El tiempo pasa como el doctor sale, avisándome que estaba bien, que le dé un medicamento que le había traído.
Le hago caso y desaparece por las escaleras. Yo tengo una rampa especial para subir y bajar. Y creo que eso haré... pero tengo que cuidarla, es mi deber. No puedo dejarla sola, y en parte de eso me llena un poco de culpa. Ya la dejé sola un tiempo atrás, aún no puedo olvidar sus ojos tristes. El rostro de decepción, los ojos llenos de lágrimas. Toda esa imagen, aún me persigue durante mucho tiempo. Muevo la cabeza de un lado al otro intentando olvidar.Dos horas más tarde, me estoy quedando dormido. Aunque una voz y un golpe en mi mejilla me despierta rápidamente. Me sobresalto, apoyo mi mano en mi mejilla adolorida.—¿P-por qué estoy desnuda? —preguntó exaltada Briana.Se había puesto de pie, y estaba centímetros de mi rostro roja.—Tenías fiebre, te puse compersas de agua tibia y...—¡¿Y qCreo que fue la peor idea que había tenido. No era buena para el terror, y él lo sabía. Cuando una chica con los ojos dado vueltas, comenzó a caminar al revés... me asusté demasiado. Encima de la pantalla tan gigantesca no ayudaba. Me refugié en el cuello de Eduardo.Fue un gran error. Sentí su aroma varonil impregnarse en mis fosas nasales, mis bellos corporales se erizaron. Además, él sostuvo mi cintura, con su mano libre. Trago saliva seco, pero me dejó llevar escondida en el hueco de su cuelloNo me quiero salir de ahí, me siento cómoda y calentita.—Ya... no está ocurriendo nada —comentó y yo me separé rápidamente. —Lo siento. —Pensé que te gustaban las películas de terror —dijo yo asentí. Emma, no podía ver la pantalla. Estaba detrás de un sillón, lo habíamos puesto a propósito, o mejor dicho yo, para que no tenga pesadillas. Ella estaba entretenida jugando con un montón de juguetes, Ed
Se la llevaron, y mi corazón se quebró en el instante en el que ella salió con una camilla y el rostro cubierto con una sábana. Se había ido, no había nada que hacer. El tiempo pasó tan rápido, era como si me transportara en escenas.De un momento al otro ya me encontraba frente a su funeral. Su cajón estaba abierto, y ella estaba bellísima. Con su vestido preferido, con un recogido lleno de flores blancas. Era una princesa y era mi mamá. No pude evitar llorar con más fuerza, incluso parecía que estuviera viva, preparándose para un evento importante. Tal cual lo hacíamos antes, cuando papá nos quería. El dolor era demasiado, pronto sentí una mano detrás de mí y la pude ver.Mi hermana mayor, quien había huido durante todos esos años. —Emilia...Aunque les dijera que era hija única no era así. Sin embargo, desde el instante que Emilia se fue de nuestras vidas, jamás volvió a aparecer. —Lo lamento mucho —comentó.
—¿Desde cuándo es amable? —pregunta en voz alta pero nadie me respondió. Suspiré con dolor y volví a llorar hasta volver a quedarme dormida. Cuando abro los ojos, escucho la puerta ser abierta. Me asomo, estoy cubierta hasta la nariz. Ingresa Eduardo, Emma entre sus brazos. —Hola mamá —dijo.—Emma... —murmuré, poniéndome de pie, y tomándolo entre mis brazos.—¿Te sientes mejor? —preguntó Eduardo.—No... me siento mal.—Vamos a comer algo a un restaurante —propuso. Yo negué, no quería comer. No tenía hambre, solamente quería vomitar una y otra vez hasta quedarme desmayada. —Creo que te hará bien salir de la casa. —Gracias pero estoy bien —murmuré mintiendo. Él asintió y desapareció. Una semana después, aún sufría en silencio. No había ido al trabajo, Eduardo incluso aún llevaba Emma al maternal. Yo estaba cubierta de cobijas, sin querer levantarme de la cama y sin comer
Un mes había pasado, teníamos una extraña amistad con Eduardo. Yo estaba inmensamente agradecida, por su apoyo durante todo el tiempo que yo lo necesites. Sin embargo, me engañaba a mí misma diciendo que solo éramos amigos. Porque muy en el fondo, aún lo amaba.Anhelaba ver sus ojos de cerca, sus manos entrelazadas con la mía, con el pretexto de estar asustada por alguna película de terror. Pero, yo amaba estar a su lado. No me había dado cuenta lo mucho que me hacía falta, desde el momento que comenzamos a estar más unidos.Ambos llegábamos al trabajo juntos, comenzábamos a cocinar y almorzábamos. Después yo dormía. Emma hacía ejercicio, y de vez en cuando salíamos a caminar con el cochecito. A la noche, cocinábamos o comprábamos algo hecho y veíamos una película. Era la misma rutina cada día, pero a mí me encantaba. Después llegamos a la oficina y simplemente éramos empleado y jefe.Aunque él, me hablaba de la mism
Pero ellas me vencen. Decido llorar... dejarme llorar. Otra vez la misma situación, ambulancias, luces de colores y sustos.Llegamos, bajo rápidamente junto con los enfermeros. Lo ingresan, yo me quedo afuera esperando, las puertas se cierran. No sé qué hacer, sin embargo tengo que esperar. Hay muchas personas abrazadas, otras llorando. Yo me siento tan triste. Tendría que haberle dicho a Melisa que me acompañe, pero en su momento no pensé en nada.¿Por qué se puso así? si él siempre se veía sano. Esperé, esperé ahí el tiempo se hizo tan eterno. Cada vez que miraba el teléfono para ver la hora, solamente había pasado un minuto era demasiado desesperante, y yo yo no lo soportaba para nada. Escondo mi rostro entre mis rodillas. De esa manera, siento que el tiempo no pasa tan deprisa. Tal vez un poco más rápido. Cuando escucho que dicen familiares del señor Eduardo.Levanto mi vista, mis piernas se mueven más rápido que
Sigo llorando, aunque ya ni siquiera sabía si lo hacía o no.—¿Y si acaso él te dejó por su enfermedad? —me preguntó. Esa pregunta, nunca había pasado por mi cerebro, y ahora en parte tenía sentido. Era el mismo tiempo en el que nos habíamos separado. —No lo sé. Pero puede ser posible.—Tienes que preguntárselo —comentó Melissa y yo asentí. Cuando vio el reloj, supe que tenía que buscar a Emma. Me puse de pie. —Espera. Yo iré por Emma. No te preocupes me quedaré con ella y tú puedes quedarte aquí —dijo yo asenti. Después de nuevo salió el médico explicándome la situación, y que podía irme a casa.De igual forma solamente lo podía ver a las 4 de la tarde.Asentí y camino, lo hago con torpeza pero finalmente llegó a un taxi y a la casa de Eduardo. Eduardo, sus recuerdos me invaden en cuánto piso el suelo marmolado. Las veces que vimos películas, cuando cocinábamos juntos punto y ahora que
—No, tú no puedes ir. Estás débil y el médico me dijo que tienes que hacer reposo absoluto... Eduardo, podés contagiarte algún virus en el hospital y empeorar. —Es mi hijo Briana ¿De qué manera quieres que no vaya?Asiento, y pronto se me ocurre una idea. Dos horas más tarde, estoy frente a una gran pileta. Había llamado a una persona, se encargaba de los partos naturales en el agua. Así que ahí estábamos, Eduardo junto a mí. La chica embarazada, en la gran piletaEn realidad el padre tenía que estar junto a ella. Pero Eduardo no podía hacer eso.—Tranquilo, Eduardo solo tienes que sostener su mano, y tienes que darles ánimo. —"Okay" —comento sin saber muy bien qué decir al parecer.—Solamente tienes que decirle que ella puede... —susurrar su oído.—Alma, tú puedes... —murmuró él, y me miró.Yo levanté el pulgar, diciéndole que estaba bien. Ella empujaba y tenía dolor, lo bueno que en la ecograf
—Yo también te extraño —dijo y sin pensarlo dos veces me refugio en sus brazos. Él, acareció mi espalda con cuidado, y yo me sentí muy feliz. Levanto la vista, y busco sus labios. Nos besamos, lo hacemos en un tierno besos, sin pausas, y a la vez sin prisa. Siento su lengua de recorrer mi boca, sus labios se presionan en los míos. Me da unos pequeños mordisco y me siento más confundida que nunca. Nos separamos por la falta de aire Me sonríe.—Estás muy bonita hoy —dijo y yo sonreí divertida mirando hacia otro lado.—¿Veremos una película esta noche..? —le pregunté.—Claro, la que tú quieras. —No me quiero ir de aquí —dije y él me abrazó con más fuerza.— Entonces... no te vayas.—Te amo... —murmuré, mientras sentía sus caricias. Los dos estábamos en silencio. —Yo también te amo. Lamento haberte mentido. Me incorporo, sentándome y mirándolo a los ojos. Siento que es el mejor