansión, causado por David y Alfredo, era fácil para David entrar sin ser anunciado, actuando lo más molesto que pudiera verse. —Gómez, ¿me puedes explicar
Nuevamente encerrado en una celda, al lado del hombre que más daño les ha hecho, David buscaba la calma, pero era imposible con los gritos de Heriberto en la celda de al lado, dando golpes a las rejas para llamar la atención de los guardias, pero era imposible. —¡Cállate, Gómez!, que estamos aquí por tu culpa —reprochó David, acotado con sus manos en la cabeza y sus ojos cerrados. —¿Mi culpa? Ja, esto es culpa de esa m*****a inútil, fue capaz de traicionarme —Gritó dando un fuerte golpe a la pared, deseando tener a Lucía frente a él. Sus palabras resonaron en la cabeza de David, no fue intencional de que pensara que la culpable era Lucía, pero sí beneficioso, así los abogados de Heriberto estarían buscando y tratando de solucionar un problema que estarían ligados a varios y de eso se encargaba Ester. Inglaterra —Señora, ya están arrestados todos, incluyendo Su esposo —Anunció Pedro. —¿Mi hijo estará bien? —Preguntó Sara, con sus ojos ya aguados —Ya Carlos está en camino a sacarl