Heriberto ya estaba en sobre aviso, solo esperaba la hora que lo llamarán para decirle que tenían ese preciado objeto en sus manos, que usaría a su antojo, ganando un sin fin de cosas aunque fuera por las malas. Su despacho estaba blanco de todo el humo que salía de su tabaco, junto a sus risas que hacía ver el lugar como un cuarto de terror. A él no le importaba la vida de nadie y mucho menos si se interponía en sus planes de seguir obteniendo dinero aunque no lo necesitara. La persecución seguía y Ester empezaba a sentir mucho miedo, tocaba su vientre, en un impulso de protección aunque aún no estaba segura de su estado, se colocó el cinturón de seguridad y cerró los ojos. Recuerdos de toda su vida, cuando era niña y disfrutaba del amor de sus padres, sus sueños, lo mucho que trabajó para alcanzar sus metas, de cada proceso, cada error, cada victoria, el amor, el dolor, la venganza, el amor nuevamente. Sus lágrimas salían, mientras Ingrid trataba de ayudar al chófer a perderl
Dolor, desesperación e incredulidad, todas esas emociones juntas estaban viviendo, aún más David. no supera lo que estaba pasando, deseaba ver a su esposa frente a él, celebrando cada victoria y escuchando cómo disfrutaba cuando él hacía el amor. Alfredo, con todo el dolor de haber perdido a su madre, debía ayudar a su jefe, aguantando sus ganas de matar a quien él sabía era el culpable. Habían pasado horas donde él intentaba persuadirlo de que ya regresaran a la mansión. —Vamos, señor —Pidió Alfredo a David. —No, déjame aquí —habló David con un hilo de voz inaudible. —Debemos ir a casa e investigar más, no podemos dejar esto así —David guardó silencio, su dolor empezaba a transformarse en rabia, en deseo de venganza aún peor. —Comunícate con tu padre —pidió David caminando a la camioneta de ellos. —Lo he intentado, señor, no me responde las llamadas ni los mensajes —Respondió Alfredo, David no dijo nada, solo hubo un silencio, sus cabezas pensaban en que el único culpabl
Habían pasado veinticuatro horas desde el accidente y Heriberto seguía celebrando, no imaginaba que su jugada le iba a salir mejor de lo que pensó, no obtuvo el tan preciado computador, pero sí sacar a la más fuerte del juego. En todo ese tiempo, David y Alfredo se hacían una gran pregunta, ¿Dónde estaba Pedro?, ¿Por qué aún no aparecía a llorar la muerte de su esposa? David con eso en mente baja a la sala, donde estaba Alfredo con su teléfono en mano, llamaba a su padre y este lo enviaba a buzón y no entendía. —¿Sigues llamando a tu padre? —preguntó David llegando a su lado. —Sí, ¿crees que se fue a Inglaterra? —indagó Alfredo. —No lo sé, pero me parece extraño que no sepa, ya todos saben, he recibido llamadas y mensajes de muchas personas, pero no de tres personas que sé que le dolería la muerte de mi esposa, Pedro y mis padres —Confesó David sentado, dándole vuelta al teléfono. —Usted cree que... —Un mensaje en el teléfono de Alfredo interrumpió sus palabras, frunció el
Sin muchas ganas de salir de esa habitación y separarse de ella salió David, necesitaba respuesta, Pedro al verlo salir lo invitó a sentarse, dispuesto a explicar el milagro de haber estado cerca y salvarlas. —Sé que quieres saber cómo pasó todo y te lo diré —le dijo Pedro, David asintió. —Antes del accidente, estaba cerca de donde fue, buscaba unos vídeos que prueban que Heriberto mató a una familia para quedarse con su propiedad, estaba de camino a la mansión cuando recibí tu mensaje, Ingrid me había comentado que la señora sospechaba de un embarazo y quería confirmarlo, esa fue la razón por la que no llevaron seguridad —explicó pedro. —Es mi culpa, estaba tan emocionada, que no tome precauciones antes de salir, debimos salir con dos camionetas —interrumpió Ingrid, sintiéndose culpable. —No te culpes, Ingrid, sabíamos que esto podía suceder —la consoló David. —Estaba por responderte, cuando vi la persecución en la otra vía, de inmediato me giré y los seguí, hasta que vi có
Con sumo cuidado y precaución, salieron de la clínica, no esperaba recibir noticia de su llegada a Inglaterra, por la seguridad de todos. David pasó todo el camino llorando, tenía tantas emociones juntas, estaba feliz de que estuviera viva, de saber que su hijo crecía en el vientre de esa mujer que conoció en una situación difícil de su vida; imaginando que pasaría años en un lugar que no merecía. Sonreía al recordar cómo se conocieron, su mirada lo dejó cautivado, su poder en cada palabra que decía, ¿una manipuladora?, para él no lo era, no cuando le había enseñado a ser más fuerte y no huir de los problemas. Una mujer que sabía cómo aprovechar cada mala situación a su favor, que los errores de los demás, los aprovechaba de la mejor manera y sin dejar atrás, lo más importante, con ella conoció el amor, un amor que tal vez ella ya había conocido de otra manera, no sentía celos y tampoco envidia de eso, confiaba en que su amor era totalmente diferente, algo especial que nació en med
Horas después, donde David, por fin, se había quedado dormido, su cerebro no dio más para pensar, un futuro se había pintado, donde todos podían disfrutar de la vida, sin peligro. Lucía dormía entre los brazos de su amado, disfrutando ese momento como si fuera el último de su vida, ya de Heriberto no sabían qué esperar, si su objetivo era eliminarlos a todos y quedarse con todo. En esas horas en las que ellos pensaban y trataban de resolver todo en un pensamiento. En Inglaterra recibían a Ester, junto a Ingrid y Pedro. —¡Ingrid! —exclamó Sara, feliz de ver a su fiel amiga y seguridad. —Mi señora, qué hermosa está —le susurró, estando abrazadas, llorando. —¿Dónde está? —preguntaba por Ester. —Está en camino, la trae una ambulancia —le respondió Pedro, dándole un corto abrazo. —Mi hijo, ¿cómo está? —interrogó Vicente. —Fue un golpe duro, la señora está embarazada y su estado es crítico, no quise que le dijeran la verdad a David, no sabemos si va a despertar y por el bebé
Un mes después La tristeza y el dolor; dos sentimientos que juntos pueden jugar en tu contra, y aún más el dolor, un sentimiento que estaba haciendo estragos en David, llevándolo a sentirse triste, enojado, impotente, amargado, ansioso o incluso adormecido. Por más que Alfredo trataba de hacerle entender que debía salir y buscar la manera de acabar con todo, él solo dormía, lloraba, se llenaba de ira, no saber nada de su esposa e hijo hace más de dos semanas. Solo imaginar que había muerto y no le querían decir, lo llenaba de rabia e impotencia, de no poder salir e ir a investigar lo que pasaba; lo que él no sabía, es que sus sentimientos estaban dañando a alguien más. No seguir con el plan y apresurar las cosas, dañaba a quién jugaba en ambos bandos. —¿Acaso te cuidaste? —Reclamó Heriberto a Lucía al ver que la prueba de embarazo salió negativo. —No... —Lucía no pudo hablar más, una cachetada de Heriberto la interrumpió. —¡Eres una inútil! —le gritó Lucia quedó en su ha
—Princesa, te amo —Susurró Alfredo a Lucía. En medio de la madrugada decidió ir a la habitación donde estaba Lucía, después de debatir con sus pensamientos, dejar a un lado la culpa, de una mentira de la cual estaba obligado a recordar todo lo que ha dicho y ha hecho, qué sabía y estaba claro de que Lucía perdería la confianza que ha depositado en él. Ya estaba a punto de perder, sabiendo que el valor de la comunicación dentro de una mentira es limitado porque disminuye la capacidad de interacción. —Alfre... —Alfredo beso sus labios, no quería que dijera nada, solo deseaba sentir su calor y que ella sintiera lo mucho que la amaba, sus besos y caricias hablaban más que el mil de palabras que tenían por decirse. —Tengo miedo —confesó Lucía entre llanto, después de ser amada. —También tengo miedo, no te quiero perder, Lucía —Susurró Alfredo, besando su frente, su miedo no solo eran por Heriberto, también por sus mentiras y condición. El silencio reinó entre ellos, al igual que