Judith que había escuchado el escándalo, decidió intervenir personalmente para solucionar el problema. En cuanto llegó a la mesa se quedó estática al reconocer que aquellos clientes alborotadores son precisamente las personas que menos quería ver en un momento como este; sin embargo, respiró profundo, y aunque estaba impactada y muy molesta, optó por fingir que no le importaba que ambos estuvieran en su restaurante.—Disculpen las molestias, señores. ¿En qué puedo ayudarles? A pesar de la mascarilla que Judith tenía puesta, Analía esta vez la reconoció. Al igual, que Dylan que claramente nunca podría olvidar esos preciosos ojos verdes que le alivian el alma.—¡Judith! —musitó impresionado y ensanchando una sonrisa al encontrarla en el lugar que menos esperaba; no obstante, Judith lo ignoró olímpicamente.— ¿Tú qué eres?, ¿la camarera o la que viene a limpiar la mesa? —preguntó Analía triunfante porque justamente quería humillar a Judith, ya que se había mal informado, cuando descubr
Judith observó a Dylan con una sonrisa irónica en los labios, mientras que él trataba de convencerla. Ella por su parte pensaba que no se podía dejar engañar por su aparente dulzura, porque se decía a sí misma que él es capaz de cualquier cosa por conseguir lo que quiere y no podía más con su súplica, ya que suponía todo un espectáculo mal actuado.«Él quiere seguir jugando el papel de esposo dulce y atento», caviló burlona y se carcajeó. Su risa llenaba la habitación, con un tono burlón y mordaz, que dejaba en evidencia el desprecio que siente por lo que piensa que es una actuación. —Pareciera que te burlas.—Es que es justamente lo que estoy haciendo, al Dylan narcisista no le queda bien este papel de hombre sufrido que no quiere ser abandonado.—Tus palabras hieren.—Como lo hacían las tuyas, no te estoy devolviendo algo que no haya recibido, desde que me conociste me tachaste de muchas cosas: de aprovechada, de puta, de holgazana; y quién sabe cuántas cosas más.Visiblemente mole
Julián se quedó perplejo después de la llamada que tuvo con su hija, trataba de entender lo que ella había querido decir con esa frase que le dejó tan inquieto. "Mercancía para negociar", se repetía a sí mismo mientras se aflojaba el nudo de la corbata y se levantaba impaciente de su silla. Tomó la taza de café de su escritorio y se dirigió al ventanal de cristal de su despacho.«Será que le han envenenado la mente a mi hija en mi contra», pensaba preocupado.De repente, su teléfono sonó y lo sacó de su chaqueta para contestar. Era uno de sus hombres de confianza, quien había recibido sus órdenes de estar pendiente de todo lo que sucedía en la vida de su hija. Ya que Julián no permitiría que algo malo le sucediera a su única hija.— Hola, ¿qué hay de nuevo en la vida de Judith? —preguntó con voz firme.— Bueno, jefe, ella ha estado viviendo en su propio piso durante los últimos días —respondió el hombre al otro lado de la línea.— ¿Cómo es que no me informaste de esto antes? —lo cues
Darla se sentía nerviosa mientras se dirigía hacia el restaurante, por el hecho de que claramente sabía que Judith no quería era verla, y menos para que le fuera hablar sobre Dylan, pero como madre que se siente llena de culpa y suegra que la quiere muchísimo, sentía que era su deber intervenir antes de que ella cometiera un error irreparable. Cuando Darla llegó al restaurante, se acercó al encargado y el hombre se alejó, realizó una llamada y al regresar le informó:—Hola, buenas tardes. Soy Darla, la suegra de Judith. ¿Podría decirle que estoy aquí para hablar con ella?—Lo siento, señora, pero la jefa no está disponible para recibir visitas en este momento.—Yo no soy una visita, soy familia y necesito hablar con ella urgentemente.—Pido que me entiendas señora, ya que esta fue la orden que he recibido y no puedo hacer nada al respecto.El hombre se encogió de hombros a medida que ladeaba la cabeza, mientras que Darla se sintió frustrada y triste.«Tal vez deba darle más tiempo»,
Analía se encontraba en el asiento trasero del taxi, retorciéndose y el sudor frío le recorría la frente mientras sus manos se aferraban al borde del asiento y apretaba los dientes para soportar el agudo dolor. Desesperada le gritó al conductor, tratando de controlar la respiración:—¡Por favor, deténgase en la próxima farmacia! El conductor asintió, y preocupado por el estado de su pasajera detuvo el taxi frente a una pequeña farmacia en la esquina. Analía salió del taxi tambaleándose y entró en la tienda.—¡Necesito analgésicos muy fuertes! —, exigió a gritos al farmacéutico mientras se apoyaba en el mostrador. El farmacéutico, un hombre de mediana edad con lentes y delantal blanco; la miró con cierta cautela.—Lo siento, pero no puedo venderle medicamentos fuertes sin una prescripción médica. Es ilegal.—¡Me importa una mierd@ lo qué es o no es legal! ¡Estoy sufriendo! ¡Deme algo para el dolor! —, gritó Analía, furiosa.El farmacéutico intentó explicarle la situación, pero ella s
Sin esperar respuesta de Judith, Bryan se quitó la chaqueta y la abrigó, sacándola de allí y alejándose de los periodistas. Un instante después, Maya llegó al parqueo donde estaban Bryan y Judith dentro del coche y al ver a su amiga llorosa, se acercó para consolarla.— No te preocupes, Judith, sé que esto se va a aclarar, esa mujer vino aquí con plan de hacer daño. Eso es evidente.Judith asintió para no preocuparla más.— Yo me encargo de todo aquí. Vete— le animó Maya, aunque estaba muy frustrada, necesitaba sacar a Judith de ahí por miedo a que una fuerte emoción le haga tener problemas con el embarazo.—Confío en ti, Bryan —dijo Maya con los ojos aguados mientras acariciaba con ternura el rostro de su amiga.— Gracias, Maya y a ti también, Bryan, por estar conmigo en un momento como este —respondió Judith, mientras se aferraba a la mano de su amiga en busca de consuelo.— No tienes por qué agradecer, linda chef— contestó antes de quedarse pensativo, y lamentándose murmuró arrep
Darla llegó al cobertizo y encontró a su hija acostada en la hamaca, tomando un sorbo de un batido verde mientras movía el teléfono haciendo malabares. —¿Qué estás haciendo aquí sola? —inquirió mientras se sentaba a su lado.— Estaba descansando un poco, estar aquí sin nada que hacer me cansa más que cuando estaba en Francia estudiando a todas horas.—Deberías hacer nuevas amistades, hace varios años que te fuiste del país y perdiste la comunicación con todas tus amigas.—No las perdí mamá, sino que las alejé de mi vida porque no hacían más que verter sal en mi herida.—Entiendo, pero eso es parte del pasado, debes seguir adelante, tener nuevas amigas, incluso salir y tener citas o ¿aún sigues enamorada de ese chico?Darían se echó a reír con nerviosismo.—¡¿Cómo se te ocurre?!, claro que no, Bryan Torne no tiene espacio en mi vida, esas son aguas pasadas, y si lo volviera a ver seríamos como dos completos extraños. Él se burló de mis sentimientos, además mi hermano lo aborrece— hab
—¡Qué fastidio! — gritó Analia totalmente histérica al ver la acumulación de trastes sucios y desesperada buscaba un vaso limpio, pero no lo encontraba, así que tomó una cacerola y bebió de ella hasta que sació su sed. » Tendré que llamar al servicio de limpieza.Se estrujó la cara con aspereza.—Saldrá costoso y lo que menos tengo es plata ¡Odio hacer labores domésticas, eso es para mujeres de clase baja!Al salir de la cocina caminaba de un lado a otro en su sala de estar, claramente furiosa y balbuceando palabras ininteligibles. Sus manos temblaban mientras sostenía el teléfono móvil, y su rostro enrojecido mostraba su indignación, pues Cintia había vuelto a llamarla para chantajear; exigiendo más dinero.— ¡Esta mujer no tiene límites! — gruñó Analía, apretando el puño.» ¿Acaso me cree su banco personal? Me imagino que de ahora en adelante no querrá trabajar más y piensa vivir a costa mía.La ira de Analía crecía a medida que recordaba cada palabra de la llamada que había tenido