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De repente, recibí una llamada. Casualidad, era el número misterioso que sabía los tres primeros números, a pesar de haberlo borrado en mi ataque de histeria.

No quise contestarle, corté la llamada, pero volvió a llamar. Suspiré y atendí el teléfono.

"¿Hola?", pregunté.

"Hola amor, soy Agustín", respondió.

"Y sí, ¿quién más?", comenté con desgano, poniendo los ojos en blanco. Me di la vuelta y apoyé mi trasero en la barra.

"¿Estás bien?", preguntó.

"Sí", respondí en tono seco, queriendo insultarlo, decirle que lo odiaba, que era un maldito desgraciado. Pero me contuve.

"Te noto un poco rara", murmuró.

"No ¿Cómo? para nada", comenté mientra

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