—Señorita Rivas, lamento decirle que su embarazo es de alto riesgo, su útero no retiene al feto, porque padece insuficiencia cervical e insuficiencia placentaria, por lo que es peligroso que continúe con el embarazo. Es mejor que considere un aborto para evitar complicaciones— le recomendó la doctora a Analía quién la veía con una ceja alzada.—¡¿Qué?! ¿Cómo qué aborto? ¿No hay posibilidad de que el bebé sobreviva con un buen tratamiento?—voceo abrumada y a la defensiva.—Lo siento, pero es muy poco probable. Su embarazo es muy delicado y no queremos arriesgar su vida—. La doctora se mostraba apenada, sintiendo pesar por tener que darle esa mala noticia a una madre.—¡No puedo creerlo! ¿No hay nada que se pueda hacer? Por favor, ¿no hay alguna forma de que pueda conservar a mi bebé?—De verdad lo siento mucho. Lo mejor es que se someta a un aborto para evitar cualquier complicación.Analía, frustrada y desesperada, pensó en voz alta.—Pero... ¡este bebé es lo único que tengo de Dylan!
“Espero que este no sea otro de tus trucos, porque bien sabes cuál es mi opinión acerca de la relación que tienes con mi hijo. No creas que podrás engañar a mi hijo y a mi familia, si verdaderamente estás esperando un hijo de Dylan, en cuanto nazca ese bebé le realizaremos una prueba de paternidad. Aunque sabes que no me agrada la noticia de que estés embarazada, sí verdaderamente lo estás, igual, si esa criatura resulta ser mi nieto, será bienvenido a mi casa; sin embargo, a ti te quiero lejos. Para nadie es un secreto que no te aceptaré así le ofrezcas el cielo a Dylan, porque puedo ver tu verdadero yo, y sé que debajo de tanta tela costosa habita un monstruo ambicioso que no sabe amar”—. Analía se sorprendió al leer el mensaje de Darla, ya que no esperaba esa respuesta.—¡Qué descaro lo de esta vieja bruja!, quiere a mi bebé y a mí no, mínimo creerá que se lo dejaré. Aunque me fastidian los bebés, igual, no lo tendrá.“No me quieres como madre de tu nieto porque sigues pensando que
Judith que había escuchado el escándalo, decidió intervenir personalmente para solucionar el problema. En cuanto llegó a la mesa se quedó estática al reconocer que aquellos clientes alborotadores son precisamente las personas que menos quería ver en un momento como este; sin embargo, respiró profundo, y aunque estaba impactada y muy molesta, optó por fingir que no le importaba que ambos estuvieran en su restaurante.—Disculpen las molestias, señores. ¿En qué puedo ayudarles? A pesar de la mascarilla que Judith tenía puesta, Analía esta vez la reconoció. Al igual, que Dylan que claramente nunca podría olvidar esos preciosos ojos verdes que le alivian el alma.—¡Judith! —musitó impresionado y ensanchando una sonrisa al encontrarla en el lugar que menos esperaba; no obstante, Judith lo ignoró olímpicamente.— ¿Tú qué eres?, ¿la camarera o la que viene a limpiar la mesa? —preguntó Analía triunfante porque justamente quería humillar a Judith, ya que se había mal informado, cuando descubr
Judith observó a Dylan con una sonrisa irónica en los labios, mientras que él trataba de convencerla. Ella por su parte pensaba que no se podía dejar engañar por su aparente dulzura, porque se decía a sí misma que él es capaz de cualquier cosa por conseguir lo que quiere y no podía más con su súplica, ya que suponía todo un espectáculo mal actuado.«Él quiere seguir jugando el papel de esposo dulce y atento», caviló burlona y se carcajeó. Su risa llenaba la habitación, con un tono burlón y mordaz, que dejaba en evidencia el desprecio que siente por lo que piensa que es una actuación. —Pareciera que te burlas.—Es que es justamente lo que estoy haciendo, al Dylan narcisista no le queda bien este papel de hombre sufrido que no quiere ser abandonado.—Tus palabras hieren.—Como lo hacían las tuyas, no te estoy devolviendo algo que no haya recibido, desde que me conociste me tachaste de muchas cosas: de aprovechada, de puta, de holgazana; y quién sabe cuántas cosas más.Visiblemente mole
Julián se quedó perplejo después de la llamada que tuvo con su hija, trataba de entender lo que ella había querido decir con esa frase que le dejó tan inquieto. "Mercancía para negociar", se repetía a sí mismo mientras se aflojaba el nudo de la corbata y se levantaba impaciente de su silla. Tomó la taza de café de su escritorio y se dirigió al ventanal de cristal de su despacho.«Será que le han envenenado la mente a mi hija en mi contra», pensaba preocupado.De repente, su teléfono sonó y lo sacó de su chaqueta para contestar. Era uno de sus hombres de confianza, quien había recibido sus órdenes de estar pendiente de todo lo que sucedía en la vida de su hija. Ya que Julián no permitiría que algo malo le sucediera a su única hija.— Hola, ¿qué hay de nuevo en la vida de Judith? —preguntó con voz firme.— Bueno, jefe, ella ha estado viviendo en su propio piso durante los últimos días —respondió el hombre al otro lado de la línea.— ¿Cómo es que no me informaste de esto antes? —lo cues
Darla se sentía nerviosa mientras se dirigía hacia el restaurante, por el hecho de que claramente sabía que Judith no quería era verla, y menos para que le fuera hablar sobre Dylan, pero como madre que se siente llena de culpa y suegra que la quiere muchísimo, sentía que era su deber intervenir antes de que ella cometiera un error irreparable. Cuando Darla llegó al restaurante, se acercó al encargado y el hombre se alejó, realizó una llamada y al regresar le informó:—Hola, buenas tardes. Soy Darla, la suegra de Judith. ¿Podría decirle que estoy aquí para hablar con ella?—Lo siento, señora, pero la jefa no está disponible para recibir visitas en este momento.—Yo no soy una visita, soy familia y necesito hablar con ella urgentemente.—Pido que me entiendas señora, ya que esta fue la orden que he recibido y no puedo hacer nada al respecto.El hombre se encogió de hombros a medida que ladeaba la cabeza, mientras que Darla se sintió frustrada y triste.«Tal vez deba darle más tiempo»,
Analía se encontraba en el asiento trasero del taxi, retorciéndose y el sudor frío le recorría la frente mientras sus manos se aferraban al borde del asiento y apretaba los dientes para soportar el agudo dolor. Desesperada le gritó al conductor, tratando de controlar la respiración:—¡Por favor, deténgase en la próxima farmacia! El conductor asintió, y preocupado por el estado de su pasajera detuvo el taxi frente a una pequeña farmacia en la esquina. Analía salió del taxi tambaleándose y entró en la tienda.—¡Necesito analgésicos muy fuertes! —, exigió a gritos al farmacéutico mientras se apoyaba en el mostrador. El farmacéutico, un hombre de mediana edad con lentes y delantal blanco; la miró con cierta cautela.—Lo siento, pero no puedo venderle medicamentos fuertes sin una prescripción médica. Es ilegal.—¡Me importa una mierd@ lo qué es o no es legal! ¡Estoy sufriendo! ¡Deme algo para el dolor! —, gritó Analía, furiosa.El farmacéutico intentó explicarle la situación, pero ella s
Sin esperar respuesta de Judith, Bryan se quitó la chaqueta y la abrigó, sacándola de allí y alejándose de los periodistas. Un instante después, Maya llegó al parqueo donde estaban Bryan y Judith dentro del coche y al ver a su amiga llorosa, se acercó para consolarla.— No te preocupes, Judith, sé que esto se va a aclarar, esa mujer vino aquí con plan de hacer daño. Eso es evidente.Judith asintió para no preocuparla más.— Yo me encargo de todo aquí. Vete— le animó Maya, aunque estaba muy frustrada, necesitaba sacar a Judith de ahí por miedo a que una fuerte emoción le haga tener problemas con el embarazo.—Confío en ti, Bryan —dijo Maya con los ojos aguados mientras acariciaba con ternura el rostro de su amiga.— Gracias, Maya y a ti también, Bryan, por estar conmigo en un momento como este —respondió Judith, mientras se aferraba a la mano de su amiga en busca de consuelo.— No tienes por qué agradecer, linda chef— contestó antes de quedarse pensativo, y lamentándose murmuró arrep