Chiara no perdió el tiempo, sabía lo que deseaba, lo deseaba a él y, antes de que su prometido se diera cuenta de lo que la joven pretendía, ella ya le había quitado la ropa y disfrutaba del roce que se daba entre sus cuerpos desnudos, de esa sensación de querer fundirse con él en cada movimiento. Lo que más sorprendía a la italiana era la facilidad que tenían sus cuerpos para reconocerse y de buscarse mutuamente, como si se necesitaran, pero, sobre todo, lo que más le fascinaba a ella era esa complicidad que sus cuerpos habían creado, tanta que parecían querer danzar al mismo ritmo sin música que los guiara, no era necesario porque sus pieles se buscaban creando su propio compás, uno inaudible, solo palpable. Lo único que los guiaban eran los besos que se daban entre ambos, y que se acoplaban a los latidos de sus corazones latiendo al unísono y que incrementaron al mismo tiempo, como si no se tratara de dos corazones separados sino de un único gran corazón que imponía el ritmo no so
A pesar de la arrolladora manera que Gregory la poseyó, Chiara no hizo más que sentir placer, su cuerpo ya estaba más que listo para fundirse con él, estaba tan humedecida por todo el juego previo que se había dado entre ellos, que sentirlo dentro de ella solo hizo que todo se volviera tan real, tan pleno todo a su alrededor que no había nada que ella más hermoso en esos momentos que escuchar los latidos de sus corazones sincronizados latiendo fuertemente en sus pechos, arañando con sus uñas su espalda — Gregory... Hazme el amor... Ahhh joder sí... Adoro sentirte dentro, muévete. — Por primera vez no quería al Gregory desquiciado y muerto de celos, quería tener a un hombre sobre ella amándola, saber que también podía hacer eso, que también era capaz de decirle que le amaba con cada parte de su ser y aunque disfrutaba mucho al Gregory rudo, en ese instante necesitaba más que eso, más que pasión, necesitaba amor. Llevó las manos hasta su y lo hizo verla, mientras hablaba solo para perde
Si había algo que le molestara a Enrico en esos momentos, era no haber podido despedirse de Danielle de otra manera. El adiós entre ambos había sido tan frío y tan carente de emociones, al menos por su parte, que le parecía irreal en esos momentos, pero no podía ser de otra manera. No si deseaba cumplir con la palabra que le había dado a su hijo y hacer lo correcto.¿Pero lo correcto para quién?Sin duda era lo correcto para todos, menos para él, lo único que parecía mitigar un poco su tristeza y curar su ego herido era tocar su piano, por lo que era en su cuarto de música, donde se encerraba siempre que estaba en casa, lejos de la oficina, la cual al igual que en el cuarto donde se encontraba en esos momentos, era otro oasis donde él podría perderse, en sus pensamientos, los cuales fueron interrumpidos por el sonido de unos nudillos golpeando la puerta para pedir acceso a la habitación.—¡Adelante! — fue lo único que dijo, ni siquiera dejó de interpretar la pieza musical que tocaba e
Gregory se rio, solo quería recibir el dichoso anillo y largarse de esa casa rápidamente, que ese par se despellejaran solos, antes creía que Melanie no se merecía a su padre, que era solo una más, alguien con quien divertirse, pero no una señora que pudiera acompañar al patriarca de su familia, en ese instante estaba feliz de que precisamente ella fuera su compañía.—Serás la segunda esposa del señor Dumas, padre. Mi esposa será realmente la señora Dumas—Gregory observó a su examante de arriba a abajo con desprecio. — Te guste o no, para nadie vas a ser nunca nada más que el juguete de mi padre, y escúchame bien Melanie un día se cansará de ti y entonces ni su juguete serás, ya no serás nada.Después de soltar su odio contra la mujer, Gregory volvió a fijar toda su atención en su padre, también tenía un par de cosas hirientes para decirle, pero incluso en ese momento no quería darle a Melanie un arma que usar contra ellos después. — No vendría hasta aquí si no fuera importante para mí
Melanie caminaba rápidamente por la mansión Dumas con los puños apretados, tratando de contener el llanto que amenazaba con desbordarse por sus bellos ojos azules, la cantidad de emociones y sentimientos que corrían a través de ella solo se comparaba a un río crecido que desembocaba a una presa a su máxima capacidad la cual se desbordaba de manera irremediable inundando y devastando todo a su paso.«Melanie tonta, no es momento para llorar»Se decía a sí misma a medida que se alejaba de la habitación donde se encontraba tanto Enrico Dumas como su hijo. Tenía que vengarse de ambos, aunque de los dos del que más deseaba tomar venganza era de Gregory, el hijo de su futuro esposo.¿Por qué de él y no del padre?Eso era fácil de descifrar y de entender de Enrico tendría toda una vida a su lado para hacérselo pagar una vez fuera su señora, pero no ocurría lo mismo con el hijo. No era la primera vez que la Italiana había pensado la manera de obtener su vendetta o de hacerle pasar un mal rato
Una vez la modelo confirmó que se reuniría con ella, Melanie sonrió, sentándose frente a su tocador, solo se retocaría un poco el maquillaje antes de dirigirse a la cafetería. Su plan era perfecto, además no era difícil de imaginar lo que podría pasar en el desfile con Amanda y Gregory, ella no creía en la casi milagrosa redención del hijo de Enrico.—Pronto Melanie, solo sé paciente— se dijo a sí misma viéndose a través del reflejo del espejo, tras eso se paró del taburete, tomando sus llaves, su bolsa y su celular. Avisando a Matilde que si preguntaba por ella, el señor Dumas le dijera que había salido a tomar un café con unas amigas y que llegaría un poco tarde, solo era formalidad porque sabía de sobra que Enrico ni siquiera notaria su ausencia, no después del incidente en su salón de música.Los malditos astros por fin parecían alinearse a su favor, ya que solo fue salir de su departamento que un taxi se paró frente a su edificio con pasaje, no tuvo que esperar mucho para que es
— Enrico no va a perdonarnos que no le permitiéramos venir a recogernos al aeropuerto— Aseguró la señora Marchetti bajando la escalera de su Jet privado, con una enorme pamela que cubría su blanca piel del sol y unas gafas oscuras que protegían sus sensibles ojos de la luz.— Enrico está demasiado ocupado adelantando su boda para preocuparse por nosotros. — Aseguró Leandro Marchetti tomando la mano de su esposa y acompañándola hasta la limusina que los esperaba a pie de pista.Ella ya no dijo nada, no entendía por qué su amigo no había elegido una mujer a su altura, ni siquiera conocía a la tal Melanie, pero por las fotografías que había visto de ella no le parecía más que una más de las mujeres que habían pretendido a Enrico en el pasado, casi 20 años más joven y con ansias de ostentar el poder que representaba ser una Dumas, pero para ella no habría otra señora Dumas a la altura de la que una vez fue su mejor amiga, y por su puesto su Chiara, su niña. Ella sí era una digna portadora
— Pero si al final resulta que ellos no se aman, no vamos a obligarlos. — Advirtió Bianca, Los hombres estuvieron de acuerdo y lo expresaron con un leve asentimiento, alzando sus tragos en una especie de brindis que hicieron ambos hacia ella como si así sellaran el trato.Los años habían pasado y allí estaba ella, rumbo al primer regalo que le harían a la pareja, no podía seguir dejando que su hija viviera en uno de los picaderos de Enrico Dumas, aunque este hubiera sido transformado en un conveniente nidio de amor para su hijo; no, su hija era una princesa, la más poderosa de toda Italia y ella, se encargaría que tuviera un palacio a su medida si lo que pretendía era quedarse allí junto a su pareja.— ¿Silvia mandó las invitaciones?—Preguntó a su esposo una vez la limusina arrancó.— Sí, querida, ella se ocupó de todo, la decoración del ático, el menú de esta noche y hacer que todo sea perfecto para nuestra llegada.La señora Marchetti sonrió complacida, aquella noche el prometido de