"Perdón, tu esposo me dejó quedarme", respondió Lautaro.
"Exesposo", corrigió Briana.
"Lo lamento", dijo Lautaro.
"En realidad, esta casa es mía", comentó Briana levantando una ceja.
"Lo siento, en realidad no lo sabía", dijo Lautaro.
"Te dejo quedarte", comentó Briana, dándose la vuelta.
"Gracias", respondió Lautaro con una sonrisa y luego dijo: "Lamento lo que te enteraste".
"¿Qué cosa lamentas? ¿Que él me hubiera mentido o que haya sido la amante sin querer?", preguntó Briana mientras llenaba el vaso de agua.
"Las dos cosas", respondió Lautaro.
"Ya ves, Eduardo es un maldito mentiroso, y yo no tengo suerte con los hombres", comentó Briana.
"Yo lamento haber
"¿Me traes el desayuno también? ¿Acaso eres un mozo?", preguntó divertida."Algo así", comentó en silencio, intentando no despertar al bebé que se encontraba en la cuna."Gracias por el desayuno. Al parecer, recuerdas que me gusta la tostada con mermelada de frambuesa", dijo Briana."Claro que sí, y también de ciruela, ¿verdad?", corrigió Lautaro."Ciruela, cierto", asintió Briana. "Y a ti te gustan mucho las galletas de chocolate, las que son rellenas"."Sí, eso sí me sigue gustando, aunque ya no puedo comerlo", comentó Lautaro."¿Por qué no?", preguntó Briana confundida, levantando una ceja mientras recibía el desayuno."Me detectaron diabetes", respondió Lautaro."Lamento escuc
De repente, recibí una llamada. Casualidad, era el número misterioso que sabía los tres primeros números, a pesar de haberlo borrado en mi ataque de histeria.No quise contestarle, corté la llamada, pero volvió a llamar. Suspiré y atendí el teléfono."¿Hola?", pregunté."Hola amor, soy Agustín", respondió."Y sí, ¿quién más?", comenté con desgano, poniendo los ojos en blanco. Me di la vuelta y apoyé mi trasero en la barra."¿Estás bien?", preguntó."Sí", respondí en tono seco, queriendo insultarlo, decirle que lo odiaba, que era un maldito desgraciado. Pero me contuve."Te noto un poco rara", murmuró."No ¿Cómo? para nada", comenté mientra
—¡Exagerada! — comentó divertida mientras me abrazaba.—Tengo una idea. ¿Qué tal si vamos a correr? — propuso Melisa.—Estoy en mis días, Melisa. No puedo y lo sabes. Menos el segundo día.—Tienes razón. Eres como una marea.—Melisa, la regañé — y ella se rió divertida.—Perdón. Bueno, ¿entonces qué haremos? — preguntó.—No lo sé, quizás debemos ocuparnos de los niños. ¿Qué tal si él los lleva a pasear?—Entonces, estas son las novedades de todo el día — preguntó.—Vino el autor un ratito, me dio un trozo de chocolate y me trajo helado.—Qué tierno — comentó Melisa.—Da igual. No sé cómo le fue en la entrevista y no sé cóm
"¿Qué haces?", pregunté confusa, mirándolo a los ojos."Distráerte, ahora lánzate por el tobogán", dijo."No, ¿tú quieres que yo me muera?", pregunté."¡Mentira! Eres valiente, no va a pasar nada", respondió."Es muy alto, me voy a caer de culo", dije."Briana, no va a pasar nada", dijo, pero no me convenció. En realidad, quería bajar porque sabía que si me quedaba ahí, él volvería a besarme. Sin embargo, me dejé caer. Sentí el viento chocar contra mi rostro, podía sentir cómo mi trasero se deslizaba poco a poco sobre el metal y mis manos tocaban la baranda, llenas de miedo. Pero me dejé caer hasta que finalmente llegué al final. Di un grito mientras miraba hacia atrás."¡Te d
— Lo lamento — comenté.— ¿Lo lamentas? — preguntó Eduardo, sin mirarme y dándose la vuelta.— No quise ser borde contigo.— Está bien, Briana. Entiendo tu enojo, pero no te la agarres conmigo. Está bien que yo te oculté aquello, pero pensé que era lo mejor para que no sufras. Lamento si quise protegerte.— Está bien, Eduardo. Borron y cuenta nueva.— Yo también lo lamento, Briana. De igual forma — me quedé quieta y me di la vuelta al escucharlo.— ¿Por qué? — pregunté.— Para ocultarte eso, por creer que no merecías saber la verdad. Lo lamento mucho.— Está bien, no pasa nada — comenté y él suspir
“Por favor, considera mi oferta. No habrá otra mujer que me ame, tú serías la única que podría ser mi amiga y estar conmigo siempre", suplicó Eduardo.“Yo no elegí estar contigo. Fue mi corazón el que decidió…” antes de pararme y salir de la habitación. La proposición de Eduardo me había dejado impactada. Quería que fuéramos esposos, pero sin que ocurriera nada entre nosotros. ¿Acaso había enloquecido?, me pregunté a mí misma.“Quizás sí", murmuro. Pero lo veía tan desesperado y triste que casi le digo que sí. Me recosté en las cobijas, escondiendo mi rostro en la almohada. Me di la vuelta una y otra vez sin poder dormir. Sus palabras aún resonaban en mi mente y no me dejaban pensar ni siquiera cerrar los ojos.“¿Por qué me dijiste eso?", pregunt&
“No quiero perderte", expresé entre lágrimas, volteándome y refugiándome en su pecho.“No tengas lástima de mí, Briana, además, no me perderás, no seas tonta", afirmó Eduardo.“Acepto”.Acepté sus palabras, aunque seguía sintiendo miedo y preocupación por su salud.“¿Qué cosa?", preguntó Eduardo confundido.“Acepto ser tu esposa, pero espero que seamos amigos, nada más", aclaré.“Entonces seremos amigos, aunque te puedo robar un beso de vez en cuando", bromeó Eduardo, y ambos reímos.“Claro", respondí, y él continuó:"Pero ¿aún sientes algo por Agustín?".Mi sonrisa desapareció, reconociendo que todavía tenía sentimientos profundos por Agustín, a pesar de todo.&ldquo
“Yo aún te quiero", confesé.“Yo te quiero más a ti, mi hermosura", comentó Agustín, y sonreí.“Pero me fuiste infiel", confesé.“No sé cómo, pero te perdono por todo el malentendido", respondió.“Agustín, no puedes perdonarme tan fácilmente. Tienes que ser un poco más duro, enojarte e incluso irte si es necesario", comenté.“Briana, jamás podría enojarme contigo, tú eres especial para mí. No importa lo que haya pasado, estoy aquí para quedarme", afirmó Agustín, abrazándome con cariño “Eres lo más bello que puede existir", dijo Agustín, y dejé de golpearlo, un poco molesta sin saber por qué. “¿Qué te pasa?", pregunt&oac