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Supersticiones en Nápoles

Alondra se quedó atónita al escucharla, no podía creer que tuviera una ambición desmedida.

—¿Estás segura? Por qué yo me voy, el Jeque me ha dejado ir.

En ese momento Eva se dio cuenta del estado en el que estaba Alondra.

—¿Qué te ha hecho ese desgraciado?

—No tiene caso hablar de eso ahora.

—Espera. —Eva buscó rápidamente lápiz y papel para escribir una nota, si alguien se daba cuenta sería castigada.

—Toma entrégala a mi padre.

—Así lo haré Eva, adiós, espero que puedas obtener lo que quieres.

Alondra salió de ahí de prisa, seguida por la mirada de Eva.

Cuando subieron al avión, la chica no podía creer que su pesadilla había terminado, el Jeque hizo el intento de despedirse de ella, lo ignoró y subió al avión rápidamente.

—¿Qué te dijo mi hija? —Preguntó Gabriel, se sentía desesperado por tener que dejar a su hija ahí.

Alondra metió su mano entre sus pechos, Gabriel se le quedó viendo extrañado, sacó la nota que le había dado Eva y se la entregó.

El hombre se quedó estupefacto al le
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