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Mentiras y secretos.

Darla estaba regando las hortalizas en el huerto que tiene en la parte trasera de su glamurosa mansión. Las mujeres de su círculo social la criticaban por no tener un jardín como cualquier dama normal, sino que tenía un invernadero donde se pasaba la mayor parte del tiempo, regando sus flores, y hortalizas.

Nos odian porque somos demasiados originales, más que odio, creo que nos envidian—. Observando la lluvia creada por el agua que caía sobre las plantas recordó las palabras que siempre le decía su mejor amiga (la madre de Judith)

 —Amiga, nuestros hijos ya están casados como querías, y procuraré que sean felices— prometió, hablando a la nada antes de que una notificación sonara en su teléfono.

 Desvío la mirada hacia la pequeña mesa de color blanco donde está el teléfono y luego de cerrar la válvula de agua fue a revisar.

“Dylan, ¿me amas?” — escuchaba la voz de Analía en un video donde veía a Dylan con los ojos cerrados y con el torso desnudo.

“Si amor, sabes que no podría vivir sin ti” — vio como Dylan adormilado, le respondió, y luego el video finalizó, y debajo del mismo había un texto que decía: 

★Suegra pondré todo mi empeño en hacerla abuela antes de casarme con su hijo★

 Darla sintió que todo en su interior ardía de puro enfado, puesto que esa mujer desvergonzada se atrevía a burlarse directamente de ella.

—Sabe que conozco su secreto y me enfrenta directamente, pero se equivocó si piensa que dejaré que juegue con Dylan— juró irritada ignorando el mensaje recibido porque si le responde le dará importancia a alguien que no vale la pena y bien sabe que Analía sospecha que ella en realidad no está enferma porque busca la manera de provocarla para que verdaderamente se enferme.

— Es una persona viciosa, no sé por qué mi hijo está tan cegado— murmuró saliendo a toda prisa del invernadero.

Por su parte, Dylan, decidió que antes de salir de la casa revisaría el documento que dejó sobre la mesa para ver si Judith lo había firmado, pero cuando lo hizo nuevamente vio que ella no había movido el papel de ese lugar.

—Mujer terca, le estoy ofreciendo el dinero y pretende fingir que no le interesa— balbuceó escuchando como sus tripas gruñían, tenía hambre. Analía nunca cocinaba para él, ella no sabe hervir ni siquiera agua y siempre que se quedan juntos deben pedir comida a domicilio o ir a un restaurante, pero esta vez ella dormía y como tuvo una noche de copas él la dejó descansar por lo que volvió a su casa sin haber desayunado.

De camino a la cocina a prepararse un sandwich pensó que la madre de Judith le pidió a Darla comprometerlo para asegurar su futuro reconociendo que ellos son una familia que tienen una economía estable, ya que no le ve lógica a que los comprometieran cuando él apenas tenía trece y Judit unos 6 años según le explicó Darla, pero supone que Judith fue que insistió para que Darla cumpliera con lo prometido, por el hecho de que le parece extraño que siendo Judith la hija de la mejor amiga que su madre nunca ha dejado de mencionar, él no la había visto visitando su casa, conociendo lo sentimental que es Darla.

«Mi madre la habría acogido en el momento que su madre falleció, esa chica es una aprovechada», no paraba de pensar en las cosas que los conllevaron a estar juntos y estaba tan centrado en ver a Judith como la villana que no pensaba en nada más que no fuera culparla.

—¿Y esto?—. Al abrir la parte de abajo del refrigerador encontró una cantina que tenía dentro ravioles bañado en queso, y tragó grueso. El plan de buscar jamón y queso quedó en un segundo plano en cuanto los olfateó.

«Huele delicioso», pensó saboreando con antelación. Dylan no recuerda el tiempo que lleva sin comer algo casero, siempre come fuera.

«Tomaré unos cuantos ravioles, ella no se dará cuenta, y si lo descubre, total, es mi casa y todo dentro de ella me pertenece», en medio de su pensamiento hacía muecas y alzó los hombros, restándole importancia a que Judith se entere.

«Claro, todo es mío, menos ella», rectificó su pensamiento haciendo una mueca de desagrado.

En este momento lamentó haber despedido a las mujeres de servicio que trabajaban en la casa, y la única que podría reponer esos ravioles antes de que Judith regrese, está de vacaciones, que es su ama de llaves. 

Su malicia le estaba costando, porque despidió a las sirvientas para que Judith no tuviera ciertas comodidades, puesto que su plan es que se sienta bajo mucha presión al tener que limpiar esa enorme casa, y termine por aburrirse al ver que su vida de casada con él no es como la imaginó, pero, por el contrario, encontraba que todo estaba organizado, incluso la cocina brillaba de lo limpia que la dejó Judith después de haber cocinado.

«¿Cómo habrá lavado los trastes con la mano lastimada?», analizaba a medida que comía, debido a que en la madrugada desconectó el lavavajillas y para volver a enchufarlo debía jalar el enorme aparato hacia adelante y sabe que ella no podría hacerlo.

Sonrió perverso disfrutando del sabor magnífico que tiene el alimento.

—Estoy seguro de que esa holgazana solo sabe cocinar ravioles— habló soltando los platos en el lavadero y sin más fue a lavarse los dientes.

Una hora después:

Cuando llegó a la sede principal decidió ir a saludar a su padre, tenía ya tres días que no le veía y quería ahorrarse la molestia de escucharlo decir, qué solo lo busca cuando le sobra tiempo, y más que una visita de hijo filial lo iba a ver por puro compromiso.

—Buenos días, señor— lo saludó la asistente de su padre.

—Buenos días—. Dylan respondió secamente e iba a pasar de largo cuando ella le hizo detenerse.

—Su madre ha venido a visitar al señor Anderson, ¿prefiere que le anuncie que usted quiere verlo?

—No hay necesidad, son mis padres— le aclaró hosco, antes de retomar su andar; sin embargo, cuando abrió un poco la puerta sin crear ruido, escuchó ser mencionado, por lo que se detuvo y se quedó en silencio.

— Ahora bien, Dylan y Judith deben estar unidos, sabes perfectamente que es necesario—. Dylan, al oír esas palabras tan exigentes de parte de su padre, arrugó la frente.

—Si, lo entiendo Calr, pero es que Dylan parece no estar dispuesto a dejar a esa mujer, debes despedirla, porque de lo contrario quién tendrá un hijo de Dylan será ella y no Judith, cosa que me desagrada desde ya— le pidió a su esposo y Dylan apretó los puños,  ya que odia que su madre sienta tanto desprecio por Analía.

—¿Piensas que no lo he intentado?, pero él la protege, ella hace lo que quiere en esta empresa porque cuenta con su apoyo. Mira Darla, no quiero que Dylan se enoje conmigo, sabes que amo a mi hijo, pero te digo que esa no es la solución, él seguirá a esa mujer sea que esté en esta empresa o en otra, solo háblale a nuestro hijo, dile que acepte a su esposa y que deje de estar perdiendo el tiempo.

Darla percibió que alguien los observaba e inmediatamente al imaginarse que podría ser Dylan le guiñó un ojo a su esposo y empezó a fingir que le dolía el pecho, al punto de que él corrió a su lado al comprender la señal; la cargó y la llevó a uno de los sofás de cuero de color marrón.

—¡Mamá!, ¿estás bien?—. Dylan dejó todo de lado, incluso el enfado  y corrió hacia ella. 

La actuación de Darla era la mejor, incluso ya sabía cómo fingir verse demacrada, su rostro tomaba palidez por sí solo.

«¡¡Es un genio!!», internamente  su esposo la elogió al verla, reprimiendo la gracia que le provoca mirarla tan concentrada en su papel de mujer moribunda.

—Mi Dylan, estaba dialogando con tu padre de la decepción que me causa saber que solo te has casado con Judith para hacerla sufrir—. Con debilidad le agarró la mano para conmover sus sentimientos.

—Madre, ¡¿qué dices?!— inquirió Dylan muy alarmado porque piensa que no está lastimando a Judith.

—Hijo, esa pobre chica perdió a su madre, no la hagas sufrir por favor, debes protegerla y hacerla feliz, se lo prometí a mi amiga que en paz descanse—. Ella eludió comentarle sobre el video. Pues conociendo a Dylan, sabe que lo primero que hará será preguntarle a Analía ¿por qué lo hizo?, y Darla quiere  evitar a toda costa que estén juntos.

—Madre te juro que he hecho mi mayor esfuerzo, pero ella no hace más que gritarme para que le dé el divorcio— Dylan mintió considerando que de ese modo podrá empezar a dañar el buen concepto que Darla tiene sobre Judith.

«¡Ay, mi niño, tú has nacido de mí!», cavilaba Darla al percibir que Dylan mentía y para hacerlo caer en su propia treta propuso:

—Siendo de ese modo, para que su relación mejore, vengan a vivir a nuestra casa—. Dylan se paralizó por completo por lo aterradora que le pareció esa proposición.

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