De repente, recibí una llamada. Casualidad, era el número misterioso que sabía los tres primeros números, a pesar de haberlo borrado en mi ataque de histeria.
No quise contestarle, corté la llamada, pero volvió a llamar. Suspiré y atendí el teléfono.
"¿Hola?", pregunté.
"Hola amor, soy Agustín", respondió.
"Y sí, ¿quién más?", comenté con desgano, poniendo los ojos en blanco. Me di la vuelta y apoyé mi trasero en la barra.
"¿Estás bien?", preguntó.
"Sí", respondí en tono seco, queriendo insultarlo, decirle que lo odiaba, que era un maldito desgraciado. Pero me contuve.
"Te noto un poco rara", murmuró.
"No ¿Cómo? para nada", comenté mientra
—¡Exagerada! — comentó divertida mientras me abrazaba.—Tengo una idea. ¿Qué tal si vamos a correr? — propuso Melisa.—Estoy en mis días, Melisa. No puedo y lo sabes. Menos el segundo día.—Tienes razón. Eres como una marea.—Melisa, la regañé — y ella se rió divertida.—Perdón. Bueno, ¿entonces qué haremos? — preguntó.—No lo sé, quizás debemos ocuparnos de los niños. ¿Qué tal si él los lleva a pasear?—Entonces, estas son las novedades de todo el día — preguntó.—Vino el autor un ratito, me dio un trozo de chocolate y me trajo helado.—Qué tierno — comentó Melisa.—Da igual. No sé cómo le fue en la entrevista y no sé cóm
"¿Qué haces?", pregunté confusa, mirándolo a los ojos."Distráerte, ahora lánzate por el tobogán", dijo."No, ¿tú quieres que yo me muera?", pregunté."¡Mentira! Eres valiente, no va a pasar nada", respondió."Es muy alto, me voy a caer de culo", dije."Briana, no va a pasar nada", dijo, pero no me convenció. En realidad, quería bajar porque sabía que si me quedaba ahí, él volvería a besarme. Sin embargo, me dejé caer. Sentí el viento chocar contra mi rostro, podía sentir cómo mi trasero se deslizaba poco a poco sobre el metal y mis manos tocaban la baranda, llenas de miedo. Pero me dejé caer hasta que finalmente llegué al final. Di un grito mientras miraba hacia atrás."¡Te d
— Lo lamento — comenté.— ¿Lo lamentas? — preguntó Eduardo, sin mirarme y dándose la vuelta.— No quise ser borde contigo.— Está bien, Briana. Entiendo tu enojo, pero no te la agarres conmigo. Está bien que yo te oculté aquello, pero pensé que era lo mejor para que no sufras. Lamento si quise protegerte.— Está bien, Eduardo. Borron y cuenta nueva.— Yo también lo lamento, Briana. De igual forma — me quedé quieta y me di la vuelta al escucharlo.— ¿Por qué? — pregunté.— Para ocultarte eso, por creer que no merecías saber la verdad. Lo lamento mucho.— Está bien, no pasa nada — comenté y él suspir
“Por favor, considera mi oferta. No habrá otra mujer que me ame, tú serías la única que podría ser mi amiga y estar conmigo siempre", suplicó Eduardo.“Yo no elegí estar contigo. Fue mi corazón el que decidió…” antes de pararme y salir de la habitación. La proposición de Eduardo me había dejado impactada. Quería que fuéramos esposos, pero sin que ocurriera nada entre nosotros. ¿Acaso había enloquecido?, me pregunté a mí misma.“Quizás sí", murmuro. Pero lo veía tan desesperado y triste que casi le digo que sí. Me recosté en las cobijas, escondiendo mi rostro en la almohada. Me di la vuelta una y otra vez sin poder dormir. Sus palabras aún resonaban en mi mente y no me dejaban pensar ni siquiera cerrar los ojos.“¿Por qué me dijiste eso?", pregunt&
“No quiero perderte", expresé entre lágrimas, volteándome y refugiándome en su pecho.“No tengas lástima de mí, Briana, además, no me perderás, no seas tonta", afirmó Eduardo.“Acepto”.Acepté sus palabras, aunque seguía sintiendo miedo y preocupación por su salud.“¿Qué cosa?", preguntó Eduardo confundido.“Acepto ser tu esposa, pero espero que seamos amigos, nada más", aclaré.“Entonces seremos amigos, aunque te puedo robar un beso de vez en cuando", bromeó Eduardo, y ambos reímos.“Claro", respondí, y él continuó:"Pero ¿aún sientes algo por Agustín?".Mi sonrisa desapareció, reconociendo que todavía tenía sentimientos profundos por Agustín, a pesar de todo.&ldquo
“Yo aún te quiero", confesé.“Yo te quiero más a ti, mi hermosura", comentó Agustín, y sonreí.“Pero me fuiste infiel", confesé.“No sé cómo, pero te perdono por todo el malentendido", respondió.“Agustín, no puedes perdonarme tan fácilmente. Tienes que ser un poco más duro, enojarte e incluso irte si es necesario", comenté.“Briana, jamás podría enojarme contigo, tú eres especial para mí. No importa lo que haya pasado, estoy aquí para quedarme", afirmó Agustín, abrazándome con cariño “Eres lo más bello que puede existir", dijo Agustín, y dejé de golpearlo, un poco molesta sin saber por qué. “¿Qué te pasa?", pregunt&oac
Briana no comprendió dónde estaba. El lugar se mostraba oscuro, frío y silencioso. Solo podía escuchar el goteo de agua de algún lugar."¿Dónde estoy?" preguntó en voz alta, pero nadie le contestó.Sintió un fuerte dolor en sus rodillas y, al echar un vistazo, notó restos de sangre. No entendía cómo habían podido arrastrarla, se preguntó en voz alta. El miedo se hizo presente en todo su ser, sintiéndose fría y sucia. Había mucha humedad, incluso su cuerpo se sentía pegajoso, al igual que la ropa que llevaba puesta. Sin dudar un segundo más, abrió los ojos ampliamente, queriendo saber dónde estaba. Pero más allá, solo podía ver oscuridad. Para su desesperación, encontró unas rejas a escasos centímetros de su rostro. Estiró la mano y la apretó con el puño cerrado. "¡Ayuda!" exclamó, pero nadie respondió. Se deslizó lentamente, apoyando la frente en el frío metal. Tragó saliva, sin comprender por qué estaba allí. Ella nunca le había hecho ningún mal a nadie y ahora no entendía. Se pregun
Dándose la vuelta, decidió mirar por todos lados, pero no encontró nada que le diera una señal de Briana. Confuso, siguió caminando e intentando encontrar alguna pista, pero no encontró nada. Cuando abrió la puerta de la habitación contigua, donde nebulizaba Luis, encontró que no había preparado nada, ni el equipo de sonido ni la solución. Era como si ellos lo hubieran preparado para dárselo, pero no lo habían hecho. Él sabía que el horario de la nebulización era apenas llegaba. Pero ¿por qué no lo había buscado? Se había preparado todo.Desesperado, sabiendo que no la encontraba, decidió dar una vuelta y vigilar nuevamente los lugares donde estaban Melisa y Agustín.“Vamos a dar un paseo", comentó hacia Emma y tomó al bebé entre sus brazos.“Vamos a buscar a mamá", preguntó Emma.“Sí", comentó Eduardo. "No te preocupes, ambos están abrochados el cinturón de seguridad". Aceleró, yendo despacio, intentando ver a Briana en la calle.Después de una vuelta de manzana por el parque, sin em