Inicio / Romance / Doblemente Enamorado / Capítulo 6. Dilema sexual.
Capítulo 6. Dilema sexual.

“… «Y yo ¿qué hago?», me dije como un tonto allí metido en el carro. No podía volver solo a la subasta tan rápido, así que me dirigí a un centro comercial a hacer algo de tiempo antes de volver al acto social.

Casi una hora después, allí estaba yo, saliendo de una joyería luego de comprar una tobillera para la mujer que me acababa de dejar plantado para irse a encontrar con su prometido… «¿Pero, ¿qué estoy haciendo con mi vida?, ¿qué me está pasando?», me reproché.

Mientras yo conducía resignado de vuelta al orfanato mi cochina imaginación inició el estreno de mi nueva película para adultos, donde mi cuevita es la protagonista, pero mi troncón no… «¡Qué Rayos!, cómo ella puede preferir a un actor de reparto cuando puede dejarse explorar por el protagonista, o sea yo», muevo, bruscamente, mi cabeza para sacar a este film de cartelera y así evitar un accidente automovilístico.

Al llegar al orfanato, claro, Paula y esa socia preguntan por Danna, tuve que mentir diciendo que se fue a una despedida de soltera de una de sus amigas. Cuando yo sabía que ella estaba en la cama con su prometido y yo rodeado de estos ruidosos niños ¡Dios, qué castigo! 

Necesitaba presionarla un poco más, ya que habían pasado casi tres semanas y el único avance habían sido dos besos, nada más. Debía moverme más rápido, pero ella era difícil de leer. Mirando en mi experiencia como mujeriego lo máximo que le tardaba a mi troncón en complacer a cualquier chica no pasaba de dos citas, y diablos con esta mujer estaba rompiendo record cada vez que nos veíamos. Ya hasta manuela estaba protestando de tanto uso y lo peor era que mis películas en lugar de triple x, mayores de veintiún años, estaban pasando a la categoría para mayores de dieciocho años.

Decidí incorporarla a todas mis actividades, de tal manera, de que pasemos junto el mayor tiempo posible para lograr una dependencia entre ambos. Me reuní con el jefe de Recursos Humanos para asignarle a Danna el cargo de mi asistente personal, facilitando y justificando todas las salidas.

Para la cuarta semana ya teníamos una rutina; ella siempre en sandalias, uso de tobilleras, nada de vino tinto, siempre me soltaba, instantáneamente, cuando intentaba entrelazar nuestros dedos; como respuesta me tomaba del meñique y lo peor de todo es que siempre me dejaba plantado dos veces a la semana para correr feliz a los brazos de su amado. Esto último me mataba de rabia y frustración sexual, aunque no se lo hacía saber. 

¡Rayos!, esa noche ella se veía sensual con ese vestido traslúcido y detalles bordados en negro sobrepuesto a un fondo blanco, de espalda descubierta que llegaba más abajo del nivel de su cintura. ¡Rayos!, estaba desesperado por tocarla y perderme en ella.

«Tranquilo troncón… Hoy sí dejaremos a manuela fuera, pues no usaré mi nombre si no logro explorar hoy a mi cuevita», pensaba y reía, mientras buscaba el título de mi nueva película porno; Explorando una cueva… Troncón llenando una cueva… Afuera manuela bienvenida mi cuevita, en fin, había tantas posibilidades, pero me decidí por; Perforando una cuevita. Salí de mis tortuosos, pero sexis pensamientos, mientras conducía para dirigirnos al teatro de la ópera, debí reconocer y aceptar que llegó un momento que nuestras cabezas se juntaron en plena función. Parecíamos dos enamorados, pero para mi desgracia solo éramos dos locos dormidos incapaces de soportar una función completa de ópera. Fuimos despertados por los aplausos, no paramos de reír al darnos cuenta de nuestra graciosa e incómoda situación.

Media hora después, estaba acercándola a otra estación del metro. ¡Rayos y más rayos!, odio reconocer que no pude usar mi nombre por varios días. Ya mi troncón estaba empezando a secarse por falta de uso carnal. Esta mujer me tenía al borde del colapso… «Tonta, necia y ridícula apuesta me tienes en celibato obligado», pensé con desagrado.

Pasado tres días nos iba mucho mejor; estábamos brincando y gritando en un concierto de rock a beneficio de una casa para jóvenes sin hogar. Salimos medio sordos y con la ropa empapada de sudor, listos para hacer una parada en un bar cercano e hidratarnos con unas cervezas muy frías.

Al verla tan feliz y relajada no pude contenerme más; aproveché la oportunidad para tocar sus labios con mi pulgar, me acerqué atrapándolos entregándole un beso suave, romántico. Ella no respondió, así que empecé a alejar mis labios, pero permanecimos con las frentes unidas. La miré, intensamente, a los ojos y tomé la oportunidad en el momento que ella entreabrió su boca para tomar una suave bocanada de aire. Volví a besarla, sin dudar me abrí camino con mi lengua hasta llegar a estimular la suya; el beso pasó de suave a algo intenso. ¡Dios!, su aliento era tan embriagador que no podía dar fin al beso, la solté cuando ella intentó reírse ante mi reacción tan impulsiva y posesiva.

Principio del formulario

Una hora más tarde, nos estábamos besando con pasión; me dejé llevar por su decadencia. Saboreé ese instante como si fuera una antesala a lo que considero, junto a troncón, nuestro esperado debut en el cine para adultos. Un estruendo repentino interrumpió nuestro ensueño, y con renuencia, nos alejamos del beso, riendo como un par de jóvenes. La envolví en un abrazo lleno de impaciencia, deseando que pasáramos la noche juntos, ansioso por ver si ella decidiría dejarme entrar en su cuevita esa misma noche. Sabía que ella también estaba tan excitada como yo; no era ningún ingenuo, era evidente que estaba lista para mí. Sin embargo, algo inesperado me arrastró de nuevo a mi cruel y triste realidad. Cuando, Danna, se reclinó en el respaldo del asiento del copiloto, su rostro ardía de rubor y su respiración se tornó sensualmente entrecortada. Inhaló un par de veces y, simplemente, se despidió de mí como si nada hubiera ocurrido.

Final del formulario

¡¡Rayos, rayos y más rayos!, allí estaba otra vez, viendo como ella entraba en la estación del metro. Apreté el volante frustrado sexualmente, mientras que mi troncón decide dormirse, evitando que manuela entre en escena.

Los siguientes tres días fueron algo suave, pero me descubrí tratando de observarla a lo lejos cada vez que iba al comedor o a reunirse con sus colegas. En dos ocasiones esa semana la pude ver al recibir el llamado de su prometido y correr literalmente a sus brazos. Esas seis horas para mí empezaban a sentirse eternas, haciéndome perder el control de la situación, así que encontré un método que me relajaba, mientras ella y su prometido disfrutaban juntos.

Sí, ya sabía que me estaba volviendo un tonto romántico, pero solo me relajaba, saliendo a comprar una tobillera cada vez que Danna apagaba el bendito celular.

Tres fines de semana después, estábamos invitados al cumpleaños de Paula, sería una gran fiesta, pero luego quedaríamos un pequeño grupo de invitados especiales, para disfrutar de todo el fin de semana. Y ¡Claro!, Paula insistió que asistiera con Danna.

Como siempre, Danna, bellamente vestida con un traje largo de color carmesí, digno de la ocasión y complaciéndome en usar sandalias de tacón alto. Intenté, nuevamente, entrelazar nuestros dedos, pero ella como siempre lo impidió, tomando solo mi meñique… «Ese denigrante gesto ya me empezaba a cabrear», apreté mis fruncidos labios evitando así reclamarle.

La fiesta estuvo genial las horas pasaron entre bailes, tragos y comida. Solo pude ver a dos mujeres disfrutar a plenitud, tanto de la cena, como de los tragos; Danna, mi casi cuevita, y Paula, las otras solo se limitaron a pellizcar o jugar con la comida, dar pequeños sorbos a las copas para luego dejarlas en cualquier lugar todo por miedo a perder su plástica figura.

Me encantó la actitud de Danna al no permitir que ninguna mujer bailase conmigo, cuando sonaba música suave o romántica… «Creo que aprendió la primera lección», mis ínfulas de gran maestro llenaron mis pensamientos. Pero lo que más disfruté fue bailar todas las baladas con ella, en ocasiones nos dábamos suaves besos, mientras nos dejábamos llevar por las melodías de turno.

Le hice seña a Danna, indicándole que era hora de irnos a dormir. Nos habían preparado una habitación, pero para ser sincero yo no esperaba caer en brazos de Morfeo tan pronto, solo estaba loco por verla con el conjunto de lencería de encaje rojo transparente que le mandé a entregar junto con el vestido...”

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP