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“No quiero perderte", expresé entre lágrimas, volteándome y refugiándome en su pecho.

“No tengas lástima de mí, Briana, además, no me perderás, no seas tonta", afirmó Eduardo.

“Acepto”.

Acepté sus palabras, aunque seguía sintiendo miedo y preocupación por su salud.

“¿Qué cosa?", preguntó Eduardo confundido.

“Acepto ser tu esposa, pero espero que seamos amigos, nada más", aclaré.

“Entonces seremos amigos, aunque te puedo robar un beso de vez en cuando", bromeó Eduardo, y ambos reímos.

“Claro", respondí, y él continuó:

"Pero ¿aún sientes algo por Agustín?".

Mi sonrisa desapareció, reconociendo que todavía tenía sentimientos profundos por Agustín, a pesar de todo.

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