Capítulo I

 La chica gritó desesperada ante el dolor que le produjo el látigo al impactar en su espalda baja rasgando la piel y sangrando debido al fuerte golpe. Su dolor me satisfizo pero sus llanto acabó con cualquier vestigio de excitación que me quedaba.


 Su cuerpo temblaba y lágrimas caían por sus mejillas, puse los ojos en blanco y me acerqué.


—¿A que viniste a Seol? – pregunté malhumorado.


 —¡A verte, amo! – pronunció entre sollozos.

—Yo no soy tu amo, a menos que aprendas a soportar el dolor transformándolo en éxtasis, no lo soy – recogí con mi dedo la sangre que bajaba por su glúteo derecho y lo metí en mi boca saboreándola. ¡Deliciosa!

¡Lástima! Un bonito trasero redondo y pomposo pero, no me sirve. Necesito dos sumisas que sean resistentes al dolor porque deseo azotarlas fuerte para el dia de las Mazmorras que celebramos en Seol. Pero tampoco tengo tiempo de hacer un casting ni algo parecido. Tendré que llevarme a Tony; mi sumisa y a Rachel. De otra manera tendré que  hacer las veces de Juez y no es un secreto que me gusta participar.

Una voz me llama la atención, la misma voz que me habla todo el tiempo y me impulsa a hacer cosas que no se encuentran dentro del orden como hacer sangrar a mis sumisas y luego lamer sus heridas degustando ese delicioso fluido  llevándome al clímax del éxtasis que experimento cuando estoy en la doma o en la mazmorra.

“¡Azótala una vez más! Bebe de su sangre, es una delicia” parece tan real que giré a ver si se encontraba detrás. Sin embargo el lloriqueo de la chica me sacó del estupor reaccionando en el instante en que volvía a levantar el látigo.


—¡Yo-yo quiero continuar! – lloró de nuevo, suplicante.

—¡Tristán! – llamé a mi asistente.

—¡Dígame señor! – es un chico bastante eficiente pero, hoy no me soporto ni yo mismo.

Se trata de uno de esos días en que la extraño más que  respirar y siento que no sobreviviré.

—¡Llévatela, no me sirve! – giré y salí de la habitación hacia el estruendoso ruido de la discoteca para tomarme un maldito coñac en las rocas y calmarme un poco.

Y a  partir del tercer trago las cosas se acomodan porque mi cuerpo se relaja y mi mal humor no se disipa pero por lo menos se aplaca un poco. Hay una rubia muy bonita en la barra sentada al otro extremo, no me mira pero se que ya conoce quien soy y su espalda me avisa que desea mi presencia. Me acerco a ella y su olor me embriaga por completo, su cabello rubio parece natural y me entretengo filtreando un rato con ella hasta que Tristán interrumpe torpemente.

—¡Señor la chica no quiere irse! - ¿qué coño?

—¿Estás de broma, verdad? – negó enérgicamente —¡Sácala de mi club! ¡Ahora! – saltó y asintió, salió despedido con su forma particular de caminar.

—¿Por qué eres tan imbécil con Tristán? ¡él te ama! – lo que me faltaba, pensé con la mano cubriendo mi cara.

—¡Cállate  Deborah! Ve a ayudar a Tristán ¡o los corro a todos! – grité exasperado.

—¡Uy, que amargado y gruñón eres! – la pelirroja puso los ojos en blanco y saltó de la silla para ir en busca de mi asistente y sacar el estorbo hospedado en mi habitación.

Rato después mi mal humor iba en ascenso, necesitaba encontrar una salida rápida para no explotar en mil pedazos de la impotencia y la rabia que amenazaba con consumirme. Tony atendió a mi llamado y se personó con un pequeño vestido que solo le tapaba hasta las nalgas.

—¿Me necesitaba amo? – la observo, tiene las manos unidas frente a su vientre, la cabeza gacha y y la mirada en el piso. Siento algo muy especial por ella.

Deborah aparece mirándola con cara de asco, es mi prima pero no es mucho el cariño que le tengo; para no decir que la odio. Es la hija de mi único familiar “el tío Joshua”, todos queremos un tio así, es desagradable y altanero (creo que es de familia) también es un amo pero de los crueles, su hija es dominante pero es tan desagradable que los sumisos no le duran, ella es bisexual y le tengo prohibido mirar mis sumisas. Desea jugar conmigo pero, jamás se lo permitiría. Llamaré a Marina, ella me servirá para lo que necesito.

Aprehendo la mano de Tony y me la llevo a una de las cámaras del dolor para de esa forma se encuentre lejos de: “La Arpía” apodo que Deborah tiene dentro de la Doma.

               

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